Cuando la obsesión por un cuerpo admirable lleva a un hombre a pasar seis o más horas al día en el gimnasio, se puede considerar que esta enfermo de perfección, es decir, sufre vigorexia.
Lo que no sabe el paciente es que puede morir sin conseguir su objetivo.
Así como los anoréxicos consideran que están excedidos de peso, no importando lo delgados que sean en realidad, los vigoréxicos se miran a si mismos demasiado pequeños, sin tomar en cuenta lo grandes que son.
No obstante, la también llamada dismorfia muscular, no ha sido reconocida todavía como una afección psiquiátrica, como si lo es la anorexia.
La vigorexia se resume de la siguiente manera: después de horas de hacer rutinas completas en el gimnasio, el atleta nunca se ve lo suficientemente fornido, encuentra defectos que le impiden tener cuerpo perfecto y siente la obligación de seguir ejercitándose durante más tiempo.
Este afán por verse perfecto lleva al enfermo a consumir esteroides anabólicos que pueden causarle daños al cerebro e hígado, los cuales le podrían costar la vida.
Pese a que hace poco tiempo es considerado problema de salud, ya ha sido motivo de investigaciones científicas, las cuales informan que la vigorexia puede catalogarse como un trastorno obsesivo compulsivo (TOC), cuyas víctimas se ven impulsadas a repetir rutina o simples movimientos rituales, así como a hacer cosas que van más allá de su voluntad, como verse constantemente al espejo, cuidar en extremo dieta, suplementos y descanso, revisar sus progresos, sin importar la hora y el lugar, e incluso depilarse y aplicarse cremas hidratantes y aceites balsámicos para resaltar su atlética figura.
Pero los síntomas no se quedan en eso, ya que además tienen: -Afán de superación. -Necesidad de romper barreras y establecer nuevos límites.
-Ideal personal de belleza física. -Deseo de un cuerpo fuera de lo normal. -Imperiosa necesidad de despertar deseo o envidia.
No nos dejen caer en tentación...
Los mismos trabajos científicos que rastrean este problema indican que al parecer la impresión exagerada de que algo no luce bien en el cuerpo tiene sus orígenes en la química del cerebro, donde se produce una sustancia llamada serotonina -relacionada directamente con placeres a través de vista, gusto y olfato- que en bajas producciones no encontrará satisfacción en los sentidos señalados.
Parece ser que por esa razón los vigoréxicos sufren una distorsión de su esquema corporal que les hace percibir su cuerpo siempre pequeño, y les empuja a aumentar más y más su tamaño muscular.
De igual forma es detonante de depresión y ansiedad.
El perfil de estos pacientes los define como personas poco maduras, introvertidas, con problemas de integración y seguridad, y baja autoestima, que piensan que tienen poco atractivo ante el sexo opuesto debido a su aspecto físico.
Son víctimas de los medios de comunicación que difunden el modelo de hombre fuerte y atlético como prototipo de salud y éxito, lo cual puede causar una obsesión por el culto al cuerpo y una frustración en adolescentes cuya complexión no se adapte a estos cánones.
El investigador estadounidense Eric Hollander, especialista en trastornos compulsivos en la Escuela de Medicina Monte Sinaí (en Nueva York), sugiere que el tratamiento con antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina puede resultar efectivo en pacientes con dismorfia muscular.
Otros científicos indican que las terapias psicológicas habituales de modificación de la conducta, indicadas para obsesivos compulsivos, también pueden ayudar notablemente a superar este problema.
Usted puede estar muy a tiempo de reconocerse como vigoréxico y evitar problemas que le aíslen socialmente y que puedan mermar su salud, de manera que tómelo como lo dice el dicho: ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre
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