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martes, 28 de agosto de 2007

Ni mejores ni peores, sólo diferentes

 
CUARTO CRECIENTE
FirmaYASHMINA SHAWKI  
 

POR FIN, la Alianza de Civilizaciones entre el Occidente cristiano y el Oriente Musulmán, el sueño del presidente Zapatero, podrá hacerse realidad. Y es que, la laica y, otrora muy católica, España, puede afirmar que tiene algo en común con el teocrático y musulmán Irán. Cierto que no llegamos a los niveles de perfección persas pero, vamos por buen camino. Así, si en Irán se han ejecutado varias sentencias de muerte contra unos delincuentes peligrosísimos para la moral, en España, donde no somos tan expeditivos, un «preclaro» juez ha dictado una sentencia de privación de la custodia a una madre por el mismo motivo: la homosexualidad. Considerada una aberración, una enfermedad, una anormalidad a erradicar como sea, la homosexualidad ha sido durante siglos y sigue siendo tan objeto de persecución en todo el mundo como la profesión de una fe religiosa diferente, o simplemente, tener un color de piel más oscuro. No tenemos porqué entender qué es lo que hace que una persona prefiera a las de su mismo sexo, puede que hasta no nos parezca natural puesto que existen dos géneros que son complementarios, pero, el hecho de que haya seres humanos que tienen gustos diferentes no les hace ni mejores ni peores que nosotros. La homosexualidad, ni es algo contagioso ni se adquiere por el simple contacto, sólo es una forma de relacionarse con el entorno y con los demás de forma diversa.

¿Cómo se puede determinar que un niño que es criado por un hombre y una mujer será mejor persona, recibirá más amor y alcanzará más equilibrio emocional que uno que lo es por dos hombres o por dos mujeres? El juez que se atreve a emitir juicios de valor en contra de la idoneidad de una madre por ser lesbiana en una sentencia, no sólo vulnera la imparcialidad que su profesión exige, sino que denigra a la sociedad que le ha investido de poder para hacer cumplir la ley y nos obliga a preguntarnos si son sus propios temores los que le impelen a rechazar en un auto discriminatorio aquello que él y otros muchos como él, todavía no pueden aceptar o tolerar.
 

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