Que estas buscando?

martes, 23 de octubre de 2007

El porno nuestro de cada día

 
Los escritores madrileños Andrés Barba y Javier Montes profundizan en la originalidad de esta industria en auge
 
 LA CEREMONIA DEL PORNO
HAY que rendirse a la evidencia, como lo hacen los autores de este libro, ganador del Premio Anagrama de Ensayo de 2007. Con los últimos avances tecnológicos todos nos hemos convertido, de un modo u otro, en productores tanto como en consumidores virtuales de pornografía, actores o espectadores de sus ceremonias y escenarios vulgares. Basta consultar los datos disponibles para comprobarlo. En 2001, la industria pornográfica puso en circulación «de diez mil a once mil títulos nuevos». Sólo en Estados Unidos se alquilan anualmente setecientos millones de vídeos pornográficos y los ingresos derivados de su distribución se elevan a catorce mil millones de dólares anuales; una cifra que supera los de la «industria cinematográfica tradicional, pero también los del negocio del deporte profesional». De este modo, queda perfectamente establecido el argumento principal: antes que un producto que suscita reprobación moral, ética, estética o cultural, además de poner en crisis nuestras ideas recibidas respecto de la sexualidad, el amor o las relaciones de poder entre los sexos, el porno es uno de los grandes negocios de la economía postmoderna.

Ahora bien, ¿qué tiene el porno que merece ser tratado seriamente en ensayos inteligentes como éste y en muchos otros antes de él? Para la profesora americana Linda Williams, que le dedicó un estudio exhaustivo y fundacional, aún inédito en español, la clave del éxito de este género degenerado reside en el «frenesí de lo visible»: el deseo, inscrito en la psique humana, de ver la realidad desnuda, expuesta en su máxima crudeza o despojamiento, más que el simple apetito de ver cuerpos desnudos o actos obscenos.

Mirada inédita

En este sentido, Barba y Montes cifran la originalidad del porno en dos aspectos centrales: en primer lugar, la perspectiva original, la mirada inédita que produce la imagen pornográfica, y, en segundo lugar, la singularidad irrevocable, el deseo particular que hace que cada uno encuentre en el vasto repertorio del porno el subgénero que lo satisface. De hecho, el deseo puede ser tan variado como los individuos que lo experimentan, pero nadie puede decir que la industria, a pesar de su pobreza imaginativa y sus monótonas fórmulas, no trata de conectar con las variantes eróticas más insólitas de sus usuarios. El producto porno es democrático y customizado por definición. Como se dice acertadamente en este libro: «Para todos existe una pornografía específica que no puede mirarse sin inquietud, sin fascinación, sin excitación, sin miedo».

No está tan claro, sin embargo, como afirman sus autores, que la mirada pornográfica nazca al mismo tiempo que la mirada científica que se instala en las sociedades occidentales a partir del siglo diecisiete, como una prolongación perversa de su contemplación analítica de la realidad, de su interpretación mecanicista de las relaciones posibles entre los cuerpos. Si para los romanos y otros pueblos antiguos los rituales pornográficos constituían un complemento orgiástico de la vida social, ocasión de fortalecer el vínculo colectivo a través del placer y la diversión sexual, para las sociedades modernas la explicación de la atracción por la pornografía quizá resida en lo que el gran Witold Gombrowicz, autor de una novela titulada justamente 'Pornografia', consideraba que era nuestra tendencia innata a lo imperfecto, lo inacabado, lo inferior o lo inmaduro.

Mayor realismo

Quizá por esta razón el capítulo más estimulante del libro sea el titulado 'El amateurismo: lo real como utopía'. En él, los autores abordan la incorporación actual de los componentes que habían sido tradicionalmente excluidos de la representación pornográfica en aras de un mayor realismo, aunque sea igualmente postizo, o de una mirada más apegada a los parámetros de lo cotidiano definidos por la ideología de la clase media. En este sentido, lo que quizá los autores del libro no examinen con la suficiente convicción es hasta qué punto el triunfo del porno nuestro de cada día, mediante la apropiación de nuestros deseos y fantasías, es la vía definitiva de expansión del capitalismo en nuestros cuerpos y nuestras mentes. Este tema daría al menos para otro libro tan apasionante como éste.
 

No hay comentarios.: