José Miguel Gómez - 9/2/2007
| | Siempre se ha hablado de las consecuencias negativas que se producen por una baja autoestima: depresión, mala elección de pareja, inseguridad, necesidad de aceptación y de validación social y la búsqueda de amigos de influencia negativa. Es decir, la autoestima como referencia propia de aprender a vivir armonizado con uno mismo, o sentirse aceptado con su propia personalidad, sirve de factor protector ante las influencias psicosociales. Sin embargo, la alta autoestima tiene repercusiones de peores daños psicosociales y conductuales que la baja autoestima. Esa sobre valoración personal, apoyada en un "yo" hipertrofiado, narcisista, megalománico, de patología enfermiza hacia la gratificación personal y social, ha reproducido seres humanos más disfuncionales y más desadaptados. Lo sano y lo funcional es poseer una sana autoestima, una buena identidad psicosocial y una equilibrada condición humana que reproduzca conductas de beneficencia. Las buenas personas, tiene buenos remedios; actúan bien porque piensan bien para sí mismo y para los demás. La alta autoestima se pone al desnudo en el narcisismo, en algunos obsesivos y en los que huyen del complejo de inferioridad, asumiendo la angustia patológica del nuevo estatus social. Esa sobre valoración de sentirse más de todo que los demás, más importante que la pareja, la familia y los amigos, sencillamente hace de un ser humano más desigual, más enfermo y más disfuncional. Esa autoestima alta, esconde una lista de carencias primarias, de complejos y de conflictos no resueltos que se expresan en la búsqueda patológica del reconocimiento y la gratificación social, sin importar las consecuencias de sus acciones, ni del daño que les produzca a sus víctimas. | | |
Tomado de
www.listindiario.com.do
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