Vivir con epilepsia no es un impedimento para realizar una vida normal, pero tampoco es una cuestión que deba tomarse a la ligera, especialmente cuando quien sufre de esta enfermedad es un niño o cuando un adulto que la padece está detrás de un volante manejando su automóvil.
La epilepsia es uno de los desórdenes neurológicos crónico más comunes en Estados Unidos -afecta a dos millones 500 mil personas- que se caracteriza por recurrentes convulsiones y, en la mayoría de los casos, no tienen explicación.
En Georgia afecta a 100 mil residentes, que representa el 4 por ciento de la incidencia nacional.
En los adultos se manifiesta con pérdida de conocimiento y la caída al suelo, contractura de los músculos de las extremidades y de la cara, seguidas de sacudidas rítmicas.
Mientras que en los niños y adolescentes los síntomas son los mismos, pero con rápida recuperación.
Según el director médico del centro de la epilepsia de los niños del Hospital de Niños de Atlanta Scottish Rite, Roberto Flamini, solo el 35 por ciento de los casos tienen una causa clara, entre las que se encuentran anormalidades congénitas en el cerebro, traumas, tumores, infecciones o falta de oxígeno al nacer.
Aunque la epilepsia no hace distinción de sexo ni edad a la hora de atacar, los menores de edad y los adultos mayores son los más susceptibles a padecerla, por ello, el epileptólogo pediátrico asegura que es importante que los enfermos sigan al pie de la letra el tratamiento que les receta su especialista.
UNA ENFERMEDAD CONTROLADA
En la actualidad, la epilepsia sigue siendo una barrera en la vida normal, afectando el logro educativo, el empleo y el cumplimiento personal. Pero ello, obedece al estigma social que existe entre la población -especialmente la hispana- respecto a que esta es contagiosa o quienes la padecen sufren de retraso mental.
El diagnóstico y tratamiento de la epilepsia debe ser exhaustivamente analizado por un especialista, quien determina el proceso médico que debe seguir cada paciente para controlarla pues esta enfermedad afecta de diferentes maneras a las personas.
Así los niños requieren de medicamentos y dosis distintas a los adultos, ya que si bien las prescripciones pueden trabajar para controlar los constantes capítulos de convulsiones, estas pueden tener efectos colaterales en otras partes del cuerpo.
Flamini explica que en el 20 por ciento de los casos los medicamentos tradicionales no surte el efecto esperado, pero existen otras alternativas a las que los pacientes pueden recurrir como los medicamentos experimentales, estimulación del nervio vagal y, en última instancia, la cirugía.
UNA VIDA BAJO CONTROL
Tomarse las medicinas de la manera adecuada y estar constantemente bajo supervisión médica, han permitido que las personas con epilepsia continúen disfrutando un paseo al parque o retomen su vida laboral. Aunque aquellas que presentan convulsiones durante cinco meses consecutivos no puede manejar un automóvil, según lo establece la ley.
En la población hispana, la reintegración a la sociedad se ve limitada por la imposibilidad de mantener el tratamiento; los medicamentos para tratar la enfermedad son demasiado costosos o, en otros casos, el seguro médico no los cubre. Situación que es difícil de revertir pues en el estado no existen ayudas económicos para las personas de bajos recursos.
No obstante, hay organizaciones que entregan información educativa sobre los recursos existen para las personas con epilepsia, como la Fundación de Epilepsia de Georgia (EFG, por sus siglas en inglés) que, además, tiene un grupo de apoyo en español que se reúne constantemente.
Otra organización es el grupo de Epilepsy Advocates que el miércoles pasado realizó un programa gratuito, donde se compartieron inspiradoras vivencias de personas que han logrado controlar su enfermedad y se rehúsan a que ella controle su vidas.
RECURSOS DE APOYO www.epilepsyadvocate.com www.epilepsyfoundation.org
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