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jueves, 22 de mayo de 2008

Escogiendo cónyuge

 

 

Muchas parejas no se conocen lo bastante cuando se casan.

 Lucy Kellaway

Cada año, un millón de parejas europeas deciden que ya no se aguantan y se separan. El Instituto de Política Familiar acaba de presentar esta deprimente estadística ante el Parlamento Europeo y demanda medidas. Resulta complicado confiar en el resultado: tanto la institución del matrimonio como la del Parlamento Europeo están igual de desesperadas.

Sin embargo, se me ocurre algo que podría ayudar a la primera. Consistiría en preparar el mercado para los futuros cónyuges, introduciéndolo en el siglo XXI y haciendo que funcione de forma similar al resto de mercados. Bob Reid, ex director de British Rail, dijo en una ocasión que la gente que se divorciaba tenía un problema bien con la conservación o bien con la selección.

Podría deberse al tedio de escuchar cómo tu pareja cuenta las mismas anécdotas una década tras otra, o al hecho de que se haya cometido un error desde el principio al escoger al cónyuge. De los dos, sospecho que la selección es el problema más letal; por suerte, es el más sencillo de solucionar.

En su momento, escogemos a nuestra pareja de la forma más chapucera. Nos dejamos llevar por la atracción sexual y por un pálpito básico que nos dice si la persona es un buen partido. Lo primero no suele durar mucho y lo segundo es poco fiable. Para empeorar las cosas, hay veces que cuando escogemos no estamos en nuestro sano juicio.

Dicen que el amor es ciego. En realidad, se asemeja más a estar bajo el efecto de las drogas: los científicos aseguran que las reacciones químicas que se desarrollan en el cerebro durante los primeros arrebatos de amor tienen un efecto similar al de la cocaína. ¿Dejamos que la gente bajo los efectos de la droga tome decisiones importantes? Desde luego que no.

¿Por qué dejaríamos entonces que estropeen sus vidas escogiendo a la pareja inapropiada cuando su estado no es el adecuado para tal fin? El proceso de toma de decisiones se ve además dificultado por nuestra negativa a tomar el debido cuidado. Cuando hace unos días compré unos pantalones por Ebay, comprobé la información detallada sobre la fiabilidad del vendedor ("¡gran vendedor!", "transacción sin problemas"), que era mucho más de lo que averigüé de mi marido cuando empecé a salir con él.

Cuando una empresa contrata a alguien, no dejan nada al azar: entrevistas, referencias, y pruebas médicas y psicológicas. De igual forma, cuando decidimos comprar acciones en la bolsa, disponemos de más información de la que sabemos manejar: los beneficios que la compañía ha obtenido durante los últimos años, los últimos movimientos del precio de las acciones, etc.

Pero en los asuntos del corazón no hay información gratuita y disponible, y tampoco la buscamos. Antiguamente, la empresa de escoger pareja era menos arriesgada ya que se vivía en comunidades íntimas en las que todos lo sabían todo sobre los demás. En la mayoría de las novelas de Jane Austen la heroína está preparada para casarse con un canalla, pero entonces -justo a tiempo- descubre un pasado condenatorio.

Lo que el matrimonio necesita es una agencia de ráting en Internet que reuniría las reacciones detalladas sobre cada individuo como posible pareja. Valoración de Citas, que es como podría llamarse, sería una mezcla entre Ebay y Wikipedia. Los antiguos amantes proporcionarían información que cubriría factores de la relevancia de la fidelidad, el apetito sexual, la generosidad, el tiempo dedicado a ver fútbol en televisión, la tendencia a dejar calcetines sucios tirados por toda la casa, etc.

Y, como en Wikipedia, contendría detalles biográficos así como la posibilidad de modificar errores. La página animaría a la gente a comportarse mejor. Si se supiera que el trato inadecuado a tu pareja quedaría registrado y sería usado contra tí por futuros cónyuges, podría incluso pensarse en comportarse con más decoro desde un principio.

Tomado de www.expansionyempleo.com

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