La catedrática e investigadora de la Facultad de Sicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), estudió a 50 internos de la Penitenciaría Varonil, así como del Centro Femenil de Readaptación Social de Santa Martha Acatitla, para conocer qué es lo sucede en los cerebros de esta clase de delincuentes considerados peligrosos.
Los resultados de esas investigaciones fueron plasmados en el libro "Mentes asesinas- La violencia en tu cerebro", que hoy será presentado.
La especialista indica que esas personas tienen en común historias con madres frías, distantes y manipuladoras, pero que a la vez, veneran a la virgen María y a la Santa Muerte, en la búsqueda de un ser que los proteja.
"En general provienen de familias disfuncionales, no siempre pobres, con una madre fría y distante, un padre ausente con varias parejas en paralelo. Eran niños abandonados, porque su progenitora tuvo que salir a trabajar y quedaron al cuidado de alguna de abuela".
Agrega que muchos eran menores de edad impulsivos, desafiantes, problemáticos que crecieron entre gente que no sabía cómo atenderlos y que al llegar a la adolescencia crearon relaciones con grupos que si bien los valoraron, fueron una mala influencia. "Es en ese momento donde empieza un círculo anormal, en el que tienen que ver factores biológicos o ambientales".
Durante dos años y medio, Ostrosky-Solis escuchó relatos en los que, a sangre fría, presos le narraron los crímenes que realizaron. "Algunos me contaron peores hechos que los que los llevaron a la cárcel".
Uno, comentó la especialista, me dijo no estar arrepentido de matar y descuartizar a su amante; por el contrario se mostró como víctima pues ella lo había engañado.
Los estudios consistieron en varias pruebas: neurosicológicas, conductuales, ansiedad, depresión, sicopatía, escala de hostilidad y lo novedoso fue una de electrofisiología en la que a través de electrodos colocados en el cuero cabelludo del analizado se midió la respuesta de las neuronas mientras éste observa imágenes con contenido emocional.
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