ROSER PUIG Según los expertos, el incesante goteo de mujeres muertas a manos de sus parejas o ex parejas no es más que la punta del iceberg del número de hombres que en nuestra sociedad se consideran con derecho a maltratar física o psicológicamente a las mujeres.
El problema de la dominación de la mujer por parte del hombre es, sin duda alguna, un problema de tradición cultural por lo que todos los sectores sociales que de una u otra forma influyen en la cultura de una sociedad, tienen su parte de responsabilidad en el mantenimiento o en la erradicación del fenómeno machista. De una manera especial, esta responsabilidad cultural recae sobre el sector religioso. Si bien no podemos decir que las religiones sean el origen del machismo, si que podemos afirmar que la interpretación patriarcal que se ha venido haciendo de ellas ha contribuido a perpetuar la antigua idea filosófica de la "inferioridad de la mujer" respecto del hombre, manteniendo y justificando el "débito de sumisión de la esposa" como "designio divino". En base a esto, cuantas manifestaciones se hagan desde la óptica tradicional y conservadora lamentando el maltrato inferido a las mujeres, solo pueden ser consideradas como lágrimas de cocodrilo.
También las propias mujeres tenemos un gran porcentaje de responsabilidad en el mantenimiento de la cultura machista. Por nuestra función de madres, hemos sido siempre las primeras encargadas de transmitir los valores de la sociedad a las generaciones siguientes. Paradójicamente, durante siglos hemos sido las cómplices y las victimas de nuestros verdugos al mismo tiempo ya que han sido patriarcales los valores que hemos transmitido. Nuestra única disculpa la constituye la ignorancia y la supeditación legal, económica y moral en la que se nos había mantenido hasta hace pocos años
Si bien aún son muchos los millones de mujeres condenadas a sobrevivir en un mundo androcéntrico, en una sociedad democrática y desarrollada como la nuestra ya no existe razón alguna para que las mujeres continuemos ejerciendo la complicidad con el machismo.
Sin embargo, a pesar de que la legislación vigente de nuestro país garantiza la igualdad entre hombre y mujer, todavía son demasiadas las mujeres que, por motivos religiosos o ideológicos, se manifiestan partidarias de conservar y transmitir las tradiciones patriarcales que contemplan la supremacía del varón. La actitud subordinada de estas mujeres suele estar en general socialmente bien considerada pero, al transmitir (consciente o inconscientemente) las normas y criterios sexistas tradicionales, es en realidad una actitud nefasta para la causa de la erradicación del machismo porque el pensamiento patriarcal, en el fondo, culpabiliza a las propias mujeres de provocar su desgracia al no mantenerse en el que el patriarcalismo considera que es "el lugar de la mujer".
El problema de la dominación de la mujer por parte del hombre es, sin duda alguna, un problema de tradición cultural por lo que todos los sectores sociales que de una u otra forma influyen en la cultura de una sociedad, tienen su parte de responsabilidad en el mantenimiento o en la erradicación del fenómeno machista. De una manera especial, esta responsabilidad cultural recae sobre el sector religioso. Si bien no podemos decir que las religiones sean el origen del machismo, si que podemos afirmar que la interpretación patriarcal que se ha venido haciendo de ellas ha contribuido a perpetuar la antigua idea filosófica de la "inferioridad de la mujer" respecto del hombre, manteniendo y justificando el "débito de sumisión de la esposa" como "designio divino". En base a esto, cuantas manifestaciones se hagan desde la óptica tradicional y conservadora lamentando el maltrato inferido a las mujeres, solo pueden ser consideradas como lágrimas de cocodrilo.
También las propias mujeres tenemos un gran porcentaje de responsabilidad en el mantenimiento de la cultura machista. Por nuestra función de madres, hemos sido siempre las primeras encargadas de transmitir los valores de la sociedad a las generaciones siguientes. Paradójicamente, durante siglos hemos sido las cómplices y las victimas de nuestros verdugos al mismo tiempo ya que han sido patriarcales los valores que hemos transmitido. Nuestra única disculpa la constituye la ignorancia y la supeditación legal, económica y moral en la que se nos había mantenido hasta hace pocos años
Si bien aún son muchos los millones de mujeres condenadas a sobrevivir en un mundo androcéntrico, en una sociedad democrática y desarrollada como la nuestra ya no existe razón alguna para que las mujeres continuemos ejerciendo la complicidad con el machismo.
Sin embargo, a pesar de que la legislación vigente de nuestro país garantiza la igualdad entre hombre y mujer, todavía son demasiadas las mujeres que, por motivos religiosos o ideológicos, se manifiestan partidarias de conservar y transmitir las tradiciones patriarcales que contemplan la supremacía del varón. La actitud subordinada de estas mujeres suele estar en general socialmente bien considerada pero, al transmitir (consciente o inconscientemente) las normas y criterios sexistas tradicionales, es en realidad una actitud nefasta para la causa de la erradicación del machismo porque el pensamiento patriarcal, en el fondo, culpabiliza a las propias mujeres de provocar su desgracia al no mantenerse en el que el patriarcalismo considera que es "el lugar de la mujer".
Tomado de www.diariodemallorca.es
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