Que estas buscando?

viernes, 28 de septiembre de 2007

Lo que nos faltaba: asesinar al amor

EL DELITO DE AMAR

Florence Thomas. Columnista de EL TIEMPO.

 Lo he dicho varias veces: el amor es nómada y vagabundo. Hablo de ese amor que rechaza siempre un cierto orden establecido y el discurso que lo racionaliza, del que quebranta las leyes humanas porque se encuentra siempre en el lugar de la ruptura del orden social. El amor es el que aceptamos como el más grande albur de nuestras vidas sabiendo siempre que la muerte nos espera en la esquina.

En otras palabras, lo que quiero decir es que, en el amor, el mañana es tan solo una posibilidad porque justamente odia las promesas de eternidad, los engaños y el calendario. Ese "amor mío, te amaré toda la vida" no es sino un fantasma, una ilusión que calma nuestras ansias frente a la incertidumbre y la carencia porque -y en el fondo lo sabemos todas y todos- el amor es eterno solo mientras dura, como lo dice el poeta.

Lo ha dicho de manera más prosaica Gabo con su famosa sentencia relativa al amor cuando declara que el corazón tiene más cuartos que un hotel de putas. Y así tiene que ser el amor. Lo han dicho también miles de poetas que sí saben del amor. Lo han expresado millones de obras de arte; ha sido el tema principal del teatro, de la literatura universal, aun muchísimo antes de la infidelidad de Emma Bovary; ha sido uno de los temas dominantes del cine, y es probablemente la razón de ser de la poesía. Y si el amor no fuera así, quiero decir, no fuera nómada y vagabundo, no existirían miles de manuales que tratan de domesticarlo, millones de antídotos para aprender a ser fiel, multitudes de doctores del amor, desde célebres psicoanalistas hasta oscuros brujos que distribuyen menjurjes para la fidelidad y remedios para ese cáncer del amor que son los celos. Pero nada que hacer. El amor no se deja domesticar, no se deja enclaustrar en una jaula normalizadora, porque sabe que ahí muere lentamente de sed y de tedio.

Sin embargo, a un senador de nuestra República se le ocurrió la brillante idea de presentar un proyecto de ley que quiere multar la infidelidad (8'000.000 de pesos) y transformarla en delito. De pronto entendí mal y es una broma. No lo he podido saber a ciencia cierta. Y bueno, tal vez no hablaba del amor en general, sino de aquel amor contractual y amaestrado del matrimonio, que, por cierto, es otro asunto, aun cuando me parecía que desde los tiempos de la modernidad el matrimonio había hecho concesiones al amor.

Me puedo equivocar; y, de hecho, con ese complicado asunto, me he equivocado, pues yo misma he confundido el matrimonio con el amor. De todas maneras, en un país en que nos cuentan todos los días que bandas emergentes están elevando el crimen en varias regiones, que la intolerancia nos mata, que los desplazamientos forzados de la población civil no cesan, que en Colombia una mujer muere bajo los golpes de un hombre cada 5 días, que la gente desaparece sin dejar rastros, que en el Pacífico el 30 por ciento de adolescentes ya han tenido un embarazo o más, que niñas de 12 o 13 años se vuelven madres cada día y que las próximas elecciones pintan regulares en cuanto a transparencia de muchos candidatos y candidatas..., un senador quiere matar al amor.

Tal vez es lo que nos faltaba para naufragar del todo. Tal vez es lo que nos faltaba para que perdamos lo último que nos quedaba: la posibilidad de amar aun cuando sabemos que el amor es un imposible. Por eso he amado. Por eso amamos. A sabiendas de que ese amor es una prueba y el lugar por excelencia de la fragilidad y de la vulnerabilidad humana. Pero es desde ese amor imperfecto, frágil y viajero, que nos construimos como sujetos. Y como dice Joan Manuel Serrat: "Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio".

* Coordinadora del grupo Mujer y Sociedad

Florence Thomas

Tomado de www.eltiempo.com

No hay comentarios.: