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martes, 23 de octubre de 2007

El psiquiatra Farré Martí redefine la frontera de la adicción al sexo

 

  1. El exceso de impulso solo resulta enfermizo si hipoteca la vida, según el médico
  2. El especialista no cree aconsejables los tratamientos químicos que reducen el deseo
ÀNGELS GALLARDO
BARCELONA

Una charla científica en la biblioteca Vila de Gràcia, de Barcelona, de esas que no suelen atraer a más de una veintena de amigas interesadas en las conferencias instructivas, fue seguida el lunes por medio centenar de hombres de todas las edades, que absorbieron con notable interés las explicaciones del psiquiatra Josep Maria Farré Martí, del Institut Dexeus. El tema era la adicción al sexo, conducta que el médico no definió a partir de una cifra máxima de eyaculaciones emitidas en un día, sino en función del descontrol y la hipoteca vital que ese pensamiento exclusivo cause en el individuo.
"Antes se la llamaba satiriasis si la sufría un hombre o ninfomanía en el caso de las mujeres --explicó Farré Martí--. Yo definiría esta adicción como una necesidad impulsiva de sexo repetitivo y mecánico, practicado con personas anónimas por las que no se siente ningún afecto, sin importar la manipulación del cuerpo del otro y evitando toda obligación o responsabilidad tras el acto".
El psiquiatra se esforzó en dejar claro que disponer por fisiología natural de un impulso básico sexual muy alto no equivale a ser un adicto. "Quien necesita mantener dos o tres encuentros sexuales al día y da con una pareja en su misma situación, no tiene problema --dijo--. El conflicto surge cuando esa elevada impulsividad se descontrola y las ganas de sexo impiden pensar en otra cosa, porque nada más interesa".

ESCLAVOS DESBORDADOS
Habituado a atender este tipo de conflictos, el médico se extendió en decenas de descripciones sobre todos los caminos por los que puede transitar un desarrollo sexual enfermizo. "Hay ejecutivos que se encierran a todas horas en el lavabo de su despacho para masturbarse, sin poder parar, desbordados, angustiados y esclavos de un pensamiento único", explicó.
Farré Martí equiparó los síntomas de esta adicción a los de otras múltiples formas de dependencia --"la abstinencia provoca irritabilidad, náuseas, insomnio y temblores"-- e incluso advirtió de que un tratamiento erróneo para deshabituar a un adicto al sexo puede conducirlo hacia otra servitud igualmente dañina. Porque, aunque no lo consideró infalible, apuntó que existen personalidades que "favorecen" esta conducta y citó a los "buscadores de sensaciones que no soportan la rutina".
Esos individuos --el 80% son hombres-- sufren oscilaciones bruscas en sus niveles del neurotransmisor dopamina, el que estimula la excitación y uno de cuyos análogos --la fenilatilamina-- se localiza en el chocolate, apuntó Farré Martí. Desaconsejó los tratamientos químicos que reducen el deseo sexual, por inútiles tras la terapia, y sugirió el aprendizaje psíquico que permite ver venir, y evitar, el episodio que convierte al sexo en el centro de todo.


Tomado de www.elperiodico.com

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