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miércoles, 25 de abril de 2007

La virginidad no es un estado, es una funcion

La virginidad no es un estado, es una función
Por Jesús Reyes y Reyes
ruber_draco@hotmail.com

Virgen.- del latín virgo, virginis; muchacha. Persona que no ha tenido comercio carnal. Aplica a aquellas cosas que no han servido aún para aquello a lo que están destinadas Rel. Título con el que la Iglesia distingue a quienes se han consagrado a Dios con el voto de castidad. Uno de los grados que da la Iglesia, con el cual se distinguen los coros de las santas mujeres que conservaron su integridad y pureza.[1]

Teniendo ya las distintas acepciones de virgen, podemos continuar por hacer una clara distinción entre la muchacha (virgen) y la muchacha virgen (virgen intacta). Tomemos el signo zodiacal de Virgo (la virgen) símbolo de pureza, así es como se suele concebir a una mujer: pura, inmaculada, sumisa, hogareña, pasiva, receptora de la atención del hombre; cualquiera que salga de ésta definición, pudiera considerarse una mujer peligrosa. Aún después de la liberación femenina y todos los derechos otorgados que antes se le negaban, sigue imperando la imagen de la mujer pasiva en ciertas partes de la sociedad; y muy a pesar de que la tecnología avance tan rápido, el pensamiento de la humanidad aún sigue estancada en términos e ideas medievales7.

Y si nos referimos a la virgen intacta obviamente nos remitimos al himen como la forma de saber si la muchacha es “pura” o no. Es sabido que el himen algunas veces la mujer no lo tiene de forma congénita, que puede romperse después de varias relaciones sexuales, puede ser elástico y nunca romperse. Su única función “sería” controlar la salida de la menstruación. Si lo tomamos como indicador de “virginidad” tenemos que considerar si ya ha sido acariciada y besada por su pareja sin haber penetración, y si la hubo, se ha realizado por el ano de forma regular; ¿se puede decir que ésta mujer es “pura e inmaculada”? Habrá que establecer nuevos límites y definiciones de lo “virgen”; o podemos irnos arriba y ver qué dice de forma ambigua[2]: “Persona que no ha tenido comercio carnal”, otras definiciones son más exactas y refieren ya el contacto sexual. Entonces, ¿dónde empieza lo sexual (genital) y dónde la sexualidad? ¿Cuáles serían esos nuevos límites y definiciones en la “virginidad”? Podemos proponer el despertar a la sexualidad en pareja, el contacto sexual, no sólo genital, con fines eróticos (olvidándonos que el cuerpo y el sexo son impuros); cuando la mujer (y por qué no el hombre también) comienzan ese descubrimiento del otro, cuando se desea la unión consciente y concienzudamente con la pareja, cuando ya ha habido una comunicación y la relación se ha fortalecido lo suficiente para dar el siguiente paso, ambos habrán dejado la infancia para encontrarse con el otro, serán adolescentes que despiertan a la toma de decisiones, la vida productiva y la vida de pareja. Serán muchachas (de ahí el concepto virgen) y jóvenes que tratan de encontrar su camino. Algo que vendría acompañado de la castidad, que no es la abstinencia sexual solamente, sino tener ética sexual, pero más que hablar de bueno o malo, decente o indecente, podríamos decir que casto es la forma que elegimos desempeñar nuestra sexualidad con gusto y respeto, comunicar y compartir con el otro, y que no se sienta agredida u ofendida nuestra pareja.

Entrando al terreno religioso, la virginidad (entiéndase aquí como abstinencia sexual) como virtud no existe en la Iglesia Católica como valor moral. Tan sólo la “positiva de Dios” le da valor como forma de vida, obviamente consagrada a Dios, es decir, no es que rechace o que le tenga pavor al sexo, la virginidad como virtud únicamente religiosa es el renunciar a la vida en pareja o una vida como la de cualquiera a elección de consagrar su vida totalmente a servir y adorar a Dios. Esta virginidad sería por amor divino para que trascienda al mundo olvidándose totalmente de lo terrenal, aunque esto es solamente por el compromiso voluntario vuelto totalmente, repito, al servicio religioso.

Podemos confirmar entonces que la preferencia de una mujer virgen, y por otro lado el desprecio y el miedo por una que no lo sea es por parte del Hombre, como género. Hasta podríamos decir que alguna parte de nuestro “Don Juan” oculto; el donjuán escoge a su “victima” por su belleza y su candidez (por así decirlo, su virginidad), hace circo, maroma y teatro para conquistarla, cuando la seduce y “le quita la virginidad” éste sujeto sale huyendo de ella “porque ya no es virgen”; esto obviamente tiene rasgos histéricos. Es así que el hombre justifica el miedo a que una mujer le supere en conocimiento sexual (sólo a las prostitutas les estaría permitido, tanto por hombres como mujeres) y use el himen como “sello de garantía”, pero la mujer no es un objeto que se pueda comprar y después de usado, se deseche. Obviamente no todos los hombres tienen ese “miedo”, saben compartir y disfrutar la sexualidad con su pareja.


Mujer, la eterna virgen

Así, se puede decir que la mujer es la única que sabe si es virgen o no, y el revelarlo queda a su completa responsabilidad. Esto recuerda el caso de tres amigos que salieron con la misma mujer, en diferente tiempo, por supuesto; ésta les dijo a cada uno en el momento de tener relaciones sexuales que era virgen. Al primero podríamos creerle, ¿y a los demás? ¿Realmente ser virgen es un estado fisiológico? La virginidad no garantiza el no haber tenido relaciones sexuales, hay tantas formas de engañar y engañarse, como seres humano que somos.

La sexualidad de la mujer es eso: Ser Mujer. En el principio de este artículo veíamos que virgen también es una cosa que no ha sido utilizada para su propósito. No pretendo decir que tomemos a la mujer como vagina u objeto, la mujer no es un objeto; la vida de la mujer, repito, es desarrollarse laboral, física, espiritual, personal y sexualmente como mujer y que se le tome como tal, no porque trabaje en puestos que antes sólo trabajaban los hombres, sea considerada como hombre, mano de obra o un simple “recurso humano”. Entonces entran a escena los distintos roles y arquetipos de la mujer: La Creadora, La Destructora, La Amante, La Madre, La Sacerdotisa, La Musa y, obviamente, La Virgen, entre otras. Lejos de la vocación binaria de la mujer otrora- de “virgen”(niña, sumisa, pura, pasiva) o no “virgen” (mujer, activa, realizada, satisfecha). Vemos que la perspectiva de virgen no ha existido como se concibe hoy o no ha sido tan explícita como aquí lo vemos, y la otra se acerca más a la realidad por no decir que es la que podríamos calificar de funcional.


La función de la virginidad

Hablando de arquetipos y mitología, Diana, hija de Zeus, tomó la decisión de seguir virgen, y para eso solicitó la compañía de las ninfas del bosque para cazar y dedicarse a otros menesteres menos “femeninos”. El arquetipo de la Virgen aparece en las mujeres que luchan por sus propios valores y metas sin la necesidad de que un hombre las confirme, no es simplemente que permanezca pura e inocente. Esto ocurre con mujeres laboralmente exitosas que no tienen pareja, si no les importa eso, no hay problema; sin embargo, hay mujeres que se quedan solas pues su éxito laboral y económico espanta a los hombres o no les interesaba tener pareja hasta muy tarde. Hoy día, elegir entre tener o no pareja en la edad adulta no es un tema vital o de importancia social sino existencial, son asuntos que atañen en la intimidad y sólo la intimidad de cada persona.

Para concluir, la virginidad no es sólo una función, sino también una elección y no un estado al que están atados las mujeres (y probablemente los hombres). Y al ser una elección, hay infinidad de caminos por los cuales ejercer nuestra sexualidad. La virginidad tal y como la hemos concebido desde siempre, como virtud, nunca ha existido realmente aunado a la ley natural, por lo tanto lo que haga cada quien con su sexualidad y su cuerpo le incumbe a cada uno personalmente.

[1] Enciclopedia Salvat, tomo 12. 1971
[2] A mí me parece que sí.

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