El llamado socialmente síndrome postvacacional no es tal según los expertos consultados por CF. Tan sólo se trata de una consecuencia natural que se agrava cuando el trabajador se siente insatisfecho.
Marta Serrano Romero. marta.serrano@recoletos.es 03/09/2007
Y es que después de tres o cuatro semanas de vacaciones, argumentan, "es natural que las personas tengan dificultades para recuperar el ritmo laboral, por lo que se debebe cambiar de actitud y no dramatizar la situación".
Así, durante los primeros días de septiembre, uno de cada tres trabajadores españoles suele padecer insomnio, pérdida de apetito y falta de concentración, según estima la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semfyc). A estos síntomas se unen en ocasiones momentos de desasosiego, angustia y vacío; pero todos ellos provocados por un desajuste temporal de los hábitos que desaparece a los pocos días.
No medicalizar
Según comenta a CF Julio Vallejo, jefe de Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario de Bellvitge (Barcelona), "se tiende a medicalizar la vida cotidiana porque la sociedad está orientada hacia la búsqueda del placer y se intenta evitar el sufrimiento a toda costa, cuando lo razonable sería pensar que forma parte de la vida". Los expertos coinciden en que vivimos en la sociedad del bienestar, tanto físico como psicológico, y cada vez hay menos tolerancia al estrés, por eso se tipifican más síndromes que en realidad no son tales.
"El psiquismo humano no es un chicle, hace falta tiempo para adaptarse a cualquier cambio. Podríamos hablar del síndrome postvacacional, pero también del síndrome de los lunes por la mañana, o del síndrome prevacacional, porque en los primeros momentos también cuesta adaptarse a una nueva rutina", explica José Benigno Freire, profesor de Psicología de la Universidad de Navarra.
"Si al cabo de varias semanas la sensación de desidia y hastío persiste la verdadera causa de esta angustia sería la insatisfacción crónica derivada del trabajo o de la propia vida personal del afectado", afirma Freire.
Cambiar el 'chip'
En su opinión, crear un síndrome "no es la solución". Más bien es parte del problema. "Estas personas no son víctimas de su trabajo, sino de sí mismas, por lo que deben cambiar el chip", teoriza. "Lo que necesitan es comprender que su realidad externa no va a cambiar por mucho que se quejen". Sin embargo, continúa, "lo que sí pueden cambiar es su actitud frente a los retos que supone el desarrollo diario de la actividad profesional".
En algunos casos podría desencadenarse una depresión, pero ésta, según el psiquiatra Julio Vallejo, no se debe ni a las vacaciones ni al trabajo, sino a una depresión melancólica que suele coincidir con el regreso de las vacaciones y que se agrava con los cambios de estación.
En este sentido, la Semfyc coincide con ambos especialistas y sólo ve al llamado síndrome postvacacional como un problema de la vida cotidiana.
Cómo adaptarse
No obstante, y según apunta a este periódico Ignacio Revuelta, del grupo de Salud Mental de la sociedad, "llevar a cabo ciertas medidas, tanto físicas como psíquicas, para paliar los efectos de este problema nunca está de más".
Entre las medidas físicas, los médicos de familia recomiendan planificar las tareas a realizar durante el trabajo al menos dos días antes del final de las vacaciones como periodo de adaptación.
"Esos días nos servirán para intentar regular los horarios y el reloj biológico acostándonos antes para madrugar más y evitando en la medida de lo posible la siesta", explica Revuelta. Además, continúa, "hay que ir regulando la intensidad de la actividad laboral durante los primeros días de trabajo y dormir más horas para descansar mejor".
Entre las medidas de carácter psicológico, desde la Semfyc se recomienda evitar pensar que las vacaciones son un periodo opuesto absolutamente al periodo de trabajo y evitar darle demasiada importancia a la desgana que producen los primeros días. "Evitar tomar una actitud de queja y malestar permanente y pensar en los aspectos positivos que nos aporta la actividad laboral ayuda en gran medida a que nos sintamos mejor", incide este experto.
Otro hábito que ayuda bastante a la reincorporación no sólo de los adultos al trabajo sino también de los niños al colegio "es la practica de actividades gratificantes que se suelan hacer en verano como hacer ejercicio, pasear o leer", apunta Revuelta.
Trabajar 'vs' descansar
Diez consideraciones en torno al descanso para superar el malestar que supone la vuelta al trabajo.
El hombre es un ser para la acción: Lo genuino del hombre es hacer, se está cansado porque antes se ha trabajado.
Incluso la contemplación es una acción: En la contemplación el sujeto está más receptivo para la emoción; cuando recibe debe poner las fuerzas de la psiquis y se produce una conmoción interior (una emoción) que también requiere esfuerzo y cansa.
El descanso es una necesidad de la limitación del ser, no de la condición del ser: El descanso es la consecuencia de la acción y no lo contrario.
El descanso es una actividad para reponer fuerzas y volverse a cansar: Descansar consiste en encontrar actividades que no entorpezcan la actividad habitual, que no la impidan, lesionen o anulen.
El descanso es una necesidad mental, no sólo física: Uno de los mejores descansos son las actividades que nos distancian momentáneamente de lo material y reponen fuerzas psicosomáticas.
La pereza no descansa, por el contrario, cansa: La pereza no es acción, con lo que la imaginación se dispara y se tiende a la irrealidad, por lo que hay que confrontarla con la realidad.
El aburrimiento cansa más que la pereza: La falta de imaginación que ocasiona el aburrimiento es lo más frustrante para la psiquis.
Para descansar no hace falta mucho tiempo: En condiciones normales, el tiempo necesario para descansar es menor que el necesario para trabajar.
El trabajo que más cansa es el que se realiza mal: Un trabajo bien hecho, proyectado, ordenado y planificado descansa la mente, mientras que lo contrario generará mucho más cansancio.
La vida no se disfruta tanto por el descanso como por el trabajo placentero: Se trabaja durante la mayor parte de la vida, lo que requiere esfuerzo; hay que aprender a sacarle partido a ese esfuerzo.
Así, durante los primeros días de septiembre, uno de cada tres trabajadores españoles suele padecer insomnio, pérdida de apetito y falta de concentración, según estima la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semfyc). A estos síntomas se unen en ocasiones momentos de desasosiego, angustia y vacío; pero todos ellos provocados por un desajuste temporal de los hábitos que desaparece a los pocos días.
No medicalizar
Según comenta a CF Julio Vallejo, jefe de Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario de Bellvitge (Barcelona), "se tiende a medicalizar la vida cotidiana porque la sociedad está orientada hacia la búsqueda del placer y se intenta evitar el sufrimiento a toda costa, cuando lo razonable sería pensar que forma parte de la vida". Los expertos coinciden en que vivimos en la sociedad del bienestar, tanto físico como psicológico, y cada vez hay menos tolerancia al estrés, por eso se tipifican más síndromes que en realidad no son tales.
"El psiquismo humano no es un chicle, hace falta tiempo para adaptarse a cualquier cambio. Podríamos hablar del síndrome postvacacional, pero también del síndrome de los lunes por la mañana, o del síndrome prevacacional, porque en los primeros momentos también cuesta adaptarse a una nueva rutina", explica José Benigno Freire, profesor de Psicología de la Universidad de Navarra.
"Si al cabo de varias semanas la sensación de desidia y hastío persiste la verdadera causa de esta angustia sería la insatisfacción crónica derivada del trabajo o de la propia vida personal del afectado", afirma Freire.
Cambiar el 'chip'
En su opinión, crear un síndrome "no es la solución". Más bien es parte del problema. "Estas personas no son víctimas de su trabajo, sino de sí mismas, por lo que deben cambiar el chip", teoriza. "Lo que necesitan es comprender que su realidad externa no va a cambiar por mucho que se quejen". Sin embargo, continúa, "lo que sí pueden cambiar es su actitud frente a los retos que supone el desarrollo diario de la actividad profesional".
En algunos casos podría desencadenarse una depresión, pero ésta, según el psiquiatra Julio Vallejo, no se debe ni a las vacaciones ni al trabajo, sino a una depresión melancólica que suele coincidir con el regreso de las vacaciones y que se agrava con los cambios de estación.
En este sentido, la Semfyc coincide con ambos especialistas y sólo ve al llamado síndrome postvacacional como un problema de la vida cotidiana.
Cómo adaptarse
No obstante, y según apunta a este periódico Ignacio Revuelta, del grupo de Salud Mental de la sociedad, "llevar a cabo ciertas medidas, tanto físicas como psíquicas, para paliar los efectos de este problema nunca está de más".
Entre las medidas físicas, los médicos de familia recomiendan planificar las tareas a realizar durante el trabajo al menos dos días antes del final de las vacaciones como periodo de adaptación.
"Esos días nos servirán para intentar regular los horarios y el reloj biológico acostándonos antes para madrugar más y evitando en la medida de lo posible la siesta", explica Revuelta. Además, continúa, "hay que ir regulando la intensidad de la actividad laboral durante los primeros días de trabajo y dormir más horas para descansar mejor".
Entre las medidas de carácter psicológico, desde la Semfyc se recomienda evitar pensar que las vacaciones son un periodo opuesto absolutamente al periodo de trabajo y evitar darle demasiada importancia a la desgana que producen los primeros días. "Evitar tomar una actitud de queja y malestar permanente y pensar en los aspectos positivos que nos aporta la actividad laboral ayuda en gran medida a que nos sintamos mejor", incide este experto.
Otro hábito que ayuda bastante a la reincorporación no sólo de los adultos al trabajo sino también de los niños al colegio "es la practica de actividades gratificantes que se suelan hacer en verano como hacer ejercicio, pasear o leer", apunta Revuelta.
Trabajar 'vs' descansar
Diez consideraciones en torno al descanso para superar el malestar que supone la vuelta al trabajo.
El hombre es un ser para la acción: Lo genuino del hombre es hacer, se está cansado porque antes se ha trabajado.
Incluso la contemplación es una acción: En la contemplación el sujeto está más receptivo para la emoción; cuando recibe debe poner las fuerzas de la psiquis y se produce una conmoción interior (una emoción) que también requiere esfuerzo y cansa.
El descanso es una necesidad de la limitación del ser, no de la condición del ser: El descanso es la consecuencia de la acción y no lo contrario.
El descanso es una actividad para reponer fuerzas y volverse a cansar: Descansar consiste en encontrar actividades que no entorpezcan la actividad habitual, que no la impidan, lesionen o anulen.
El descanso es una necesidad mental, no sólo física: Uno de los mejores descansos son las actividades que nos distancian momentáneamente de lo material y reponen fuerzas psicosomáticas.
La pereza no descansa, por el contrario, cansa: La pereza no es acción, con lo que la imaginación se dispara y se tiende a la irrealidad, por lo que hay que confrontarla con la realidad.
El aburrimiento cansa más que la pereza: La falta de imaginación que ocasiona el aburrimiento es lo más frustrante para la psiquis.
Para descansar no hace falta mucho tiempo: En condiciones normales, el tiempo necesario para descansar es menor que el necesario para trabajar.
El trabajo que más cansa es el que se realiza mal: Un trabajo bien hecho, proyectado, ordenado y planificado descansa la mente, mientras que lo contrario generará mucho más cansancio.
La vida no se disfruta tanto por el descanso como por el trabajo placentero: Se trabaja durante la mayor parte de la vida, lo que requiere esfuerzo; hay que aprender a sacarle partido a ese esfuerzo.
Tomado de www.correofarmaceutico.com
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