José Miguel Gómez - 8/12/2007
| | Cientos de personas hablan de los cambios de ánimo, de la tristeza y la desmotivación que sufren después de un conflicto sentimental. De donde expresan la falta de energía, la pérdida del apetito y del deseo sexual; cuentan sobre su llanto fácil y la desesperanza que se adueña de su propio ser, así llega la depresión.
La anemia en el amor y el desamor que se adueña de las emociones y de los afectos, llegando al desapego, a la desvinculación, producen la depresión amorosa. El desamor y la búsqueda insaciable de la validación en más de una intimidad que vive dentro de una propia insatisfacción no resuelta, reproduce ansiedad y angustia, dos primas hermanas de la depresión. Pero el amor no está en crisis, en crisis están las personas.
Unos, dependientes emocionalmente de un amor que racionalmente no conviene, otros/as soportando en nombre del amor por temor a la soledad, sin darse cuenta que viven en soledad con compañía. La depresión amorosa está como de moda, es una epidemia que ataca adolescentes, jóvenes y adultos.
El problema es que no se puede dejar de enamorarse y no se cuenta con un amómetro para medir la temperatura de ese amor tibio tirando a frío. La depresión amorosa se supera, al igual que las otras depresiones. Solamente se necesita aprender a valorarse en la soledad y tener el coraje de defender la existencia y poseer la capacidad de amarse y amar a los demás.
| | | | | |
Tomado de
www.listindiario.com.do
No hay comentarios.:
Publicar un comentario