Palizas, golpes, insultos, humillaciones, desprecios. De esto y mucho más se ha compuesto la vida de María Mujika a lo largo de más de dos décadas de convivencia con el que hasta hace seis años fue su marido. El suyo es un relato estremecedor, que desgrana el día a día de una mujer maltratada. Después de recibir una paliza te sientes una auténtica inútil». Esta frase de María Mujika nombre bajo el que se oculta la identidad de una vecina de Gasteiz que durante 21 años de matrimonio fue maltratada por su marido, describe a la perfección la realidad a la que desgraciadamente se enfrentan miles y miles de mujeres vascas que, o bien por temor a las represalias o bien por algún tipo de dependencia, no denuncian la terrible situación que supone el ser objeto de maltratos físicos, síquicos y sexuales continuados. El infierno que a lo largo de más de dos décadas vivió María Mujika comenzó tres meses después de su boda. «Yo me casé en setiembre de 1977 y para diciembre ya empecé a recibir palizas. Cuando mi marido entraba por la puerta había que mirarle a la cara. Según el gesto que traía, ya sabía lo que me venía encima. Hasta que hace seis años decidí separarme, he sufrido humillaciones de todo tipo; desde tirarme por las escaleras hasta atarme con una cuerda a la cama», relata. Esta realidad diaria llegó hasta tal punto que hubo un momento en que María se sintió culpable de todas las disputas que tenía con su marido. «Después de que te pegan, de que te insultan y de que te menosprecian, te sientes una auténtica inútil», explica con una entereza encomiable esta mujer de 48 años de edad. No obstante, y pese a que los golpes, palizas y menosprecios se convirtieron en rutina, esto no significa que haya olvidado la primera vez que le golpeó su marido. «Fue un 8 de diciembre. Aquel día había venido a visitarnos mi hermana. No sé si mi marido estaba borracho o había fumado algo, aunque lo cierto es que se puso como un auténtico loco. Al ver esto, mi hermana intercedió entre él y yo», recuerda. Aún así, asegura que esa primera vez no fue el peor día de sus 21 años de convivencia con un marido al que sus amistades definían como un hombre de lo «más simpático». El día en que vio hacerse realidad su peor pesadilla fue una Nochebuena. «Mi padre se había muerto el 1 de diciembre, yo no tenía ánimos para nada. El quería ir a cenar a casa de unos amigos. Yo le dije que no me apetecía ir. En ese momento, me agarró de los pelos arrastrándome por el suelo. Inmediatamente después, y tras vestirme como pude, me tiró por las escaleras con tan mala suerte que había un clavo suelto que me hirió en el brazo. Me vendé la herida y tuve que ir a cenar como si no hubiera pasado nada», rememora María Mujika. «unas putas y unas golfas» Sin embargo, su agresor no se conformó con golpearle y menospreciarle de mil formas diferentes, su marido le prohibió salir con sus amigas argumentando que todas «eran unas putas y unas golfas». «El me amenazaba diciendo que como me viera con alguien me iba a dar de hostias. Iba atemorizada por la calle», señala. En este sentido, destaca que estuvo un total de dieciséis meses sin salir de casa, lo cual le llevó a padecer agorafobia, es decir, miedo a los espacios abiertos. «Estaba tan acostumbrada a no salir para nada a la calle que, cuando una vez fui a visitar a unos familiares de Santander, me dio un ataque de pánico que me llevó a recluirme dieciséis meses en casa. Tenía miedo hasta de abrir la puerta. Cuando salía, sentía que me mareaba», explica. Al margen de ello, María Mujika destaca otra característica del que fuera su marido, y que es común entre la gran mayoría de los maltratadores: el sentirse superiores. «El se creía muy listo e inteligente, mientras que yo no era más que una ignorante. Si yo hablaba algo, él no hacía más que repetir "¡y tú qué sabrás!" No me dejaba decir ni una palabra. Se pensaba que era el rey del mambo», afirma. Cuando se le cuestiona por el motivo que le indujo a aguantar tanto tiempo a un hombre así, María responde lo siguiente: «Yo me sentía culpable. Es más, llegué a pensar que todo lo que me pasaba era algo que me lo merecía». Durante los años 21 años de matrimonio, su ex marido mantuvo relaciones con muchas mujeres. «Que yo sepa me ha puesto los cuernos con ocho o nueve mujeres. A partir de ahí, vete tú a saber con cuántas más habrá estado», indica con una indiferencia que deja bien a las claras lo que siente actualmente por ese hombre. Es más, transcurridos seis años desde su separación, afirma no tener ningún miedo, ya que «si no es mi marido, será el cáncer que padezco quien me mate». sin orden de alejamiento En este sentido, asegura que sobre su ex compañero no pesa ninguna orden de alejamiento, ya que pese a los constantes golpes, no le ha denunciado nunca. «Cuando iba a Comisaría me decían que me fuera a casa porque de lo contrario, las cosas iban a empeorar. Me decían que no merecía la pena el que pusiera una denuncia, es decir, no me hacían ni puñetero caso», asevera. De las conclusiones extraídas de su experiencia, María Mujika incide en la importancia que tiene el hecho de hacer públicas las vejaciones. Por eso, precisamente, anima a todas aquellas mujeres que en este momento estén siendo objeto de agresiones tanto físicas como síquicas a que lo denuncien cuanto antes, porque si no, «les puede ocurrir lo que a mí. Después de estar toda una vida atemorizada, vas un día por la calle tan tranquilamente y de repente te entra un frío en el alma... ¡No merece la pena sufrir todas esas humillaciones!», exclama, al tiempo que añade que «lo mejor es dejarles cuanto antes, porque en caso contrario les va a pasar como a mí, que no tengo ganas de nada. No quiero tener amigas ni relacionarme con nadie. Lo que sufrí con mi marido me ha dejado destrozada», concluye. Una vida marcada por los maltratos y el cáncer Por si los malos tratos y vejaciones continuas que ha sufrido a lo largo de sus 21 años de matrimonio fueran poco, la vida de María Mujika viene marcada por otra circunstancia, sin duda alguna muy dura, a saber, el cáncer de vulva que padece. Después de separarse hace ahora seis años de su marido, le diagnosticaron esta enfermedad con la que lleva ya conviviendo varios años. Todo ello, unido al calvario que vivió durante la convivencia con su ex compañero, le llevan a asegurar que en este momento no tiene ganas para nada. «Estoy destrozada», afirma. «he dormido con un cuchillo»
«Si desaparezco o me pasa algo, ha sido mi marido». Esto fue lo que escribió María Mujika en un papel que escondió debajo de su mesilla de noche. El temor con el que esta mujer ha vivido a lo largo de más de dos décadas, le llevó a dejar por escrito el que podría calificarse como su epitafio. «Quería que la gente supiera que si me mataba, él era el asesino. No quería que se fuera de rositas», indica. Asimismo, esta insufrible situación que padeció, le condujo a dormir todas las noches con un cuchillo. «Si me atacaba, quería tener algo con lo que defenderme», afirma. «Lo que mi marido necesitaba era una mujer sumisa a la que pudiera controlar. El lo que quería era mandar y que yo le riera todas las gracias», manifiesta. «Si no me reía de sus tonterías, era la mala. El decía que me lo merecía. Cuando me insultaba, pegaba o me daba un puñetazo en el estómago, me decía lo siguiente: "¿Ves lo que me has obligado a hacerte?"». http://mobbingopinion.bpweb.net/artman/publish/printer_1472.shtml |
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