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miércoles, 9 de mayo de 2007

"El maltratador cree que hace lo que debe"

CONSUELO BAREA, ESPECIALISTA EN MALTRATO PSICOLÓGICO CONTRA LA MUJER
Tengo 55 años y cada vez disfruto más de lo menos, porque el gran placer está en la minucia. Nací en Barcelona y practico el zen. Soy una entusiasta de la bici y del transporte público: allí está la vida y no en la tele. Soy médica psicoterapeuta. Trabajo con mujeres maltratadas porque la violencia doméstica física o psicológica nos esclaviza a todos
LLUÍS AMIGUET - 00:00 horas - 14/01/2005
El maltratador de su pareja no es un enfermo, es un varón que asume valores sociales aún desgraciadamente vigentes. Ha aprendido desde niño que las mujeres son seres inferiores a los que debe someter y a su pareja más: debe demostrarle quién manda.


-Entonces necesita reeducación.


-No sólo él, luchamos contra una inercia criminal milenaria: el maltrato de las mujeres era lo habitual durante siglos...


-Sigue siéndolo en algunas culturas.


-Por eso el maltratador necesita reprogramarse: no es consciente de delinquir cuando maltrata a su pareja. Incluso cuando la ley le castiga, el maltratador psicológico o físico cree que, en el fondo, su conducta es correcta y lo era en el mundo en el que fue educado.


-Pero ese tipo es un delincuente.


-Sí, pero el cambio de leyes ha ido mucho más deprisa que el del sentido común social y que su propia mentalidad. Fue educado en un país donde una ley franquista reconocía, por ejemplo, al marido el
iuscorrigendi,el derecho a corregir a su mujer. El régimen incluso instituía ese deber, porque la mujer era manifiestamente corregible por serlo. Y hablamos de correctivos físicos... También.

-Si todavía cree eso, es un inadaptado.


-Es un hombre adaptado a una sociedad sexista. El 80% de los maltratadores no son enfermos sino discriminadores. El maltrato a la mujer es una patología social más parecida al esclavismo que a un trastorno de conducta individual.


-¿No son psicópatas peligrosos?


-Sólo para sus mujeres. La mayoría de los maltratadores controlan muy bien la cólera, a su jefe no le pegan, en la calle son encantadores. Si hay patología, insisto, es social.


-¿Cómo actúan los maltratadores?


-Aplican lo que les enseñaron: demostrar quién manda hasta someter o aniquilar a su
enemiga.Su tarea de sometimiento puede durar años en un proceso al que yo denomino modelo en Y.

-¿Un camino que se bifurca?


-Sí, al principio, en la parte baja de la Y, la víctima puede sufrir maltratos durante años e incluso, puesto que también ha sido educada para admitirlos, los asume. Es quien comenta: "Mi marido me pega lo normal". Vive en la depresión, la confusión y el miedo.


-Pero también comparten una familia.


-No. Él no deja que ella dé órdenes o tenga iniciativa. Un maltratador no reconoce a una igual en su pareja y no le permite que comparta deberes del cabeza de familia. Ella tiene que estar sometida a él y todos deben reconocer ese sometimiento.


-¿Ella no se rebela?


-Sí. Un día tiene un momento de lucidez, ése es el centro de la Y de que le hablaba. La víctima ve su caso en los medios, como esta entrevista, o alguien le abre los ojos. Entonces quiere salir del maltrato y pide ayuda.


-¿Por qué no abandona al maltratador?


-Por los hijos, por falta de medios económicos, por carencia de autoestima y, a menudo, por puro miedo: teme la agresión.


-¿Cómo llega a tomar la iniciativa?


-Se ve, por fin, como víctima y está dispuesta a hacer algo. Entonces un brazo de la Y que se bifurca es la posibilidad de que la atiendan y reciba ayuda social, psicológica y jurídica, y sobre todo protección. Empieza así el proceso para escapar de la violencia. Es largo y doloroso y puede sufrir retrocesos.


-¿Y el otro brazo de la Y?


-Conduce a la aniquilación moral. Si a la mujer se la disuade de denunciar, o denuncia y el agresor queda libre en seguida, o el caso se archiva por falta de pruebas, la víctima asume que no puede escapar de la violencia y empieza a explicar las lesiones de maltrato porque se ha "caído por las escaleras". Teme la venganza de él si dice la verdad.


-¿Qué pueden hacer los hijos?


-Si no tiene hijos, a menudo intenta suicidarse, y si los tiene, aguanta para no dejarlos con un padre violento. Al final asume el maltrato en pleno síndrome de Estocolmo.


-¿Usted qué recomienda en su manual?


-Acumular pruebas, un parte de lesiones, un informe psicológico y recabar ayuda, por ejemplo, de mujeres juristas que pueden comprender mejor la situación de la víctima.


-¿Eso no es judicializar la vida familiar?


-Esa insinuación es un reflejo reaccionario de una sociedad que se resiste a admitir que una mujer merezca protección frente al maltratador. Se trata de culpabilizar a la víctima, que, ya se sabe, es mujer y por lo tanto inconsistente. Y, oiga, si hacen falta más juzgados, jueces, abogados, ¡pues que se invierta en ellos! ¿O es que no vamos a proteger a las ciudadanas por falta de medios?


-Tal vez lleguen a judicializarse meras peleas de enamorados.


-¡Igual que en cualquier delito habrá denuncias más o menos fundadas! Pero no podemos dejar de proteger a las ciudadanas para no molestar a los señores jueces.


-¿Por qué esta epidemia de malos tratos?


-Siempre han existido, lo que sucede es que antes se soportaban, se asumían, incluso algunos llegaban a proclamarlos con orgullo. Hoy son noticia porque son anomalía...


-Afortunadamente.


-Aprendí la terapia para mujeres maltratadas con BrianOgawa, terapeuta que trabajaba para el Departamento de Justicia americano en 1993. Me impresionó la sensibilidad de aquella Administración sobre el asunto.


-¿No existía aquí esa sensibilidad?


-Tuvimos que esperar al caso de Ana Orantes en diciembre de 1997, quemada viva por su marido. Aquel horror disparó el número de denuncias debido al efecto mediático del que le hablaba y muchas mujeres pudieron liberarse; otras todavía no.

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