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jueves, 22 de noviembre de 2007

No siempre las vacaciones ayudan a aliviar la carga de estrés

 
Lo aseguró a Hoy el presidente de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés, Daniel López Rosetti. Dijo que tienen que estar bien planificadas Afirmó que durante el último trimestre del año la cantidad de consultas crece al menos el 20 o 30%. El cansancio es el síntoma más común en los pacientes
 
 
Aunque acecha durante todo el año, el estrés se torna particularmente agresivo en el último trimestre, período en el que la cantidad de consultas se incrementa, al menos, 20% o 30%.
Lo aseguró a Hoy el presidente de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés (Sames), Daniel López Rosetti, que advirtió que es un error pensar que el problema se soluciona solamente con las vacaciones.
La cuestión es relativa y, como todo, depende de cada individuo en particular. "Enero permite reorganizar las actividades y recuperarse, pero depende de cómo uno lo encare", dijo el experto y agregó: "Las vacaciones no tienen por qué disminuir la carga de estrés, menos aún si no se planean como corresponde".
"Si uno está estresado y se maneja bien seguramente le serán de ayuda, pero no hay que olvidar que hay quienes se estresan en sus períodos de descanso debido a la sobrecarga de actividades". Por eso, lo más atinado es realizar la consulta médica una vez que aparecen los síntomas.
En ese sentido, explicó que los indicios que se tornan más frecuentes a esta altura del año son el cansancio, la disminución del rendimiento laboral, la merma en la capacidad de memoria y el menor grado de concentración.
"El cansancio es uno de los síntomas que predomina y se torna más notorio durante el horario del día que va entre el final de la tarde y las primeras horas de la noche", explicó López Rosetti.
De ahí se pasa a una desagradable sensación de agotamiento físico, que muchas veces requiere tratamiento profesional para superarlo.
Momento de balance
Consultado acerca de los factores que decantan en dicha afección, el experto señaló que en primer lugar "el agotamiento de marzo o abril no es el mismo que el de noviembre o diciembre". Y a ello se suma la proximidad de las fiestas de fin de año, que no todos reciben con la misma predisposición.
"Las fiestas son un elemento sensible para la mayoría de las personas e influyen en el estado anímico. Es común que cuando el profesional realiza la entrevista, el paciente le diga encima vienen fiestas..."
"Quizá les duele el recuerdo de los familiares que ya no están. Pero el último segmento del año, también invita al balance existencial, es decir a plantearse lo que logró (a lo largo de los doce meses) o a enumerar las metas que pudo alcanzar".
Para algunas personas la evaluación anual puede resultar traumática, sobre todo para aquellas que la afrontan con obsesión.
¿Cómo se resuelve? "Con consultas", dijo López Rosetti y agregó que "muchos son pacientes que ya se habían atendido y regresan a fin de año", porque ven reaparecer los síntomas a los que se hizo mención.
Claro que también son varios los que sienten aquel insoportable cansancio por primera vez en su vida, y acuden a los consultorios en busca de ayuda para
superar inconvenientes como la falta de creatividad y las contracturas cada vez más frecuentes.
Tomado de www.diariohoy.net

Con tratamiento, la claustrofobia puede superarse

 
 
Reportero: Monire Pérez López 

 
 

El simple hecho de estar en el andén provoca miedo intenso. Entrar al vagón desata una crisis de ansiedad. Cuando las puertas del Metro se cierran, la situación es incontrolable para quien padece claustrofobia.

"Los lugares cerrados, lugares que no conozco, que no sé dónde esté la salida, por ejemplo, que no pueda escapar rápido, que no esté cerca de la salida eso me da mucho miedo", expresó Christian Martínez, paciente con claustrofobia.

El Metro, un túnel, un elevador o cualquier habitación cerrada y pequeña representa un peligro que provoca una reacción exagerada.

"Su mismo organismo va reaccionando con taquicardia, con respuestas de sudoración profusa, una sensación de ansiedad anticipatoria bastante severa que cuando se da la entrada al espacio cerrado esto explota en una ansiedad exageradísima", comentó Miguel Palomar Bahena, psiquiatra del Hospital Regional "Morelos", del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).

En el caso de Christian, la ansiedad llegó a tal grado que dejó de viajar en Metro.

"En los espacios en donde el Metro tenía un lugar abierto no había problema, pero cuando empezaba a acercarme a los pasillos de abajo en donde había mucha gente o a subirme a los vagones en sí era horrible, no podía estar, a veces me tenía que salir corriendo del Metro para tomar aire", manifestó Christian Martínez.

Las fobias son un trastorno de ansiedad que ocupa el segundo lugar entre los padecimientos mentales en el país.

Se calcula que 10% de los mexicanos tiene alguna fobia. En más del 72% de los casos se trata de una fobia específica como el miedo a los lugares cerrados.

"Las cosas se pusieron más difíciles hace como un año y medio. Yo de plano ya no podía salir de mi casa, me daba mucho miedo muchas cosas", señaló Christian Martínez.

"Eso evita que puedan trasladarse y tener actividades cotidianas, subirse al Metro, subirse a un camión, no poder subir a un edificio alto si no es por las escaleras, porque tienen miedo al elevador", apuntó Georgina Cárdenas, del Centro de Servicios Psicológicos Guillermo Dávila, de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

La claustrofobia puede superarse con la ayuda de un psicólogo, un psiquiatra o ambos. Éste último otorgará un tratamiento farmacológico para reducir la ansiedad.

"Inicia principalmente con inhibidores selectivos de la recaptura de serotonina para quitar todos estos síntomas ansiosos, fóbicos y una vez ya controlado esto puede iniciarse una terapia cognitivo-conductual para manejar este miedo a", explicó Iris Cimencio Tenorio, psiquiatra del Hospital Regional "Morelos" del IMSS.

Uno de los recursos que utiliza la psicología es la desensibilización sistemática.

"Al paciente se le somete a sesiones de relajación y a través de la imaginaria se le va induciendo a acercarse al estímulo fóbico, en el caso que tú mencionas, de los espacios cerrados, a imaginarse en un lugar en un principio cerrado y que el paciente vaya tolerando esa cercanía", indicó Claudia Reyes Ortiz, terapeuta de Psicología Integral A.C.

La claustrofobia también puede tratarse utilizando la realidad virtual.

A través de estímulos visuales y sonoros, el paciente se enfrenta a la situación temida, por ejemplo, estar bajo un túnel o entrar a un elevador.


"Muchos de esos pacientes temen que se van a asfixiar, se van a quedar sin aire, les va a dar un infarto, realidad que no está pasando. Los confrontamos con esas ideas irracionales que ellos tienen acerca de su miedo", declaró Sandra Muñoz, del Proyecto con Realidad Virtual de la Facultad de Psicología de la UNAM.

Con tratamiento, la claustrofobia puede superarse entre tres y seis meses. Sin embargo, los especialistas señalan que el principal problema de ésta y otras fobias es que quienes las padecen prefieren evitar el objeto o la situación que les provoca miedo, que buscar ayuda.
 

Vergonzoso: explica cómo pegarle a una mujer

 
 
Un clérigo saudí dio una muestra de cómo "disciplinar" al denominado "sexo débil". Entre sus dichos, destaca que "los golpes deben ser suaves y no en el rostro, y puedes hacerlo con un cepillo de dientes". La exposición

Si algo desata la ira de los sensatos es la violencia contra el sexo femenino. Y éste es un caso que pasa el extremo.

Mohamed al Arifi es un clérigo saudí que detalló en la televisión libanesa cómo "educar a una mujer".

Aunque sostiene que la violencia es la última opción, afirma que es necesaria para poder disciplinar a la esposa.

"Primero, amonéstalas (...) si esto no ayuda, rechaza compartir la cama (...) no le respondas", explica como primer paso de este 'métodoeducativo'. "Él tiene que mostrarle a ella que está enfadado". Si esto no ayuda, y la mujer se muestra feliz por dormir sola, prosigue el clérigo, "¿Cuál es la tercera opción?". "Golpearla", contesta uno de los jóvenes invitados.

Pero, para el clérigo, no todas los lugares y maneras para pegar son válidos y explica dónde hacerlo y cómo hacerlo.

"Golpear en la cara está prohibido, incluso si se trata de animales (...) los golpes deben ser suaves y no en el rostro".

"Si la pegas, debe ser suave y no debe afear su rostro. Debes hacerlo donde no deje marcas, donde no hagas daño".

Además, Mohamed al Arifi expone distintos métodos al sostener que no la "golpea con una botella de agua, un plato o un cuchillo. Esto está prohibido. Fijaos qué suave es hacerlo con un cepillo de dientes. Muestra que el propósito no es provocar sufrimiento".

Asimismo, explica que el objetivo de pegarle a una mujer es mostrarle que "ha ido demasiado lejos", sin embargo reta a los hombres que dan puñetazos como si fuese una pared. "Eso está prohibido", concluye.
Tomado de www.infobae.com

¿Qué hacer ante una infidelidad?

  recuperar la intimidad emocional 


 En vez de dejar el tema sin hablarlo, hay que sacarlo a relucir para recuperar la intimidad emocional. Ambos estarán curados cuando puedan incluso bromear sobre ello: ya lo han asimilado y se sienten a gusto.




Autor: Blanca Márquez Rascón

Es una pregunta de difícil solución. La sensación de desánimo, de impotencia, de inseguridad se apodera de uno. La primera infidelidad es como la pérdida de la inocencia y deja cicatrices difíciles de curar: puede que la relación nunca vuelva a ser la de antes.



Pero no siempre para mal. A veces el desliz o la aventura da pie para construir una relación más sincera. Para ello el "arrepentido" debe evitar cualquier contacto con el amante y adelantarse a responder todas las preguntas que le haga su pareja.



El miedo a perdonar



El temor de muchas personas es el de perdonar y luego que se vuelva a repetir la situación. A algunas personas les gusta por naturaleza sentirse con la capacidad de conquistar y necesitan continuos devaneos.

A veces deciden terminar con la historia cuando se dan cuenta de que su unión vale mucho más. Incluso aunque no den importancia a sus constantes flirteos, si ven el dolor que causan pueden cambiar.



Para que una relación vaya bien debe haber una correspondencia entre lo que ofrece y lo que recibe cada uno. Es como una llama que no se puede apagar. Un dato importante es que solo el 10% de las personas que dejaron a sus parejas por otras continúa indefinidamente con ellas.

Cuando se acaba el embrujo de lo prohibido y se instala la rutina, se suelen reproducir los mismos roces que se tenían.


Muchas veces creemos que las parejas, así como inician, se van a mantener. Sin embargo, tal como el ser humano va cambiando a través de la vida, la pareja también va pasando por etapas. Lo sano sería tratar de crecer más o menos juntos. Cuando se presenta una infidelidad, es


La crisis no siempre es sinónimo de ruptura, y la prueba más contundente de ello es que muchos hombres y mujeres logran superarlas. Lo fundamental es el deseo de hacerse bien estando juntos.

Los motivos que ponen en peligro la continuidad de una pareja pueden ser casi infinitos, sin embargo, hay algunos factores que son más recurrentes: problemas económicos, conflictos con la familia de origen de uno de los dos, fantasmas en torno a la infidelidad, crisis con el o la ex y frustración por no haber podido transformar la personalidad del compañero/a.

Este último desencadenante es digno de un capítulo aparte, pues una relación que se inicia sin que el hombre y la mujer que la integran se acepten tal cual son, no tiene un buen pronóstico



¿Ser infiel o no serlo? Esa es una pregunta que todos nos hacemos antes de serlo con nuestra pareja. Una vez superado esto ¿realmente somos infieles por placer o por necesidad. ¿Pero realmente la infidelidad sacia estas necesidades?

Eso depende realmente de cada persona, hay gente que con un poco de infidelidad ocasional tiene suficiente (y mas si es puro sexo) pero pocas veces se repite con la misma persona (...si te he visto no me acuerdo).


Valores importantes en el matrimonio


Según ciertos estudiosos del matrimonio, antes de los años 60's no se hablaba mucho de comunicación en el matrimonio. A partir de entonces, los consejeros matrimoniales y psicólogos comenzaron a hablar de la importancia de la comunicación en el matrimonio, haciendo de ella el soporte principal donde descansaba el éxito matrimonial.

Los diferentes libros y artículos escritos de esa época hacia acá son los mejores testigos de eso. Por supuesto que se hablaba de otras cosas, pero casi todas alrededor de la comunicación en pareja.


Sin embargo, cuando se refiere al matrimonio, la comunicación es sólo uno de los aspectos importantes para que un matrimonio tenga éxito.


Primero que nada, después de que la pareja se ha comunicado tiene que venir un compromiso. El compromiso que se adquiere cuando dos personas negocian un asunto y llegan a un acuerdo. El compromiso de no regresar atrás y respetar los acuerdos hechos.


· Respeto. Ya se mencionaba el respeto al compromiso adquirido. Pero es prudente mencionar también el respeto entre sí. Respetarse es venerarse, tener consideración y amabilidad, obsequiarle a la pareja atenciones y delicadezas, cuidar su lenguaje. Es aceptar al cónyuge tal y como es, sin críticas ni quejas.


· La ayuda mutua. Ayuda mutua es la cooperación en todo, en las buenas y en las malas, en la enfermedad y en la salud, en la pobreza y en la abundancia, en las labores del hogar y en la educación compartida y comprometida a sus hijos, en la disciplina y en la educación en la fe. A través de la ayuda mutua la pareja se complementa, se integra, progresa, se perfecciona y alcanza la felicidad que tanto anhela.


· La fidelidad. La fidelidad no es fácil. Se podría pensar que la fidelidad es sólo el hecho de un nuevo amor de parte de uno en la relación. Esta es sólo una forma de infidelidad, porque se es infiel cuando no se respeta el compromiso que se hizo al contraer matrimonio. Se es infiel cuando por negligencia no se le dedica el suficiente tiempo al cónyuge o a los hijos. Se es infiel cuando los amigos o las amigas personales tienen el primer lugar sobre el cónyuge o los hijos. Se es infiel cuando sólo amo con un amor condicionado a ciertas exigencias para mi conveniencia.


· La humildad. La humildad simple y sencilla que lleva a los esposos a preocuparse más de sus deberes que de sus derechos. Gastarse y desgastarse por hacer feliz a su pareja.


· La paciencia. La paciencia lo salva todo. Impide a los esposos irritarse ante sus debilidades, y los lleva a amarse hasta en sus defectos. La paciencia es la base del crecimiento personal y de pareja.


· La confianza. Es de suma importancia que en la pareja haya una confianza absoluta. No se oculten nada. Que no haya sombras que den paso a los malos entendidos. No acumulen resentimientos ocasionados por la desconfianza. Es mejor aclarar todas las dudas, para que cada nuevo amanecer sea claro y brillante.


· La Libertad. La libertad se entrega por amor, y por amor a la libertad nos atamos al matrimonio. Es importante no esclavizar al cónyuge, dejándole libre para que crezca como ser humano. No la domines, ámala.


· Debe ser consecuencia de un gran amor. Es ahí donde se descubre el misterio de la sexualidad, en el amor de los esposos. El acto sexual es una manifestación de amor que sobrepasa las limitaciones de las palabras. Una manifestación que expresa el amor, el afecto, la unidad que un esposo y su esposa deben compartir en medio de todas las responsabilidades y trabajos de la vida diaria. Dios creó al acto sexual como una bendición para el matrimonio y una fuente de gozo para el hombre y la mujer.


· Responsabilidad. Ser responsable no es únicamente llevar al hogar lo necesario para cubrir las necesidades materiales.


· El amor. No es por ser menos importante que se ha puesto de último. El amor es lo que da sabor a todo lo demás. El amor es el vehículo que hace que todos los elementos anteriores entren en relación en la vida matrimonial. Es el que da sentido y valor al matrimonio. Si no hay amor, todos los otros valores se desmoronan y el matrimonio se termina. enplenitud.com

Tomado de www.corrientesnoticias.com.ar

Adolescencia normal vs adolescencia patológica

 
     
   
 
 La adolescencia es un período de transición entre la pubertad y la vida adulta. En las diferentes sociedades este período puede variar según el reconocimiento de la condición adulta que se le da al individuo Etimológicamente la palabra no significa "adolecer" o "carecer" de algo, a diferencia de lo que muchos creen, ya que deriva del verbo latín adolescere que significa crecer.

Esta transición se realiza no solamente desde el punto de vista biológico (aumento de peso, talla y secreciones hormonales) sino que se extiende a esferas psíquicas, sociales, intelectuales y sexuales.

En general la duración de la adolescencia se ha prolongado en la medida en que en las sociedades industriales se ha incrementado el período de dependencia. Es muy difícil señalar el límite entre lo normal y lo patológico en la adolescencia, ya que toda la conmoción de este período debe ser estimada como normal pero sí podría considerarse como anormal la presencia de una estabilidad total en el sujeto durante dicho proceso.

El adolescente atraviesa por desequilibrios e inestabilidad extremas de acuerdo a lo que conocemos de él. Nos muestra períodos de ensimismamiento, alternando con audacia, timidez, incoordinación, desinterés o apatía que se suceden con conflictos afectivos, crisis religiosas que pueden ir del ateísmo anárquico al misticismo fervoroso, intelectualizaciones y preguntas filosóficas, conductas sexuales dirigidas desde la masturbación hasta la homosexualidad ocasional.

Por todo esto, a dicha etapa se la prefiere llamar "síndrome normal de la adolescencia", ya que podemos observar la conducta juvenil como algo aparentemente seminormal o semipatológico, pero que desde el punto de vista de la psicología evolutiva y de la psicopatología aparece como algo coherente, lógico y normal, como período de crecimiento.

Las características del llamado síndrome normal de la adolescencia son:

1. Búsqueda de sí mismo y de la identidad.

Desde la pubertad comienza a haber varios cambios físicos que van desde la activación de las hormonas que producen el estímulo necesario para la activación sexual, la producción de óvulos y espermatozoides maduros, el desarrollo de las características sexuales primarias y secundarias, así como las modificaciones fisiológicas del crecimiento general del cuerpo. Tomando en cuenta que el esquema corporal es la representación mental que el sujeto tiene de sí mismo, aquí es de fundamental importancia el duelo con respecto al propio cuerpo infantil perdido, que obligan a la modificación del esquema corporal y del conocimiento físico de sí mismo.

Al mismo tiempo que ocurren estos cambios, el adolescente va integrando las concepciones que de él mismo tienen otras personas, grupos e instituciones y va asimilando los valores que constituyen su ambiente social. Por lo que es necesario ir integrando todo lo pasado, lo experimentado, también lo que había sido desechado con las nuevas exigencias del medio y con las urgencias instintivas y sus relaciones interpersonales.

El adolescente necesita darle a todo esto continuidad dentro de su personalidad. Todo esto lleva en algunos casos a una identidad negativa, ya que es preferible ser drogadicto o burlón a no ser nadie, esto es lo que lleva a problemas como delincuencia, pandillas, drogas, etc. El adolescente al estar sobrecargado de tantos cambios empieza a adoptar distintas identidades ya que recurre a las que se le presenten como más favorables en ese momento, por lo que hay identidades transitorias adoptadas por un cierto período, identidades ocasionales que se dan ante situaciones nuevas, e identidades circunstanciales que suelen confundir a los adultos.

Estas identidades son adoptadas simultáneamente por los adolescentes y están relacionadas con el proceso de separación de los padres y con la búsqueda y aceptación de una identidad independiente.

2. Tendencia Grupal.

En esta búsqueda de identidad el adolescente recurre como comportamiento defensivo a la uniformidad grupal que puede brindar seguridad y estima personal por lo que surge el espíritu de grupo. A veces el proceso de identificación masiva es tan intenso que la separación del grupo parece imposible y el individuo pertenece más al grupo que a su familia, por eso se inclina a los dictados del grupo en cuanto a vestimenta, preferencias, costumbres, etc.

Así como puede llegar a presentar actitudes violentas y actos de tipo vandálicos, donde algunas personas pueden llegar a quedar estancados. Se transfiere al grupo gran parte de la dependencia que antes se mantenía con los padres. Pareciera que el adolescente no tuviera nada que ver con lo que hace, lo que puede explicar actitudes que aparentemente implican una gran independencia de sus padres pero que se contradicen inmediatamente con demandas y pedidos de ayuda que revelan la extrema dependencia que en realidad siguen teniendo.

3. Necesidad de Intelectualizar y Fantasear.

Esta es una de las formas típicas del pensamiento adolescente, ya que la necesidad que la realidad impone de renunciar al cuerpo, al rol y a los padres de la infancia, enfrentan al adolescente con una vivencia de fracaso o impotencia frente a la realidad externa, esto lo obliga a recurrir al pensamiento para compensar las pérdidas que ocurren dentro de sí mismo y que no puede evitar. Tal huida al mundo interior permite una especie de reajuste emocional.

4. Crisis Religiosas.

El adolescente puede pasar por momentos de ateísmo y otros de devoción como situaciones extremas, ya que quiere dudar, quiere buscar, no decidirse, se pregunta quién es, para luego intentar darse una respuesta más o menos adecuada.

5. Desubicación Temporal.

Las urgencias que puedan tener son enormes por lo que a veces las postergaciones son aparentemente irracionales para ellos y al mismo tiempo pueden dejar pasar de largo o muy tranquilamente otras cosas, por lo que se busca que el adolescente poco a poco vaya integrando estas demandas con el tiempo real.

6. Evolución Sexual desde el Autoerotismo hasta la Heterosexualidad.

Se presenta un oscilar permanente entre la masturbación y los comienzos del ejercicio genital; se presentan la menstruación y la aparición del semen por lo que al ir aceptando su genitalidad inicia la búsqueda de la pareja en forma tímida pero intensa. Es el momento típico de enamoramientos fugaces e intensos, las caricias llegan a ser cada vez más profundas. La relación genital completa que ocurre en la adolescencia tardía es un fenómeno mucho más frecuente (40% al 60%) de lo que habitualmente se considera en el mundo de los adultos. La curiosidad sexual es frecuentemente expresada a través del exhibicionismo y el "voyeurismo" que se manifiestan en la vestimenta, el tipo de bailes, etc.

Es necesario tener siempre el concepto de bisexualidad y aceptar que la posición heterosexual adulta exige un proceso de fluctuaciones y aprendizaje en ambos roles, por lo que no deben considerarse patológicas las ocasionales experiencias homosexuales entre adolescentes. La forma en que integren su genitalidad dependerá en gran medida de los padres, la relación que éstos tengan y la información y comunicación que se maneje dentro de la familia, ya que la carencia de estos pilares es lo que lleva a embarazos no deseados, abortos, culpas y enfermedades venéreas hasta el sida.

7. Actitud Social Reivindicatoria.

No hay duda de que la constelación familiar es la primera expresión de la sociedad que influye y determina gran parte del comportamiento de los adolescentes. Pero el medio en el que se vive determina nuevas posibilidades de identificación y la incorporación de una gran cantidad de pautas socioculturales y económicas.

8. Contradicciones Sucesivas en todas las Manifestaciones de la Conducta.

Su conducta está dominada por la acción, hasta el pensamiento necesita llevarse al acto para poder ser controlado, por lo que el adolescente no puede mantener una conducta rígida, permanente y absoluta aunque muchos lo intentan y la buscan. La personalidad del adolescente es como una esponja, es permeable, recibe todo, por eso es que se habla de una anormalidad normal, ya que hay una inestabilidad permanente. El mundo adulto no tolera los cambios de conducta y exige del adolescente una identidad adulta que por su puesto no tiene por qué tener. Sólo el adolescente que presente problemas podrá mostrar rigidez en su conducta y no buscar rebelarse.

9. Constantes Fluctuaciones del Humor y del Estado de Ánimo.

Al presentarse tantos cambios en su vida tanto física como en sus conductas y gustos, el adolescente pasa por una serie de cambios en su estado de ánimo, que muchas veces ni él mismo puede llegar a comprender. Pero esto es debido a que ya que todo está cambiando tan rápidamente dentro de su vida pues de la misma manera cambia su humor.

10. Separación Progresiva de los Padres.

Así como los adolescentes se encuentran bajo una gran tensión debido a los cambios vividos y sufridos, sus padres se encuentran bajo la misma tensión por lo que el período de separación es difícil para ambos, ya que las dos partes tienen que renunciar a la fase infantil que tanto los unía para dar paso hacia la madurez en su relación.

La imagen internalizada de los padres con roles bien definidos permitirá una buena separación de éstos y facilitará al adolescente el pasaje a la madurez para el ejercicio de la genitalidad en un plano adulto.

A modo de conclusión me gustaría agregar que no debe constituirse esta etapa de desarrollo como un duelo de poder y fuerza ya que se acrecenta el carácter agresivo y el sentimiento de inferioridad característicos de este período. La actitud de los padres debe ser equilibrada, con afecto y brindando apoyo, información y orientación en la búsqueda de la identidad y hacia una autonomía. De esta manera, se logrará un camino mucho más sencillo y fructuoso hacia la madurez y la tranquilidad tan añorada tanto por el adolescente como por su familia.

No es sencillo determinar que la adolescencia se caracteriza por ser anormal por todo lo que en ella ocurre, se vive y se sufre, tanto para el adolescente como para su entorno familiar y social, pero todos estos cambios son los que nos llevan a lograr integrar nuestra personalidad. (todamujer.com)

Al haber tantas altas y bajas debidas a los cambios

*Muchos podrían llegar a considerar las actitudes de los adolescentes como patológicas

*Pero lo realmente patológico sería no sufrir todos estos cambios que van acompañados por la confusión

 

Aprenda a manejar una situación de infidelidad y divorcio con sus hijos

 


Elsy Reyes le ayuda a superar con mayor facilidad este complicado proceso

Uno de los golpes más fuertes que puede sufrir una relación de pareja es la infidelidad. Es cierto que cada 'cabeza es un mundo' y cada quien reacciona diferente ante las situaciones que la vida nos presenta, sin embargo también es cierto que para la mayoría de la gente la infidelidad es algo imperdonable y sin remedio.

Cuando una pareja cae en la desdicha de la infidelidad se fragmentan muchas cosas, pero lo más afectado siempre es la confianza. Cuando se pierde la confianza y la seguridad, tanto en la pareja como en uno mismo, es casi imposible restablecer algún vínculo en el futuro.
La mayoría de las parejas que sufren de infidelidad nunca logran recuperarse y por lo tanto se separan. Podemos decir que cuando se trata de parejas jóvenes reponerse no resulta tan complicado, contrario a lo que sucede con parejas antiguas y con hijos de por medio.

Cuando hay un caso de infidelidad, los especialistas siempre recomiendan que el tema se trate con calma antes de tomar una resolución, con la intención de descubrir si hay alguna posibilidad de solucionar el problema o simplemente para terminar la relación en paz. Si la situación es irreparable, entonces la solución es la separación absoluta o el divorcio.

Ciertamente, el divorcio tampoco es algo fácil de manejar y de superar, pero muchas veces es necesario para el bienestar tanto personal como de los hijos, que son los que sufren más cuando algo así sucede.

Muchas personas tienen la capacidad para superar la separación de su pareja por si solas, pero hay otras que necesitan tratamientos y terapias especiales que les ayuden a recuperar la seguridad y el ánimo para seguir adelante. Sea cual sea su caso, si usted esta pasando por una situación similar y esta segura de que la determinación a la que llegó es la mejor para usted y sus hijos (si es que los tiene), entonces no quite el dedo del renglón y 'manos a la obra'.

A continuación, Elsy Reyes le presenta una serie de consejos que le ayudarán a enfrentar y manejar de mejor manera el difícil proceso del divorcio, y que le permitirán orientar correctamente a sus hijos durante esta etapa.

- Una vez que tome su determinación final, procure busca siempre su bienestar, ya que en la medida en que usted actúe y enfrente el conflicto, sus hijos la verán como un ejemplo a seguir y reaccionarán positivamente.

- Siempre actué concientemente y con la mayor cordura posible. Sus hijos imitarán la actitud que usted adopte: si la ven fuerte, reaccionaran con valor; si la ven débil y que se deja pisotear, reaccionarán temerosos e inseguros. Sus hijos heredarán los mismos patrones, los cuales pueden beneficiar o afectar su concepto del amor y el matrimonio.

- Si durante el proceso del divorcio o de la separación siente que no puede sola con la carga, busque ayude para usted misma y para sus hijos.

- A partir de los 6 años, los niños son capaces de comprender cualquier situación siempre y cuando se les explique con amor y claridad.

- Dependiendo de su edad, oriéntelos, hábleles con claridad y hágales saber lo que es la infidelidad.

- Por estar en medio de la situación, lo hijos se pueden confundir con mucha facilidad. Por eso siempre debe hablarse con claridad, utilizar las palabras adecuadas y con tranquilidad.

- Sin importar lo que haya sucedido entre su pareja y usted, NUNCA le hable mal a sus hijos de su padre.

- Durante el proceso de la separación es muy importante que se mantenga cerca de sus hijos y que les recalque ellos no son culpables de nada y que su padre siempre estará cerca para apoyarlos.

- Tome decisiones sabias. Antes de que en casa comiencen los conflictos y los abusos emocionales, póngale remedio a la situación.

- EL conflicto entre usted y su pareja es únicamente suyo, no involucre a sus hijos.

- Evita a toda costa pelear y discutir enfrente de sus hijos.

- Tenga la edad que tengan, siempre mantenga una comunicación clara y estrecha con sus hijos.

- De ser necesario, busque ayuda para sus hijos en terapias y trate de buscarles alguna actividad para que se mantengan ocupados.

- La infidelidad es una herida que afecta a toda la familia, por lo tanto la recuperación debe ser integral.

Recordemos que para la infidelidad nunca habrá justificaciones. Una vez roto el vínculo del amor, la honestidad y la confianza, el deseo y la dedicación, no hay nada que se pueda reconstruir, ya que si se permanece en ese estado de desconfianza, dolor y resentimiento es muy difícil lograr el crecimiento personal.

Tomado de www.esmas.com

Porque es mujer

 

 

El voto del domingo pasado pone al país en un club todavía pequeño, de los que fueron o son gobernados por mujeres. ¿De qué manera el género condiciona al gobernante? ¿Ventaja, deber o resquicio para los ataques? Dos puntos de vista sobre un tema que recién empieza.

     

MARTA DILLON

¿Y cómo gobierna una mujer?

Hay un dicho bastante soez pero no por eso menos común que llama a las mujeres a "aguantar las cachas" como sinónimo de resistir o mejor, de aguantar algún mal momento o bien un exceso de gimnasia. Aguantar las cachas es ni más ni menos que cerrar las piernas, mantener los músculos apretados y así contribuir a que pase el temporal, la sesión de sentadillas, el momento difícil. Las piernas cerradas... Difícilmente se pueda hallar una figura más conservadora para graficar lo que se les exige a las mujeres desde tiempos inmemoriales: que se sienten como señoritas, que junten las rodillas, que la luz entre los muslos sea sólo producto de haberlos torneado finamente. Trasbordar estos conceptos a lo que se espera de una mujer en el gobierno puede resultar una operación arbitraria, sin embargo que sostengan la gobernabilidad –que "aguanten"– es tanto una exigencia como un interrogante que se abre aun cuando la mujer en cuestión no exhiba datos de debilidad o de falta de apoyo popular. No se trataría de una mujer en particular sino de "la mujer", esa entelequia inexistente que pretende hacer aparecer al género como una unidad, un otro –otras–- uniforme y parejo en relación con la multiplicidad de maneras de ser hombre. Siguiendo este hilo de pensamiento, pareciera que los logros de una tiñen tímidamente al resto y los fracasos en singular se transforman rápidamente en lo que las mujeres no pueden hacer o no deben hacer o hacen de determinada manera.

¿Y cómo gobierna una mujer? Que para el sentido común del largamente arraigado machismo sería lo mismo que preguntarse ¿cómo gobiernan las mujeres? Revisando a vuelo de pájaro la experiencia internacional se podría decir que atentas, sobre todo, a la gobernabilidad, ya que la embestida misógina no viene de la oposición sino que es transversal. Le sucedió a Michelle Bachelet en Chile a pesar de haberse sostenido con poca zozobra en el Ministerio de Defensa cuando su antecesor Ricardo Lagos era presidente y haber dejado claro que no era precisamente débil. Aun así, una vez en el Palacio de La Moneda la gobernabilidad se forjó nombrando a algunos personajes ligados a la derecha que allí permanecen, como su canciller Alejandro Foxley. Es cierto, ella se reúne con los líderes de centroizquierda, pero parece un gesto para la foto –¿la posteridad?– más que un ejercicio práctico de gobierno. De la alemana Angela Merkel no hay mucho que decir, ya que ella llegó al poder asentando sus reales a la derecha del anterior gobierno y habiendo iniciado el camino desde la oposición. Otros nombres de presidentas se pueden recordar –Corazón Aquino, Violeta Chamorro, Benazir Bhutto– y siempre estaremos en el mismo hemisferio político. ¿Será responsabilidad de la izquierda –que la tiene, la tiene– o será que el solo hecho de ser mujer da patadas tan sensibles a los atrios del poder que además sumar progresismo sería demasiado?

De todos modos, una mujer no son todas las mujeres. Ni tres ni cinco ni diez son todas las mujeres. Cristina Kirchner no es Bachelet y hasta ahora no la han obligado a hornear galletitas como a Hillary Clinton, que cada tanto debe ocultar su inteligencia si quiere que el electorado norteamericano no le sea esquivo. O lo que es peor, votar a favor de la continuación de la ocupación en Irak so pena de que la consideren débil. ¿Por demócrata? No, por mujer.

Cristina K. no tiene definiciones tan escandalosas como las que se dan en el país del norte y hasta cuesta en los márgenes de nuestro sistema político definir izquierda o derecha más allá de determinadas políticas que modificarían la vida privada y por lo tanto también la pública, como puede ser el matrimonio entre personas del mismo sexo, la paridad de género asegurada por ley, la despenalización del aborto –en fin, buena parte de la agenda feminista–, y también la política en relación con la seguridad y los derechos humanos. En este sentido, la venia de la Iglesia Católica a las primeras palabras y gestos de la presidenta no parecen muy auspiciosos, al menos para quienes buscan un Estado laico. Asusta sobre todo porque buena parte de la beligerancia de la Iglesia hacia el Gobierno en el último tiempo fue en respuesta a políticas que de algún modo les quitaban poder a las sotanas sobre el cuerpo de las mujeres, templo exquisito del disciplinamiento católico. Habiendo una mujer ahí, en la punta de la pirámide política, ¿que querrá la Iglesia con esta venia por escrito que acaba de enviar a la presidenta? ¿Afianzar lazos, contribuir a la gobernabilidad? ¿Cuánto habrá que ceder para eso?

Néstor Kirchner pudo gobernar sin la Iglesia de su lado, como también gobernó sin grandes represiones al conflicto social –aunque las hubo, sobre todo en las provincias–, incluso se dio el gusto, al principio de su gobierno, de obligar al entonces jefe del Ejército Roberto Bendini a descolgar los cuadros que entronaban a los represores. Esos gestos, esas rupturas antes de este presidente impensadas ¿cómo se verían llevadas a cabo por una mujer? ¿Cuántas chances hay de que se la acuse de loca, histérica u otros epítetos que con tanta facilidad aparecen para juzgar a las mujeres?

La pregunta sobre si Cristina podrá gobernar sin tener que moderar su discurso y la herencia de su marido hasta limarla de esas asperezas que tanto irritan a la derecha puede ser fruto del miedo, la paranoia o la falta de experiencia. Pero ahí está, sobrevuela a través de la experiencia de otras mujeres. Hay un dato a favor, sin embargo, y se puede leer también en su discurso inaugural el domingo pasado y fue cuando pidió apoyo a sus "hermanas de género". Por primera vez la presidenta nombraba esa palabra, "género", y apelaba a sus iguales. Las hay en sus filas, mujeres que saben de qué se trata tanto la perspectiva de género como las posibles reacciones misóginas y que seguramente podrían colaborar en esa ingrata tarea de aguantar las cachas, no para cerrar las piernas sino para barrenar sobre las olas de los tiempos que vienen.



SANDRA RUSSO

La trampa patriarcal

Las últimas palabras que pronunció la presidenta electa, las que repitió mientras su voz ya se alejaba del micrófono el domingo pasado, después de celebrar el triunfo, aludieron a la conciencia de género. Si hubiese ganado Elisa Carrió, probablemente también habría mencionado la conciencia de género. Estas mujeres, que piensan políticamente de maneras tan opuestas, desde hace mucho tiempo han hecho suya esa bandera, la comparten, como tantas otras mujeres que no tienen entre sí más puntos en común que esa conciencia de pertenecer a un género históricamente tan discriminado. Hace medio siglo no votábamos.

La palabra género, que Cristina K. soltó y dejó flotando en el aire, tiene a su vez una historia que incluye batallas argumentales, horas de negociaciones y urgentes consultas diplomáticas. Desde todo el mundo, mujeres que ya tenían conciencia de género peleaban hace una década, en Beijing, para que las Naciones Unidas adoptaran la palabra género en lugar de sexo. Esa era la puerta que permitiría, en una larga cadena de causalidades, cambios políticos, interpersonales y sociales. El Vaticano se oponía, y presentaba una resistencia virulenta, encarnizada.

Había muchísimo en juego. "La lucha por el poder es la lucha por el lenguaje." Esa cita de Barthes nunca fue tan explícita. Y es que con el sexo se viene al mundo, se es hombre o mujer, se vive, se desea de determinada manera, y en nombre del sexo también durante más de dos mil años se trató a las mujeres como seres de outlet. La palabra género, en cambio, se abre como un capullo en su campo semántico, presupone que nada de lo que nos parece femenino o masculino es un atributo "natural", y que lo femenino y lo masculino, más allá del sexo biológico, son construcciones culturales, es decir: históricas, políticas.

Esa fue una de las últimas grandes batallas que perdió la Iglesia Católica, puesto que hasta fieles devotos como Carrió tienen conciencia de género. Se instaló esa conciencia que permitió rápidamente no sólo leyes de cupo, sino miles de conquistas cotidianas. En la Argentina, las tres candidatas presidenciales, Cristina K., Elisa Carrió y Vilma Ripoll, hablando de todo esto, se puede presumir que estarían de acuerdo. La conciencia de género ya es un escalón sobre el que están paradas todas las mujeres que hacen política.

Sin embargo, ese consenso entre mujeres que diferencia esta época de aquella en la que nació el peronismo no impedirá, creo, que Cristina K. como presidenta no se ahorre algunos esfuerzos por el solo hecho de ser mujer. Algunas caricaturas con ella hablando en público y Kirchner manejándola como a una marioneta son las primeras pistas de una previsible mala imagen entre los que no la votaron.

El prejuicio de convertir a Cristina K. en un títere niega la posibilidad de que un hombre y una mujer dedicados a la política compartan un proyecto. Es un chiste sexista. Un resabio que hace suponer que a una presidenta mujer le soplan lo que tiene que decir al oído. Y tampoco es inocente, porque ancla en una imagen que está en el inconsciente colectivo argentino, aquella de López Rega dictándole en la oreja un discurso a Isabel.

De todos modos, aunque Cristina K. no parezca en absoluto una mujer que necesita libretos, aunque efectivamente no lo sea, y en cambio es evidente que los K son casi un organismo que empuja la misma piedra, el prejuicio permanecerá. Y habrá desde la oposición una mirada que estará atenta a las estupideces del botox o las carteras. Ser mujer será un flanco político, porque a fuerza de repetir estupideces sobre alguien, se lo carga de estupidez. Es una simple operación de imagen.

Es esperable que al menos las mujeres, sea cual fuere nuestra posición política, sepamos distinguir los argumentos razonables, y cuáles encierran la trampa patriarcal de atacar a una mujer por ser mujer.

 

¿Qué violencia mata a la mujer?

 

 

EN enero de 2001 publiqué en este diario un artículo titulado Violencia doméstica. En ese primer acercamiento al problema que padecemos resaltaba su honda gravedad, mi infidencia a las medidas penales adoptadas, mi inquieta certidumbre en el diagnóstico de sus causas. Estas muertes -estos asesinatos- han aumentado de forma alarmante: anualmente se han duplicado. Todos los remedios jurídicos, de política de Estado y de concienciación social, propuestos y practicados en este largo lustro transcurrido, no han dado, no podían dar, los resultados positivos que de ellos se esperaban. Después de las víctimas del terrorismo, estas cifras -las fijan las estadísticas- ocupan un segundo lugar.
Ni violencia de género -no puede ser más desafortunada la calificación-, ni violencia doméstica, ni violencia sexista, ni, mucho menos, violencia machista. No se mata a la mujer desde esas perturbaciones, desde esas circunstancias. No es un asesinato común: es la resultancia odiosa, vituperable, patológica si queréis, de una crisis grave en la convivencia; de una ruptura traumática; de una desafección profunda y desequilibrada; quién sabe -y como abogados lo decimos con respeto, con temor, con pesar-, tal vez, de una sentencia no injusta no nos atrevemos a pronunciar esta duda, pero acaso desmedida, no ajustada al futuro doloroso que se abre con temblor al matrimonio desunido, a la pareja rota, en sus relaciones quebradas paterno-filiales, patrimoniales y económicas.
Muchos aspectos han confluido insensiblemente en la dispar evolución de la institución matrimonial y en el comportamiento social de la pareja. Tanto el matrimonio, como la mera convivencia heterosexual -y, en nuestros días, la homosexual, consagrada legalmente-, se engranan, al margen de otras confrontaciones superiores, en una serie recíproca de concesiones constantes; de amor, de sacrificio, de renuncia, de misericordia, de piedad: sentimientos entibiados en el mundo que vivimos.
Esta cadena de mutua comprensión salta y se rompe frente a un comportamiento arbitrario, injusto o fortuito, de uno de los dos, y se hace añicos cuando surge el agravio irrestañable y nos coloca en el abismo que nos sustrae de la razón, de la lógica, de la serenidad, del perdón. Se ha producido en nosotros una guerra íntima y no sabemos si vamos a pelear y cómo vamos a pelear. Ya decía La Rochefoucauld -el pensador tan citado por Azorín- que el amor se convierte insensatamente, en ocasiones, en odio perturbador y peligroso. La crisis matrimonial es degenerativa e irreversible -como hace algunos años lo era el cáncer-. En nuestra larga vida profesional hemos asistido a contados casos de reconciliación. Y fijémonos bien en las motivaciones de estas tragedias.
Al margen del índice mayor, más acusado, de extranjeros -la población inmigrante sin holgura ni estabilidad-, por sus distintas culturas o atavismos, en la violencia que mata a la mujer hay detrás siempre una separación contenciosa, arriscada, o un vano intento de reflexión y prueba, con la torpe esperanza de un cambio en los comportamientos. La reconciliación de los cónyuges es problema que debe afrontar, con alguna frecuencia, el matrimonialista. Pero cuando se plantea en su despacho el asunto litigioso viene ya rebotado de la intermediación infructuosa de los familiares más directos y de sus consejeros más cualificados -sacerdotes, psiquiatras, psicólogos-. Nadie puede salvar esta crisis. Cuando se mantiene un matrimonio roto, en su esencia, lo es siempre por cuestiones extrínsecas a la propia relación amorosa, y aquello ya no es un matrimonio sino una estampa pálida y vacía de una convivencia infecunda, llena de sobresaltos y de diarias recriminaciones.
Matan a sus mujeres aquellos que cargan sobre sus espaldas una separación difícil o se han reconciliado torpemente para probar mejor fortuna en una convivencia insoportable. No dialogaron; no alcanzaron un acuerdo; no firmaron un convenio para pulir sus diferencias. Aparecen desencajados, reivindicativos, cruelmente distantes -borrando su pasado feliz y hasta el nacimiento de sus hijos-: «Maldito el día que te conocí»; «Para mí eres un difunto», susurran en enigmática premonición. Porque también algunos hombres mueren en esta batalla de cada día. Ahí está la altísima labor del profesional, y por eso no comprenderemos nunca al psiquiatra Rojas Marcos -en su libro La decisión de divorciarse- cuando afirma que «cuantos más acuerdos se establezcan directamente entre los esposos, al margen de sus respectivos representantes legales, mejor librados saldrán». Todavía no ha aparecido en mi despacho, en cincuenta años de trabajo, un matrimonio con su acuerdo debajo del brazo.
Los abogados de oficio han denunciado recientemente el uso y abuso de denuncias falsas en casos de supuesto maltrato familiar: un millón de casos al año. Han denunciado, igualmente, la falta de presunción de inocencia de los acusados; el desamparo del hombre ante unas medidas establecidas con carácter urgente «sin las garantías procesales de un riguroso procedimiento civil de separación o de divorcio». Porque estamos asistiendo en la práctica a la ineficacia de las órdenes de alejamiento. Muchos alejados vuelven, retornan a sus viviendas y cometen el crimen. No puede colocarse en el santuario de la habitación conyugal a un policía vigilante y disuasivo.
La terrible culminación de las crisis de convivencia en asesinato «el sesenta por ciento de mujeres; el cuarenta por ciento de hombres», aunque estos datos no se publican en su integridad estadística, es una lacra que está azotando al mundo, especialmente en aquellos países lejos de los puntos cardinales de la ética. Contra la represión de los ordenamientos penales hay que buscar salida en actitudes, desde la primera educación, integradoras socialmente. No debe incidirse en buscar permanentemente la causalidad en ansias primitivas del poder y del dominio sobre la mujer «que nuestra sociedad ha vuelto del revés en casi todas las instancias». Y no menospreciar la tradición de los valores y de las virtudes humanas.
Tampoco son exactas las tesis inspiradoras de nuestras leyes contra la violencia, que parten de los estudios de la psicóloga Lenore Walker, recogidos en el llamado síndrome de la mujer maltratada, y que extiende la cuestión a todos los ámbitos sociales, sin distinción alguna. En núcleos de población más pobres y menos higiénicos prolifera, en mayor medida, la repetición de estos casos inadmisibles, así como entre individuos de baja extracción social o menor cualificación educativa y profesional.
Pero la Ley, que puede proporcionar a las mujeres beneficios más inmediatos, en cuanto a los efectos civiles de la ruptura, hace que se busque en ella un amparo, a veces, torpe, abusivo y falso, y su consecuencia es una congestión judicial desproporcionada y neutralizadora de la recta administración de la Justicia. Sin embargo, en estos últimos años, hemos defendido asuntos en que se hallaban encausados personajes de relieve -médicos, arquitectos, abogados, empresarios conocidos-, siendo el hecho más notorio a consignar que, en un altísimo porcentaje, las denuncias eran absolutamente falsas y no prosperaron sus pretensiones judiciales.
La tradición no es, no será jamás, una mano muerta; es un manantial vivo y pujante. La quiebra de la tradición -arrasar o confundir las instituciones-, no escuchar el latido pretérito por el oído de la Historia, o adulterarla caprichosamente, está arrumbando en España las mejores cualidades morales, que hacen digna, elevada y soportable la vida humana. La solución del problema no está en apósitos penales de urgencia ni en recetas de palabras superficiales o superfluas. Es una cuestión, lentísima, de educación y de enseñanzas dignas y constructivas.
No es que no estemos abiertos a las vías del progreso -el progreso es la moral convirtiéndose en Derecho-. Por esos cauces nuevos de la libertad de la igualdad deben correr, limpias e impetuosas, las aguas de los principios inalterables. Las parejas se matan porque la violencia es una solución, rápida pero abominable, ante situaciones angustiosas e insuperables. Quienes sobreviven se suicidan o se entregan: son conscientes, en la turbulencia de sus pasiones, que han obrado radicalmente mal. No se lo ha dicho nadie: lo saben sus corazones.
 
Tomado de www.abc.es

Los pirómanos son plagas devastadoras

 
Su amor por el fuego es mortal y dañino


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Pilar Ferrer, EFE

La piromanía es una enfermedad muy peligrosa, una auténtica plaga humana que asola el planeta, sus hábitats y su ecosistema. Considerada por los neuropsiquiatras y psicólogos como un grave trastorno del control de los impulsos, se acompaña de episodios de ansiedad, ludopatía, cleptomanía, esquizofrenia, depresión y patologías anímicas de todo tipo.

Las llamas les dan mucho placer

Los pirómanos son enfermos que tienen una verdadera fascinación por el fuego y disfrutan enormemente con su provocación y las terribles consecuencias.

Su acción enfermiza suele gestarse en la etapa juvenil, con mayor frecuencia en varones y en aquellos de carácter tímido, huidizo, con escasa sociabilidad.

Son personas solitarias, taciturnas, tristes, grises en su faceta social., que no llaman la atención despuntan en su profesión.

También suelen tener problemas afectivos en el entorno familiar y padecer falta de afecto, separaciones traumáticas de seres queridos o una gran agresividad sexual.

De hecho, el placer por el fuego es una especie de orgasmo enfermizo, algo que al pirómano le calma y satisface sus apetitos más primarios.

En ocasiones, el pirómano ejerce un acto de violación, algo que le demuestra su poder sobre la naturaleza, un dominio similar al sometimiento sexual. Sin resistencia y esfuerzo, solo por el gusto de asolar y destruir.

Tratarlos como a los terroristas

La doble personalidad es algo característico. Muchos de ellos trabajan, incluso, como guardas forestales, familiarizados con el fuego y participan en acciones de voluntariado de bomberos o espontáneos que se ofrecen a ayudar en extinciones o control de las llamas.

Pero su otra cara es la de necesitar la destrucción, en un círculo vicioso de necesitar el fuego y utilizarlo como arma devastadora.

No es habitual que busquen un móvil económico, sino satisfacer su placer morboso, su apetito de incendios, su visión destructora.

El verano es un época y su campo de ataque favoritos. Es perfecta para estos maníacos por las condiciones climáticas que permiten extender las llamas a grandes superficies, ampliar a un fuego enorme lo que empieza con una pequeña hoguera.


Son personas solitarias, taciturnas, tristes, grises en su faceta social., que no llaman la atención despuntan en su profesión.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Si los Hombre se embarazaran

Si los hombres se embarazaran. . .

El mundo sería otro. La población mundial disminuiría y las guerras también, y los hijos serían aún más mimados que los chicos de hoy.
La licencia por maternidad sería de un año, comenzando en la segunda semana de embarazo. Pasado el primer trimestre, automáticamente se le haría al embarazado un aumento de sueldo de por lo menos el 30% de su salario. Los partos no se considerarían menos riesgosos que las cesáreas, porque todos querrían una cesárea. Y si acaso algún valiente se decidiera por el parto, la epidural sería obligatoria, no opcional. Los seguros médicos cubrirían los gastos de una nana o práctica para los tres primeros meses del recién nacido.

La población humana correría peligro de desaparecer, porque los pocos hombres anuentes a embarazarse (o por un accidente) no tendrían más de un hijo.

Tendríamos la densidad de población de Alaska. Las estrías se considerarían una marca de belleza y nadie querría ocultarlas ni desaparecerlas. Existirían centros de reclusión tipo spa (estatales y privados) donde los hombres podrían alojarse durante la gestación, cuando se sientan desesperados por las náuseas, mareos, vómitos, cambios de humor, somnolencia, hinchazón. . . Allí serían mimados las 24 horas del cada día. Los médicos recibirían tal cantidad de insultos, golpes y amenazas en las citas de control y en el parto por parte de los embarazados malhumorados por el cambio de hormonas y los dolores, que la obstetricia sería la especialidad médica menos popular de todas. Las mujeres recibirían una licencia por maternidad de un mes para ayudar a sus esposos luego del nacimiento del bebé.

Los gobernantes evitarían a toda costa las guerras, porque no querrían que los pocos hijos que tanto les costó traer al mundo corrieran riesgo de rasguñarse, mucho menos de morir. De seguro Tom Cruise sería un ferviente defensor de los antidepresivos para tratar la depresión post-parto. Las bondades de la lactancia materna se mantendrían, así que las mujeres seríamos legalmente pechos de alquiler. Todas las locuras de las mujeres, como el SPM, la depresión postparto, las terapias hormonales, etc. serían estudiados con rigurosidad científica, porque los hombres las sufrirían. Habría tiendas abiertas las 24 horas para satisfacer los antojos de los gestantes. En todos los trabajos existirían centros de orientación infantil y la hora para alimentar al bebé estaría en la Constitución Política.
El trabajo de las niñeras sería el mejor pagado del mundo (no habría niñeros, ¡jamás!).

Advierten sobre el riesgo de la "amistad" entre madres e hijas

 

 

Mamá se compra la ropa en el mismo lugar que yo". "A ella le encanta hacerse la moderna y la compinche delante de mis amigos". "Mi vieja se pone contenta cuando todos le dicen que parece mi hermana". "Siento que le histeriquea hasta a mi novio". "Yo uso jeans talle 40 y ella, 38. Y usa los pantalones más ajustados que yo". "Mamá me dijo que cuando quiera tener relaciones lo haga en casa, que no hay problema".
Frases, confesiones de adolescentes que psicólogos y terapeutas empiezan a escuchar con alarmante frecuencia. Palabras de chicas desorientadas ante madres que -con o sin intención- abandonan su condición de tales para "jugarla" de amigas, dejando a sus hijas "huérfanas" de un vínculo fundamental para su desarrollo e instalando, a la vez, en el propio hogar un "rival" que no habilita para la hija otra cosa que la derrota.
Es uno de los temas obligados entre los profesionales de la salud mental que atienden a chicas adolescentes, un problema que la mayoría vincula a una cultura que idealiza la juventud y asocia la madurez al deterioro, la decadencia y el desuso.
"Lo que arrojan nuestros estudios en las grandes ciudades es una marcada adolescentización del adulto. Encontramos que hay mayor rivalidad y competencia entre madres e hijas, pero sobre todo por parte de las mamás, que se obsesionan por estar jóvenes, vestirse a la moda y demás. Yo tengo 62 años y cuando era adolescente quería ser como mi mamá y ponerme su ropa: hoy, las madres quieren ser como las hijas y usar lo mismo que ellas. Esta horizontalización de la relación es negativa, porque una buena relación madre/hija debe ser asimétrica", señala la psicóloga Martina Casullo, investigadora de la UBA.
Sus estudios también alumbran un alto nivel de influencia de las mamás sobre la imagen corporal de sus hijas. "Compran los modelos estéticos que promueven los medios y trasladan a sus hijas mucho más de lo que creen la exigencia de estar delgadas", asegura Casullo.
En el Centro Dos, donde atienden a cientos de adolescentes, encuentran problemas similares. "Observamos en los consultorios un culto a la juventud eterna que se transmite a las hijas, y esto confunde", asegura la psicoanalista Stella Maris Gulián. "La madre no debe ponerse a la par de la hija porque no es su par. Pueden ir juntas a la ginecóloga para que ella encuentre, con la médica, el mejor modo de cuidarse: esto es acompañarla. Pero muy distinto es comprarle pastillas anticonceptivas o entregarle un preservativo porque ya tiene 14 años, como ocurre a veces, cuando las mamás terminan adelantándose a sus tiempos e invadiendo su intimidad".
Hablan de madres que, en muchos casos, "viven el crecimiento de la hija mujer como una herida narcisista" y se desplazan inconscientemente hacia los lugares (físicos, sociales, vinculares o emocionales) de ella, desertando de su verdadera función y privando a su "heredera" de la experimentación y el disfrute de algún espacio propio y exclusivo.
Las especialistas explican que el problema es más frecuente entre las madres sin pareja, porque la ausencia de un varón hace que la mujer vuelque en la hija (y espere de ella) más de lo saludable para el vínculo, y porque hoy en día la mujer siente que para estar en carrera hay que ser joven, bella y demás, como la hija.
"La mirada de la madre atraviesa y condiciona la mirada de la hija sobre sí, sobre la vida, sobre su propia mamá. Ambas son espejos, una de la otra. Es una relación que no excluye la rivalidad, los celos, los ataques envidiosos", dice la psicóloga Liliana Mizrahi, para quien la "pérdida de límites claros entre el rol y el lugar de la madre y el de la hija" es un problema creciente. "La madre se aniña, se apendeja, y quiere/necesita recuperar su propia adolescente a través de la hija. Se alimenta de ella, se empareja, perdiendo entre otras cosas autoridad y firmeza en los límites".
La confusión de roles y la pérdida de la figura materna tiene costos para las hijas: inseguridad, baja autoestima, desórdenes alimentarios, adicciones.
Generaciones enteras han aprendido a leer y a escribir con la misma frase: "Mi mamá me ama, mi mamá me mima". Una verdad que se sostiene, perpetua. Pero las formas que a veces asume ese amor, o las "neurosis" individuales y sociales que ese vínculo padece o despierta por estos días, están complicando las cosas. "Los beneficios de una sana jerarquía son para ambas", coinciden las especialistas: si cada cual atiende su juego, la hija recupera a su mamá y, la madre, puede afirmar su identidad más allá de la maternidad, aunque ese rol sea -para siempre- uno de los pilares de su vida.

La maternidad -y la paternidad- no viene con manual. Pero en este aprendizaje que no finaliza nunca, la prioridad debe ser el hijo. Por eso se cuestiona a estas mujeres que, en la búsqueda desesperada de la juventud, arrastran a sus hijas a consecuencias graves. Pero detrás de esta actitud, está toda una sociedad que las presiona con sus mandatos. No vale como excusa, aunque sí para reconocer que el problema no es sólo de ellas.

Qué pasa en la adultez
Un estudio realizado recientemente en Estados Unidos asegura que la relación entre madres e hijas jóvenes es cada vez más estrecha. Expertos que estudian allí la evolución de ese vínculo durante la transición a la vida adulta coinciden en que ciertos cambios sociales, demográficos y tecnológicos están haciendo que ese lazo primario y esencial se vuelva cada vez más intenso.
Los especialistas han identificado varios factores que podrían contribuir al fenómeno: la tecnología, que facilita la conexión; la menor cantidad de hijos; la prolongación de la adolescencia y de la etapa de formación académica; la postergación del matrimonio y la maternidad; la necesidad de los padres de un vínculo menos jerárquico con sus hijos; y los mayores niveles de depresión entre los jóvenes.
En la Argentina, no hay estudios sobre la evolución de la relación madre/hija cuando ambas empiezan a compartir la categoría de "adultas". Pero algunos especialistas han buceado en el tema. Es el caso de Marilén Stengel, autora del libro Mujeres ante sí mismas. Madres, hijas, hermanas, amigas: la trama femenina. "Dentro del círculo evolutivo de la mujer, la relación con la madre tiene distintas etapas -explica-. Hasta que cumplís 6, 7 años, tu mamá es la mujer maravilla; después viene una etapa en la que ingresan las amigas y la desplazan, pero no pierde importancia; en la adolescencia, es la pesada, la enemiga; pero a los veintilargos, la mirada vuelve sobre la madre. Pasa la necesidad de diferenciarte y volvés a mirarte en ella desde otro lugar. Ni hablar cuando sos mamá: te cae la ficha, la entendés y te escuchás diciendo 'pobre vieja, tenía razón'".
Ese reencuentro, dice, no tiene que ver con la necesidad. "Recuperás a la madre como modelo de amor y refugio de identidad. Las mujeres somos el resultado de todas las mujeres que nos acompañaron y nos validamos mutuamente. Tu vieja está en vos. Y en tu hija, vos estás".
Una madre no es una amiga. La hija podrá tener en su vida muchas amigas, pero sólo tiene una madre. Si no la encuentra, buscará en otras mujeres quien tome la posta del lugar vacío.
La madre es la que ayuda a la hija a ser mujer, quien le transmite los dones de la feminidad. Pero no tiene que "mostrarle" a la hija cómo se es mujer: sólo debe acompañar en el proceso y esperar el momento en que ella pida ayuda o consejo. Es como si estuviese entre bambalinas para subir al escenario cuando sea necesario, cuando la hija lo precise o no pueda sola. Se espera de la madre que la oriente, aliente y la ayude a avanzar. Pero no que avance hacia ella o sobre ella.
Cuando una madre le cuenta a su hija su vida amorosa, su últi ma conquista, dolor o felicidad, la toma como rehén y confidente. Y esto es "obsceno" para la hija, es "incestuoso". Son las amigas las que deben tomar en la adolescencia el rol protagónico. Es con los pares, con los semejantes, con quienes los hijos adolescentes aprenden, ensayan, la vida. Salir del círculo familiar es vivir. Y son los padres quienes deben ayudar a los hijos en esa "partida".

Gracias Dr. José Manuel Ferrer Guerra!!

martes, 20 de noviembre de 2007

Cuando un hijo dice: soy gay

 
Diversidad sexual
En el Centro Comunitario LGBT creado por la Alcaldía de Bogotá y financiado por Profamilia, Theatrón y Colombia Diversa se reúne un grupo de papás y mamás para compartir experiencias sobre la crianza de sus hijos con una orientación sexual homosexual.
Redacción Salud

"Yo sé que para muchos padres la idea de un hijo o una hija homosexual da mucho miedo.  Muchos padres con un hijo o hija homosexual buscan repuestas. ¿Puede cambiar mi hijo? ¿Cómo puedo salvar a mi hija de una vida lesbiana? ¿Tal vez alguien nos puede ayudar: un psicólogo, un sacerdote, un pastor, un grupo ex gay? Ellos tratarán de cambiar a sus hijos. Ellos creen que hacen lo mejor por sus hijos, pero en realidad los dañan", apuntan en su blog Peterson Toscano, un actor y escritor norteamericano, y Adriana Cabrera, una bogotana radicada en Estados Unidos.

Para estos dos activistas, que se describen como "Dos cristianos que  escriben sobre su fe y sus deseos homosexuales", la respuesta a preguntas como  si se puede cambiar a los hijos homosexuales es sencilla: "No, esto es imposible". Y añaden: "Tal vez ellos pueden vivir como un heterosexual por un rato, pero los deseos se quedan. Y casi siempre, ellos no serán felices. La pregunta más importante es: ¿Pueden Cambiar los Padres? Muchos padres tienen que transformar sus ideas sobre la gente gay. Tienen que aprender nuevas ideas. Ellos necesitan reemplazar las ideas viejas con nuevas ideas".

Entre los comentarios que recibió el texto titulado ¿Puede cambiar mi hijo gay?, aparece el de una madre que los felicita. "No pudo describir mejor lo que siento. Pienso y pienso; a ratos me siento culpable, a ratos deprimida. Tengo tres hijos. El mayor, hetero, y los otros dos, homosexuales. No entiendo cómo creciendo en un hogar con ejemplos de pareja y familia, con los mismos principios, pueda resultar esto. En mi familia no los aceptan, y lucho por ellos aun contra mí misma. Es difícil, pero entiendo que lo único que puedo hacer es cambiar para apoyarlos contra toda una sociedad que los repudia".

Grupo de padres

Justamente, orientar a los padres de familia con hijos homosexuales es uno de los propósitos del Centro Comunitario LGBT (lesbianas, gay, bisexuales y transgeneristas) de Bogotá. Este centro, creado por la Alcaldía de Bogotá hace un año y al que se sumaron Profamilia, la organización Colombia Diversa y Theatrón, cuenta con un grupo de papás y mamás de hijos LGBT que periódicamente se reunen para intercambiar experiencias sobre los retos y desafíos en la crianza y educación de sus hijos.

El centro, ubicado en el sector de Chapinero en Bogotá, es único en Latinoamérica y la acogida que ha tenido en estos meses superó las expectativas de sus promotores. "El balance, ahora cuando comienza la segunda fase, es muy positivo. Este centro reveló la necesidad profunda de atención a la población LGBT", comenta Elizabeth Castillo, coordinadora del Programa Salud Sexual y Género en Profamilia y quien está a cargo del centro en la segunda fase que comienza este programa.

Cuando se inauguró esta casa, que además ofrece asesoría psicológica y jurídica gratuita, espacios lúdicos y una gran variedad de información sobre el tema LGBT, se pretendía atender en promedio 1.000 personas en diez meses. Sin embargo, esa cifra fue superada con creces y los registros hoy dan cuenta de más de 2.700 personas que utilizaron alguno de los servicios allí dispuestos.

Hablar para orientar

Para la mayoría de padres, descubrir que uno de sus hijos tiene una orientación sexual que no es la heterosexualidad, resulta una situación desconocida y casi inmanejable. Una de las primeras claridades que Elizabeth Castillo hace, es que  "los niños y las niñas tuvieran claro un hombre se puede enamorar de una mujer o de otro hombre y que una mujer se puede enamorar de un hombre o de otra mujer.  Si esto estuviera claro, en el momento en que se siente  una orientación sexual distinta no se vive de modo tan traumático".

Por otra parte, insiste en que la comunicación, sin violencia, ni agresiones, ni prejuicios, es el mejor camino para que los hijos descubran sin traumas  ni culpas la orientación sexual. "Cuando una persona dentro de una familia define que tiene una orientación sexual diferente, eso replantea la imagen de esa persona y hace que exista la necesidad de un reconocimiento. El proceso es más sencillo si la comunicación es buena".

Consultar con un psicólogo puede resultar de mucha ayuda, tanto para padres como para los hijos. "Lo ideal es que consulten con un psicólogo que no se convierta en un problema en el proceso. Todavía existen muchos profesionales que consideran la homosexualidad como una enfermedad y por lo tanto como algo curable, este abordaje terapéutico lo que provoca es un problema a lo largo de la vida de esta persona", dice Elizabeth Castillo.

En los colegios

¿Qué tanto aportan los colegios en esta tarea de informar a los jóvenes sobre el amplio espectro de la diversidad sexual? La experta de Profamilia cree que las cátedras sobre educación sexual en los colegios, en su gran mayoría, "están muy enfocadas en salud reproductiva y salud sexual pero ciegas al hecho de la diversidad sexual. Sigue siendo un tema proscrito en el ámbito educativo". 

Un tema al que no deberían darle la espalda ni los colegios ni las universidades, según recientes investigaciones. Un equipo de la Universidad de Washington encontró, al estudiar una población de jóvenes, que ser victimizado por la orientación sexual constituye un factor de riesgo alto de suicidio entre estudiantes gays, lesbianas y bisexuales.

La información que arrojó la encuesta de 86 preguntas, aplicada a más de 500 jóvenes universitarios en Estados Unidos, indica que  los gay, lesbianas y bisexuales experimentan significativamente más agresiones verbales y físicas que sus compañeros heterosexuales. Entre la agresión verbal se incluyen las frases homofóbicas, escuchar a otros hablar sobre gays o lesbianas en términos desobligantes, o ser acosados por su orientación sexual. 

"Existe un bombo exagerado en cuanto a que los niños gays se suicidan más", apuntó Heather Murphy, y aclaró: "Pero mi estudio muestra que eso no es así. El verdadero riesgo de suicidio lo provocan las agresiones que reciben por ser gay".

La información que arrojó el estudio de Murphy ha sido apuntalada por otras investigaciones. Se calcula que 4 de cada 10 gays y al menos una de cada ocho lesbianas en los Estados Unidos han sido objeto de violencia por su orientación sexual de acuerdo con un estudio de la Universidad de California. Una taza preocupante, que demuestra los altos niveles de intolerancia e ignorancia en torno a la diversidad sexual de la población.

¿Adolescentes gays?

Un aspecto que deben tener en cuenta los padres de hoy son los cambios culturales que operan en torno al comportamiento de sus hijos y que les resultan difíciles de comprender. No todas las  relaciones que los hijos tienen con personas  del mismo sexo indican una identidad  gay o lesbiana.

Para Ritch Savin-Williams, profesor de Cornell's College, y quien publicó el libro The new gay teenager, "el nuevo gay adolescente es en muchos aspectos el no-gay adolescente". Savin-Williams cree que la mayoría de adolescentes que entablan una relación gay se consideran a sí mismos heterosexuales y la mayoría de estos jóvenes con atracción por personas de su mismo sexo, no se autodenominan gays.

El término gay para este experto es una categoría que no se ajusta muy bien a la sexualidad de estos jóvenes porque "algunos adolescentes tienen contactos homosexuales pero no actúan como tal, prefieren llamarlos aventuras gay". Según Savin-Williams, entre el 15 y el 20 por ciento de los adolescentes experimentan algún grado de orientación homosexual, pero sólo entre el 3 y el 4 por ciento finalmente define su orientación como gay o bisexual. "La mayoría de jóvenes no vinculan su sexualidad con su identidad", afirma este psicólogo clínico.

Ante este panorama, la solución sigue siendo la comunicación abierta entre padres e hijos. De esa manera, y con la ayuda de psicólogos o psiquiatras infantiles, los padres podrán discernir con claridad cuando sus hijos en realidad viven una orientación sexual homosexual  o cuando sencillamente están explorando su identidad o su sexualidad.

Diversidad sexual

La diversidad sexual se entiende como la variedad de formas y expresiones sexuales existentes, tanto a nivel individual como en las relaciones con otros/as. La diversidad sexual tiene tres componentes: identidad sexual, orientación sexual (dirección), práctica sexual.

La identidad corresponde a la visión que cada persona tiene de sí misma o a la convicción interna de lo que es. Esta identidad no es natural, por el contrario, se construye a partir de varios aspectos: el sexo (hombre o mujer), las experiencias personales, el contexto en el que se desarrolla la persona, los espacios de interacción social, las costumbres y normas sociales.

Las personas no tienen una sola identidad sino múltiples identidades que se entrecruzan: la identidad de género, la identidad que tiene la persona por su condición socioeconómica, otras identidades.

La identidad de género de una persona puede ser femenina, masculina, transgénero (que transita entre lo femenino y masculino) o ambigua. Por transgénero deberá entenderse toda la población cuyo comportamiento, características, roles, no corresponden a los que tradicionalmente se asignan a las personas de acuerdo con su sexo.

La identidad de género está separada de la orientación sexual de la persona. Es decir, el hecho de que una persona tenga una identidad de género femenina no implica que se sienta atraída afectiva y sexualmente por un hombre.

La orientación sexual es la atracción física, afectiva y el deseo sexual que una persona siente hacia otra. Y se subdividen en heterosexual, homosexual o bisexual.

Las prácticas sexuales corresponden a los roles, comportamientos y preferencias que efectivamente asumen y tienen las personas. Estas prácticas pueden estar asociadas o no a la orientación sexual. Es decir, una persona puede tener una identidad de género masculina, sentirse atraído por personas de su mismo sexo (orientación homosexual) y no obstante tener prácticas heterosexuales, dado el temor a ejercer libremente su sexualidad en su contexto social. Asimismo, una persona puede tener una identidad de género transgénero, tener atracción por personas del sexo opuesto y tener prácticas heterosexuales.
Tomado de www.elespectador.com