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martes, 8 de abril de 2008

Pederastia y pedofilia

 

 
 

FÁTIMA FERNÁNDEZ MÉNDEZ La infancia, que, por lo general, es una etapa maravillosa para la mayor parte de las personas de los países desarrollados, suele transcurrir en medio de enormes carencias en los países subdesarrollados, donde los niños, con frecuencia, son enviados a la guerra, abandonados en la calle o prostituidos, en muchos casos, con la complicidad de sus progenitores. Pero hay un hecho que afecta a todos los países, con independencia de su etnia y de su desarrollo económico o social, que es la pederastia (abuso sexual cometido contra los niños), con frecuencia asociada a la pedofilia (atracción erótica que algunos adultos sienten por los niños o las niñas, sin que ello implique un abuso sexual).

Se sabe que el abuso sexual existe desde tiempos prehistóricos, y a pesar de los cambios experimentados por la sociedad, la pederastia sigue siendo en pleno siglo XXI una lacra y un hecho repudiable en sí mismo, precisamente porque las víctimas de este abuso sexual son los niños.

Cada vez que sale a la luz un caso de pederastia con el desenlace de muerte por asesinato del menor es tema frecuente de noticiarios en prensa, radio y televisión.

El pederasta padece un trastorno del deseo sexual con una atracción patológica por los niños y/o las niñas; patología que, pese a diversas investigaciones, no ha podido ser determinada. Igual que un predador, el pederasta estudia a sus víctimas, busca los lugares donde se reúnen los niños, planea señuelos y espera el momento de mayor vulnerabilidad para realizar un ataque exitoso. Las nuevas tecnologías le permiten intercomunicarse e intercambiar información que alimenta su desviación sexual y optimiza su habilidad para alcanzar sus perversos propósitos.

Todos los especialistas coinciden en que es en el seno familiar donde más abusos de este tipo se producen y en la necesidad de que ante cualquier manifestación de un niño alegando abusos dentro o fuera del hogar sólo cabe la denuncia. Con la excusa de una progresía mal entendida, en Holanda existen asociaciones de pedófilos que reclaman la legalización de la pedofilia, por considerar que en ésta se cuenta con la aprobación del menor para sus relaciones sexuales y en muchos casos con el consentimiento de sus padres, sin tener en cuenta estas asociaciones que el niño es incapaz de discernir entre el consentimiento y la reprobación de lo que se le propone, ni prever el trauma que generalmente se desencadena en el niño objeto de la relación sexual.

Una sociedad avanzada es aquella que dentro de su legislación recoge todas las medidas necesarias para la protección y el desarrollo del niño; por tanto, es responsabilidad de los gobiernos poner todos los medios necesarios en manos de los poderes legislativo, judicial y ejecutivo, para evitar la pederastia, tanto por la alarma social como por las nefastas consecuencias que de ella se derivan.

Existen terapias a nivel psicológico y farmacológico para el tratamiento de los pederastas, pero su eficacia no está, ni mucho menos, probada, puesto que el número de reincidentes es muy alto. Como consecuencia, lo único que cabe esperar es un endurecimiento de las penas aplicadas a los pederastas, un control exhaustivo de su rehabilitación (de muy difícil comprobación, al igual que ocurre con los violadores). En las cárceles no están los niños con los que luego se encontrarán en la calle y, por último, un seguimiento tras su excarcelación con la obligación de notificar cualquier cambio de domicilio a fin de que los ciudadanos o, como mínimo, las autoridades responsables en la lucha contra la delincuencia en la zona del domicilio receptor puedan establecer un control más estricto del individuo en cuestión.

Tomado de www.lne.es

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