La diferencia entre psicólogos y psiquiatras

Duda aún muy común José Andrés Jovel Munguía/Médico interno jovelmunguia@yahoo.com

Un psicólogo es un licenciado en psicología, que estudió un mínimo de 5 años para ostentar ese título. Un psicólogo también puede obtener un doctorado, con años extra de estudio y práctica (generalmente clínica). Un psiquiatra es un doctor en medicina general que cursó un programa de residencia en psiquiatría, con un mínimo de 3 años de estudios y práctica hospitalaria. Las subespecialidades en psiquiatría como paedopsiquiatría (que se ocupa de las enfermedades mentales y trastornos de la conducta en niños), adicciones o gerontopsiquiatría (en ancianos) suponen mayor tiempo de preparación. Existen distintos programas de formación. El año pasado estuve en una pasantía clínica en el programa de la Universidad Autónoma de Nuevo León en Monterrey, México, la cual se lleva a cabo en el Hospital Universitario Dr. José Eleuterio González. Psicólogos aspirantes a práctica clínica y residentes de psiquiatría atendían juntos a las mismas clases magistrales, discusiones y casos clínicos. Freud, Mahler, Skinner y Jung, entre otros, eran aprendidos por igual. La diferencia residía en los años de medicina general, en la práctica hospitalaria con turnos o guardias nocturnas cada 4 días y la capacidad de prescribir medicamentos cuando fuese necesario por parte de los galenos. Un dato curioso es que dichos aspirantes a profesionales de la salud mental, al menos mientras permanecían en formación, estaban obligados a atender al consultorio de un psicoterapeuta, periódicamente, como pacientes. Poca cosa, considerando la carga emocional que una profesión como esta, a ese ritmo de trabajo, conlleva para quien la escoge. He tenido la oportunidad de asistir a consultorios de ambos tipos de profesionales, y recuerdo que como paciente veía una diferencia abismal. Recuerdo que mi impresión del psicólogo fue que hacía demasiadas preguntas que yo consideraba innecesarias, haciéndose ver interesado; y que el psiquiatra ni siquiera me dio tiempo de parpadear cuando ya se encontraba prescribiéndome medicamentos. Es posible que esto le haya pasado a usted o a alguien allegado a usted. Ahora que soy un profesional por diplomarme me doy cuenta de que todo ello tenía su razón de ser. Por ejemplo, ante un trastorno de la personalidad (como lo es el trastorno de personalidad limítrofe o "borderline") los psicofármacos pueden ser útiles en muchos casos, especialmente en las crisis circunstanciales. Se sabe que muchas entidades clínicas estudiadas y tratadas por los profesionales de la salud son verdaderas enfermedades mentales, con cambios y desbalances orgánicos y funcionales. Es por ello que la diferencia esencial entre ambos gremios seguirá siendo eterna, pues cada uno apoya su versión del dilema causa-efecto: ¿qué sucede primero, el desbalance neurobioquímico que conlleva los cambios conductuales o viceversa? Vulgarmente puede ser comparado con el popular huevo y la popular gallina. La verdad es que para una atención integral, es necesario un abordaje multidisciplinario. Es lógico que un manejo dual de los trastornos mentales conlleve un mejor pronóstico. En nuestro país, el presupuesto para prevención y tratamiento de enfermedades mentales en el sistema público de salud es acentuadamente insuficiente. El Seguro Social invierte un porcentaje un poco mayor en este campo, lo cual es plausible. En este tema, el aforismo característico promocional del deporte "mente sana en cuerpo sano" indudablemente se invierte en pro de una mejor calidad de vida. El nivel de estrés manejado en el estilo de vida occidental muchas veces es determinante para la aparición de dolencias de este tipo, y a estas alturas de la realización humana y desarrollo social no debe existir espacio para tabúes sociales y estigmatización. Según pronósticos y estadísticas, es muy probable que en el futuro usted o algún familiar suyo necesite ayuda profesional que trate con la mente humana.

Tomado de www.laprensagrafica.com