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viernes, 20 de abril de 2007

Lateralidad y Rendimiento escolar

Lateralidad cruzada y rendimiento escolar

J. Navarraa E. Vallèsa J. Roiga aServei Neuropsicològic l'Arlot. Girona.


En este artículo se plantea la relación entre la lateralidad corporal, especialmente la cruzada, y su supuesta influencia en los rendimientos cognitivos y los aprendizajes escolares. Dada la confusión terminológica, primero se hace una delimitación conceptual y se revisa su evolución histórica. Se establece una diferencia entre la lateralidad de tipo periférico y la lateralización hemisférica, referida ésta a la especificidad hemisférica en el procesamiento cognitivo. Se considera el desarrollo evolutivo de ambas y, preferentemente, se aportan los datos que plantean las dudas de que la lateralidad corporal pueda ser un reflejo directo de las asimetrías funcionales cerebrales. Se cuestiona que la lateralidad cruzada per se sea un signo patognomónico de las dificultades de aprendizaje.
¿Qué es la lateralidad?
Aunque, externamente, el cuerpo humano se caracteriza por una simetría anatómica global derecha-izquierda, en el aspecto funcional hallamos una asimetría de los dos hemicuerpos, en el sentido de que en muchas actividades interviene más uno que el otro (escribir con una mano, centros del lenguaje preferentemente en el hemisferio cerebral izquierdo, etc.). De aquí han surgido los conceptos diferenciados de lateralidad, de carácter periférico, y de lateralización hemisférica, de carácter central. Con lateralidad nos referimos a la preferencia o dominancia en la utilización de una de las partes simétricas del cuerpo (mano, ojo, oído, pierna), y con lateralización cortical nos referimos a la especificidad de cada uno de los dos hemisferios cerebrales en el proceso de la información sensorial y/o en el control de ciertas funciones cognitivas.
En relación con la lateralidad, normalmente se diferencian cuatro tipos de preferencia o dominancia: manual, podal o de pies, ocular y auditiva. En la lateralidad manual se suele distinguir la preferencia manual (predominio de uso de una mano u otra) de la eficiencia relativa de cada mano (mejor habilidad con una mano que con la otra). Ahora bien, habitualmente, en el ámbito clínico solamente se evalúa la preferencia, ya que las pruebas suelen ser de fácil administración y su fiabilidad es satisfactoria, aunque su sensibilidad sea menor que las de eficiencia relativa1. Respecto a la lateralidad de pies, se distinguen la dinámica (pie preferido en una actividad) y la estática (pierna preferida en mantener el equilibrio). En la lateralidad ocular, aunque lo propio sea la mirada conjugada de ambos ojos, en algunas circunstancias (apuntar con una carabina, mirar por un microscopio) se utiliza más un ojo que el otro; esto ha conducido a la noción imprecisa de preferencia ocular, puesto que factores como la agudeza visual pueden influir en la dominancia motriz de un ojo sobre el otro. Por último, la lateralidad auditiva, mucho menos evaluada en el ámbito clínico, se refiere a la preferencia o tendencia a escuchar más por un oído que por el otro (p. ej., con el auricular del teléfono); al igual que en la visión, puede estar influida por diferencias en la agudeza auditiva de cada oído.
Las escalas e inventarios más conocidos y utilizados se han centrado preferentemente en la evaluación de la lateralidad manual, como el Edimburg Handedness Inventory de Oldfield2 o la Prueba de Lateralidad Manual de Auzias3.
Se debe destacar que, a menudo, en la evaluación de las lateralidades periféricas se observa algún tipo de preferencia lateral no establecida totalmente en un solo lado del cuerpo, lo que ha llevado a hablar de lateralidad mixta y de ambidextrismo. La mixta indica una heterogeneidad en alguna o todas las lateralidades descritas (p. ej., hay individuos que ciertas actividades las realizan con una mano y otras con la otra). En cambio, el ambidextrismo se manifiesta por el uso indistinto e igualmente hábil de las dos partes del cuerpo para algunas actividades. Por otro lado, también puede observarse lo que se ha denominado "lateralidad cruzada", en referencia a una lateralidad distinta de la manual para pies, ojos u oídos. La lateralidad cruzada mano-ojo ha sido, seguramente, la que ha generado mayor debate y especulación cuando, desde la psicopedagogía, la optometría y otras disciplinas, se la ha considerado signo patognomónico y causa de dificultades de aprendizaje.
La asociación lateralidad-lateralización hemisférica ha sido, y continúa siendo, motivo de estudio, debate y especulación. Si la sensibilidad corporal y la motricidad de las partes derecha e izquierda del cuerpo están estrechamente relacionadas con el hemisferio cerebral contralateral (aunque no exclusivamente), no sucede lo mismo con la audición y la visión, donde cada receptor envía simultáneamente información a ambos hemisferios. Además, las conexiones interhemisféricas del cuerpo calloso rompen la frontera divisoria de los dos hemisferios y permiten un intercambio funcional entre ambos. Esto determina, de alguna forma, una estrecha colaboración funcional interhemisférica que va más allá de la aparente dualidad anatómica del cerebro.
¿Qué se lateraliza en el cerebro?
La primera constatación de asimetría funcional cerebral la publicó Paul Broca en 1861, cuando localizó en el lóbulo frontal izquierdo un área específica responsable del control del habla, sin equivalencia en el hemisferio derecho; además, resaltó la relación contralateral entre el hemisferio del habla y la preferencia manual4. En 1868, John Hughlings Jackson introdujo el término dominancia cerebral para referirse al hemisferio izquierdo como hemisferio dominante y al derecho como dominado. Posteriormente, Carl Wernicke5 descubrió una zona específica del lóbulo temporal izquierdo responsable de la comprensión del lenguaje, y Liepman6 relacionó el hemisferio izquierdo con determinadas apraxias. Así pues, a principios del siglo xx al hemisferio derecho se le consideraba subordinado al izquierdo hasta que, como apunta LeDoux7, en la década de los cincuenta se le empezó a relacionar con el procesamiento espacial y musical. Y a partir de los estudios de sujetos que habían sufrido lesiones cerebrales focales ­entre los que destacan los trabajos de Zangwill en Gran Bretaña, Teuber en los EE.UU. y Luria en la URSS­ y los de sujetos comisurotomizados, iniciados por Roger Sperry y su grupo de colaboradores, se ha ido conociendo el funcionamiento de cada hemisferio por separado.
En el ámbito del desarrollo infantil y de las dificultades de aprendizaje, Orton8,9 observó una alta incidencia de dificultades lectoras en niños con lateralidad cruzada y cierto ambidextrismo manual, atribuyendo estas dificultades a un retraso en el desarrollo de la dominancia cerebral. Propuso que el hemisferio cerebral izquierdo de estos niños, que debía establecer la dominancia en todas las funciones lingüísticas, todavía no había alcanzado su superioridad. En aquella época se aceptaba que la zurdería manual y las lateralidades mixtas o cruzadas eran la evidencia de una dominancia cerebral deficiente, y se tenía la idea de que las lateralidades no diestras se asociaban con problemas en el lenguaje oral y la lectura10.
La concepción de Orton tuvo una gran aceptación y se hizo muy popular, no sólo en el ámbito psicológico sino también en el educativo, sobre todo porque asumía implícitamente que, con una instrucción apropiada, esos niños podían alcanzar niveles normales de lateralización cerebral funcional y superar sus dificultades. El concepto de retraso en la lateralización cerebral continuó recibiendo un apoyo considerable hasta los años setenta por parte de investigadores como Bakker11 y Satz et al12. Posteriormente, desde la perspectiva neuropsicológica, se ha ido cuestionado cada vez más su validez general y su utilidad clínica13. Sin embargo, no se puede obviar que la concepción de Orton potenció la aparición de diferentes métodos de tratamiento que destacaban el desarrollo de las habilidades deficitarias ­especialmente las relacionadas con la motricidad, la lateralidad, las percepciones y la orientación espacial­ como prerrequisito para el aprendizaje escolar. Destacan el método de organización neurológica de Doman-Delacato14,15, los de entrenamiento perceptivo de Kephart16 y Frostig17,18, muchos de los enmarcados en el ámbito de la educación psicomotriz y el de Tomatis19, basado en técnicas de audición dicótica.
Otro concepto relacionado con el de lateralidad es el de hemisfericidad20, que designa el estilo cognitivo preferente que se desarrolla por la actividad de un hemisferio u otro: un estilo cognitivo izquierdo (analítico, secuencial, verbal) y otro de derecho (sintético, simultáneo, espacial). Muchos autores han criticado estos modelos de funcionalismo hemisférico casi independiente, porque un estilo cognitivo preferente no tiene que depender exclusivamente del predominio funcional de un solo hemisferio, sino que debe ser el resultado del trabajo concertado de ambos hemisferios21-24.
Actualmente, con la aplicación de las nuevas técnicas de visualización cerebral funcional (PET, SPECT, RMF, etc.) al estudio de la asimetría cerebral, se prevé un esperanzador futuro para el conocimiento del funcionalismo cerebral asimétrico, pero aún es pronto para valorar los resultados. No obstante, ya contamos con bastantes evidencias de asimetrías anatómicas, bioquímicas, electrofisiológicas y de irrigación sanguínea en los hemisferios cerebrales.
A grandes rasgos, el hemisferio derecho es ligeramente mayor que el izquierdo, pero éste tiene mayor peso específico y, además, en muchas zonas aventaja anatómicamente al derecho, incluso en la subcortical (tabla 1). Muchas de estas zonas izquierdas están relacionadas con el lenguaje y ya se muestran asimétricas en fetos de unas 30 semanas de gestación25,26. Por otra parte, ya en el feto, el tracto piramidal izquierdo cruza rostralmente a la derecha 8 veces más que el derecho, y el ventral derecho es mayor que el izquierdo en la región cervical, siendo más largas las fibras del lado derecho27,28. Esta otra asimetría parece ser, en parte, la base de una predisposición anatómica para desarrollar una lateralidad manual derecha, controlada mayoritariamente por las áreas sensoriales y motoras del hemisferio izquierdo. Esta fuerte relación, no exclusiva, del hemisferio izquierdo con el lenguaje y la lateralidad manual ha sido, en cierta forma, la responsable de los estudios en busca de correlaciones concomitantes y/o causales entre la lateralidad y la lateralización cortical. Sin embargo, debemos reseñar que muchos mamíferos ya presentan algunas asimetrías anatómicas cerebrales.

Además de las asimetrías anatómicas, también las hay de tipo bioquímico: en los núcleos talámicos la noradrenalina se distribuye asimétricamente42, la dopamina y la colinacetiltransferasa lo hacen en el globus pallidus43, y esta última parece predominar en la zona superior del lóbulo temporal izquierdo44. En los estudios con electroencefalografía, potenciales evocados y potenciales relativos a episodios (PRE), se ha observado una cierta asimetría electrofisiológica. Sin que puedan considerarse resultados concluyentes45, la mayoría de investigadores han encontrado PRE de mayor amplitud, o más modificaciones de éstos, ante estímulos lingüísticos y no lingüísticos en el hemisferio izquierdo; en cambio, en tareas espaciales parecen lateralizarse más hacia la derecha. Por último, también se han descubierto diferencias en la irrigación sanguínea entre los dos hemisferios46.
¿Cómo estamos lateralizados?
Los estudios hechos en muestras amplias de individuos adultos47,48, donde se considera la preferencia lateral en diversas funciones, presentan unos porcentajes de zurdos bastante similares (tabla 2). Los datos que se pueden destacar son los siguientes: la prevalencia de zurdos manuales está alrededor del 9-10% y no siempre es coincidente con la mano utilizada para escribir; si se evalúa con un amplio repertorio de pruebas, el porcentaje de sujetos mixtos o ambidiestros aumenta hasta el 30%49; la prevalencia de zurdería, aparte de la manual, aumenta progresivamente desde las extremidades inferiores y la visión hasta el oído, donde llega a porcentajes entre el 35 y el 40%; en los varones el porcentaje de zurdos es superior al de las mujeres. Por tanto, se puede concluir que la población adulta normal presenta frecuentemente una lateralidad cruzada entre diferentes partes del cuerpo50.

¿Cómo se desarrolla la lateralidad?
En el desarrollo, la lateralidad más estudiada es la manual y, en segundo lugar, la auditiva. Sin embargo, hay pocos datos referentes a la lateralidad de las extremidades inferiores y la ocular.
Las asimetrías en las extremidades superiores
Hasta los 3 meses no se encuentra una preferencia manual porque no hay un suficiente control de la musculatura distal y proximal. Alrededor de los 6-7 meses empieza a aparecer la prensión manual, sobre todo en coordinaciones bimanuales. De 1 a 3 años hay un incremento muy fuerte en la habilidad de manipulación fina, que va aumentando pero que puede no estar bien establecida hasta los 8-9 años.
En la valoración de la lateralidad mediante tareas unimanuales, Fennell et al51 encontraron que los niños diestros a los 5 años continuaban siéndolo a los 11 años en el 97%, mientras que en los zurdos el porcentaje disminuía hasta el 74%. De los niños clasificados como ambidiestros a los 5 años, solamente el 4% seguían siéndolo a los 11 años y la mayoría pasaban a ser diestros. Sin embargo, la mayoría de las actividades de la vida cotidiana requiere una participación bimanual; en éstas, normalmente la mano no dominante también tiene un papel activo. Lacreuse et al52 han aportado datos de la fuerte participación de la mano izquierda en sujetos diestros: la mano izquierda, en tareas de reconocimiento táctil diáptico, explora activamente los objetos de forma más global que la derecha. Así pues, en la infancia, aunque para algunas actividades unimanuales hay una lateralidad manual muy marcada (p. ej., en el uso del lápiz), se encuentra una alta proporción de lateralidad mixta en muchas tareas unimanuales y bimanuales: un 60% a los 4 años y un 52% a los 6 años, que se mantiene a los 10 años53.
Las asimetrías auditivas
El concepto implícito es que la ventaja de un oído refleja la especialización funcional del hemisferio contralateral. En los adultos, normalmente se encuentra una preferencia en el oído derecho cuando las estimulaciones son verbales y del oído izquierdo cuando son no verbales. Bertroncini et al54 ya la identifican a los 4 días posnatales, aunque su magnitud sea no lineal y varíe con la edad. De los 5 a los 10 años hay un incremento de la ventaja del oído derecho y una mayor facilidad para un cambio de atención alternativo de un oído a otro55,56. A diferencia de la lateralidad manual, en la escucha dicótica el sexo no tiene relación en la ventaja de uno u otro oído.
Las asimetrías visuales
Para determinar la lateralidad visual, desde la neuropsicología, se valoran los hemicampos visuales porque la lateralidad o dominancia ocular periférica no tiene relación con las asimetrías funcionales cerebrales. Se sabe que los estímulos percibidos en el hemicampo visual izquierdo son procesados por el hemisferio derecho, y viceversa. Así, los sujetos normales identifican con más facilidad las letras y los números en el hemicampo visual derecho y los estímulos no verbales (caras, formas) en el izquierdo57. Esta conceptualización se ha ido ampliando al sistema de procesamiento, según el cual el hemisferio derecho desempeñaría más el procesamiento global-simultáneo y el de los estímulos novedosos, y el hemisferio izquierdo el procesamiento más analítico-secuencial y de los estímulos conocidos58. Estas asimetrías están presentes desde los primeros meses de vida: en la percepción de formas y caras, desde los 4-5 meses hay una ventaja del hemisferio derecho en tareas de reconocimiento de caras individuales; también hay una ventaja del hemisferio derecho en procesos globales, mientras que el izquierdo la tiene para los rasgos específicos59,60. En ningún estudio se hace referenci a a la influencia de la lateralidad manual sobre el procesamiento visual.
Las asimetrías en las extremidades inferiores
No tenemos conocimiento de ningún estudio que aporte datos fiables y consistentes sobre la asimetría en las extremidades inferiores y su desarrollo.
¿Qué determina la lateralidad?
En la lateralidad, siempre que no haya factores patológicos, hay un predominio del determinismo genético (gen autosómico) aunque no pueden obviarse las influencias ambientales. McManus y Bryden50 estudiaron la relación entre la lateralidad de los padres y la de los hijos y encontraron que si los padres eran diestros, la posibilidad de ser zurdo era de un 9,5%; si ambos padres eran zurdos, sólo había un 26% de probabilidad de que el hijo fuese zurdo; si la madre era zurda, había mayor probabilidad de que los hijos fuesen zurdos que si lo era el padre.
En estos porcentajes también se puede ver la influencia de factores ambientales o sociales, como la imitación, las costumbres y el entrenamiento social. Algunos son bastante sutiles, como los que ya se dan entre los 9 y los 15 meses, cuando los padres tienden a poner las cosas en el lado derecho de los niños o dirigirlos directamente a esta mano (la comida, los juguetes, etc.). Además, muchos objetos están hechos para ser manipulados por diestros. Una de las actividades donde más se refleja la influencia social es la de la mano con que se coge el lápiz en la escritura manuscri ta. Mientras en sociedades muy "conservadoras" (donde se llega a prohibir la escritura con la mano izquierda) el porcentaje de escritores zurdos no supera el 4-5%, en las sociedades más liberales este porcentaje ha ido aumentando a medida que ha disminuido la presión social. En un estudio de seguimiento de la mano utilizada en la escritura a lo largo de tres generaciones, Smart et al61 encontraron los siguientes porcentajes de zurdos: el 6,2% en los abuelos, el 10% en los padres y el 17,5% en los niños de 6 años.
¿Qué relación tiene la lateralidad con el desarrollo cognitivo?
En diversos estudios se había descrito que en los niños con retraso mental, el porcentaje de zurdos era casi el doble del de la población normal, tanto más cuanto mayor fuese el retraso. Sin embargo, Silva y Satz62 relacionaron este porcentaje no tanto con el retraso como con las anomalías en el EEG. La incidencia de zurdos en niños con retraso mental sin anomalías en el EEG es esencialmente la misma que en la población intelectualmente normal, y sólo aumentan los zurdos cuando hay una anormalidad electroencefalográfica en el hemisferio izquierdo. En el otro extremo, en los estudios que comparan niños superdotados con normales, puede encontrarse una leve diferencia de más zurdos y ambidiestros en los normales, pero ésta no es significativa63.
¿Qué relación tiene la lateralidad con el lenguaje?
Al no encontrarse una lateralidad definida en la escala filogenética hasta llegar a los humanos, se había pensado que la lateralidad manual tenía una relación directa con la aparición y localización del lenguaje. Si bien esta relación es bastante evidente en los diestros (el 98% tienen el lenguaje lateralizado predominantemente en el hemisferio izquierdo), en los zurdos los datos son más discordantes e incluso contradictorios, y la relación con la lateralidad manual es menos concluyente. En adultos zurdos, según Segalowitz y Bryden64, el 61,4% presentan un lenguaje lateralizado en el hemisferio izquierdo, el 18,8% en el hemisferio derecho y el 19,8% de forma bilateral. Contrariamente, según Carter et al65, en el 20% está lateralizado en el hemisferio izquierdo, en el 19% en el derecho y es bilateral en el 66%. En una muestra de niños zurdos de 8 y 9 años, Hugdahl y Andersson66 dedujeron, a partir de la ventaja de un oído en pruebas de escucha dicótica, que un 65% tenían una localización del lenguaje en el hemisferio izquierdo, un 25,4% la tenían en el derecho y un 9,6% la tenían bihemisférica.
Cuando se han considerado diferentes condiciones patológicas de desarrollo del lenguaje, se han hecho algunas aportaciones interesantes:
­ Los niños multilingües, comparados con los monolingües, en pruebas de escucha dicótica, tienen una mayor ventaja del oído izquierdo para estímulos verbales y, por tanto, se supone que una localización más bilateral67.
­ Los niños sordos que han estado expuestos desde el inicio al lenguaje de los signos, tienen una diferenciación hemisférica comparable a la de los oyentes. Pero si la exposición ha sido tardía (más allá de los 8 años), no tienen tanta dominancia del hemisferio izquierdo68 y el porcentaje de zurdos se incrementa ligeramente (entre un 15 y un 17%)69.
­ En los niños epilépticos el porcentaje de zurdos es más elevado si las zonas con más descargas son las áreas del hemisferio izquierdo relacionadas con el lenguaje; pero aparte de estos casos, raramente se afecta la lateralización del lenguaje y la lateralidad manual.
Así pues, en los zurdos puede haber más variabilidad en la lateralización del lenguaje, pero no se ha podido encontrar una relación directa entre la lateralidad y los trastornos del desarrollo del lenguaje.
¿Qué relación tiene la lateralidad con los trastornos del aprendizaje?
Cuando se había considerado que la lateralidad, especialmente la manual, era un potente indicador de la lateralización hemisférica, fácilmente se infería que una lateralidad mal definida era un síntoma de disfunción cerebral causante de trastornos del aprendizaje, especialmente de la dislexia. La mayoría de estas afirmaciones partían de estudios de casos clínicos, con serios problemas en la selección y tamaño de las muestras (bajo porcentaje de zurdos y ausencia de grupo control) y también de débil o confusa delimitación conceptual (no diferenciación de los zurdos normales y patológicos, considerar los ambidiestros como zurdos, etc.). Esta relación de causalidad entre lateralidad y trastornos se empezó a rebatir a partir de la década de los setenta, con estudios de poblaciones escolares donde se controlaban más estas cuestiones70-73. Las principales conclusiones a las que se ha llegado son:
­ Hay unos patrones muy similares de trastornos entre diestros y zurdos. La lateralización per se no constituye un elemento importante en la identificación de subtipos o en la aparición de trastornos.
­ En presencia de trastornos, lo que se encuentra más asociado es un ambidextrismo o una preferencia lateral mal establecida, y no una lateralidad zurda o cruzada.
­ En las pruebas de ejecución motora, los diestros presentan más discrepancias entre la mano derecha y la izquierda, y en los zurdos las diferencias de ejecución entre las dos manos es menor que en los diestros.
En los estudios donde se ha considerado la dislexia según diversos subtipos, como por ejemplo el modelo de Boder74 o el de Bakker75, se han encontrado diferencias en el procesamiento hemisférico, pero no se ha encontrado ninguna relación significativa en función del sexo ni de la lateralidad manual. En cambio, sí que se encuentran algunas diferencias en las pruebas de hemicampos visuales: los lectores normales tienen una preferencia del hemicampo derecho para las palabras y los disléxicos no. En los estudios centrados en los trastornos de desarrollo de la aritmética y el razonamiento matemático tampoco se ha llegado a establecer ninguna relación con la lateralidad, ni en el síndrome de Gerstmann76.
En nuestro servicio neuropsicológico, con la colaboración de Picazo y Saiz, hemos evaluado la lateralidad periférica en una muestra de 46 niños con dificultades de aprendizaje escolar, basándonos en los criterios de Saudino y McManus48, en los que se considera la lateralidad manual (diferenciando la mano usada en la escritura de otras actividades manuales), la podal, la ocular y la auditiva. De los resultados obtenidos (tabla 3) destacamos: el 80,4% presentaban una lateralidad manual diestra en todas las actividades evaluadas y, de éstos, sólo el 27% presentaban una clara lateralidad cruzada mano-ojo; el 19,6% escribía y dibujaba con la mano izquierda, mostrando una lateralidad cruzada mano-ojo el 55,6%. Respecto a las otras lateralidades, predominaba el carácter mixto. En ningún caso encontramos diferencias en los estilos cognitivos ni en los tipos de trastornos.

Aunque esta muestra no es suficientemente amplia, nuestra observación concuerda con la gran mayoría de datos que apuntan al hecho de la gran variabilidad en la lateralidad, tanto durante su desarrollo como en los adultos, y que la consideración de la lateralidad cruzada mano-ojo per se no es un signo patognomónico de trastornos del aprendizaje.

1 comentario:

PPG dijo...

¡muy intresante¡¿cóo se relaciona con la dominancia cerebral, de 4 cuadrantes en la corteza?