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lunes, 21 de mayo de 2007

No nos pasemos: no es lo mismo sexo duro y porno que afectividad


No nos pasemos: no es lo mismo sexo duro y porno que
afectividad



Como el pensamiento libre no debe estar presidido y
mucho menos coaccionado por el "consenso de una
minoría", ni por "silencio de los corderos de una
mayoría" que no opina para evitar determinadas
complicaciones, quizá sea oportuno recordar algunas
verdades que pueden estar desfiguradas, o invitar a la
confusión o desvirtuar la esencia de la verdad de las
cosas, de las personas y del sexo fruto del amor.

En los medios de comunicación, en los foros de opinión
y en la enseñanza - especialmente en la pública-, se
identifica educación sexual o educación de la
sexualidad con la información sobre el "origen de la
vida" o con la educación de la afectividad: si se
sigue esta hoja de ruta se acaba en una serie de
visiones reductivas de la mujer y del hombre, y de la
persona en su dignidad.

Como a la mujer y al hombre - en todas las etapas de
su vida, desde la infancia hasta la muerte natural -,
le corresponde buscar la verdad allí donde esté - la
verdad no se posee de antemano, se conquista -, quizá
sea conveniente reflexionar sobre algunos aspectos
fundamentales:

1.- La fisiología y la psicología humana - no somos
pura biología -, y el comportamiento humano
relacionado con el origen de la vida, constituyen toda
una "información" y debe darse en su momento y lugar
oportuno (corresponde a los padres y el Estado sólo
desempeña un papel subsidiario), no al arbitrio de una
"educación para la ciudadanía" con claros objetivos
totalitarios para conseguir "un pensamiento único y
fácilmente manejable".

2.- Nacemos con un sexo - hombre o mujer - y a lo
largo de nuestra vida necesitamos modelos de padre y
de madre para desarrollar nuestra afectividad de
acuerdo con nuestra psicología y los ingredientes de
nuestro temperamento, paso previo para adquirir un
carácter maduro.

3.- Educar la afectividad no consiste en practicar el
sexo, sino orientar, trascender y aprender a gobernar
el corazón para que no sea egoísta y sí solidario, en
el matrimonio y en la amistad.

4.- La cultura del amor - en todas y cada una de las
circunstancias en las que vivamos -, se llama integrar
en un solo pack la capacidad de razonar cada vez
mejor, la voluntad al servicio de esa inteligencia
verdadera, y el corazón - como si de un suavizante se
tratase-, para conseguir ser muy humanos, respetuosos
y abiertos a la diferencia y a la diversidad. Lo que
importan son las personas, no sólo el sexo y cuando
sea así, la convivencia será más pacífica, más
ciudadana y más real.

La pornografía, la prostitución, la pedofília, o el
erotismo -entre otras aberraciones-, alteran la manera
con la que las personas debemos tratarnos dentro de
una amable convivencia, y anulan el aspecto más humano
de la personalidad, llamado "aprendizaje del verdadero
amor", ése por el que merece la pena vivir.


Carlos Leos
Aguascalientes,Ags, México
correo:carlos.leos@inegi.gob.mx

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