ESTÍBALIZ 27 AÑOS«Al principio pensé que lo hacía porque me quería»
Se siente afortunada porque ahora tiene una nueva oportunidad para rehacer su vida. «Muchas mujeres no pueden decir lo mismo», asegura. Estíbaliz tiene 27 años y lleva sólo unos meses separada de su marido. Es de Donostia. Con él tuvo una niña que ha cumplido un año y medio. Acaba de liberarse de un yugo que le ha mantenido diez años sojuzgada, diez años en los que su capacidad de decidir y pensar ha estado anulada. Es posible que esta nueva etapa de su vida se la deba a una agente de la Ertzaintza que le llamó por teléfono sólo unos días después de que se presentara en la comisaría para expresar su temor por lo que pudiera hacerle su marido. Estíbaliz no presentó entonces denuncia, fue por miedo. La policía le instó a que lo hiciera o cuando menos se asesorara, que buscara alguna ayuda. Se decidió por la segunda opción y acudió al departamento de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Donostia. Ahora está en tratamiento psicológico y todos los días se esfuerza por hacer una vida normal. No es fácil para ella.
Cuando Estíbaliz conoció a su ex marido tenía 18 años. Empezó siendo todo maravilloso. Pero pronto comenzaría su aislamiento. Al principio, dejó de salir con sus amigas. Su entonces novio decía que aquello era de putas. «No me podía poner faldas, no podía pintarme. Sólo podía estar bien para él». En un primer momento creyó que todo aquello era por lo mucho que le amaba. «Hubo un tiempo en el que llegué a sentirme halagada. Creía que lo hacía porque me quería mucho. Pero no era una forma sana de amar. Si alguien te quiere deja que seas como realmente eres, no pone límites a la personalidad ni tampoco se molesta cuando su pareja prospera. Él no quería que fuese nada», dice.
Cinco años después se casaron y cuatro más tarde tuvo a su hija. «Yo era aún una cría y, además, muy vulnerable», reconoce. Al alejamiento de sus amistades le siguió el distanciamiento con la familia. No iban a ninguna comida, a ninguna celebración. «Quería que me quedara en casa, como si fuese un florero. Al principio me oponía, pero al cabo de un tiempo cedí». La dependencia respecto a su marido comenzó a ser exagerada y el grado de supeditación le condujo a cambiar conductas, hábitos y hasta el carácter... «Me anuló como persona».
Luego se abrió la puerta de los insultos y de las malas maneras. «Aprovechaba cualquier circunstancias para recordarme que no valía nada. No deseaba que trabajase, ni que siguiera estudiando. Quería que me dedicara de manera exclusiva a él, a la casa... Decía que no podía con todo, que no podía compaginar el estudio, el trabajo o cualquier otra actividad». Estíbaliz dejó de cuidar su aspecto. Le daba igual salir a la calle con la ropa de casa. Durante dos años se transformó en una persona intratable. Estaba amargada de la vida. No se le podía decir nada.
«Guantazos»
El maltrato psicológico se agudizó y algún que otro «guantazo» no se hizo esperar. Con su hija recién nacida en brazos -la niña apenas tenía 48 horas de vida- fue zarandeada. Casi se le fue la niña al suelo. Hasta entonces no había contado nada de su situación, pero quienes le conocían necesariamente debían saber que las cosas no le iban bien. Bastaba con mirarle a la cara. El rostro no era el de Estíbaliz. Todavía guarda el carnet de identidad que renovó por aquellas fechas. Nadie podría pensar que la mujer del documento y ella son la misma persona. «He estado muchas veces tentada de hacerme un carnet nuevo, pero no lo hago por terapia. Yo miro la fotografía y veo cómo era antes, lo que sufrí y me digo a mí misma que no estoy dispuesta a pasar por esa situación. Estaba totalmente anulada».
Estíbaliz se lo contó a su hermana, pero «ella está en una situación similar o peor que yo. Su marido le ha levantado la mano en más de una ocasión, no es consciente de la gravedad. Sigue con él y no sé por qué lo hace». Tampoco encontró en sus padres el apoyo que hubiese deseado. «Mi padre ya lo sabía. En mi casa ya me conocen. Yo antes era alegre, no me escondía ante los problemas. Tuvieron que ver el cambio que experimenté. Mis padres no lo acaban de entender».
Amiga y punto final
Y en esta situación, fue una amiga la que le ayudó a dar los primeros pasos para salir del agujero. «Me decía que igual era culpa mía, que abriera los ojos, que era mi responsabilidad. Que podía salir de allí, coger a mi hija y marcharme. 'Lo puedes hacer', repetía y 'si no lo haces es por cobardía. ¿Es esto lo que quieres para tu hija?', me recordó. A partir de ahí empecé a darme cuenta de las cosas, de que mi marido no tenía que estar siempre en posesión de la verdad. Porque hasta entonces pensaba que siempre tenía razón, que era yo la culpable de todo lo que me estaba sucediendo. Es que en aquel tiempo yo no tenía voluntad, mi personalidad estaba totalmente anulada».
No sabe cuándo ni cómo, pero un día se levantó y decidió poner punto final. Todavía hoy ignora de dónde sacó el valor para hacerlo, de dónde obtuvo la fuerza suficiente. «Le dije que se marchara, que lo hiciera por la niña. Sorprendentemente, cogió cuatro cosas y se fue. Ahora bien, las semanas siguientes fueron tremendas. Me llamaba a casa, me insultaba, me amenazaba de muerte, me seguía... Llamó también a mi familia. Les dijo a mis padres que era una puta, que estaba con otro hombre. Una de las veces dijo que si no estaba con él, no iba a estar con nadie. Ahí tuve miedo. Aquel día, desde que salí de casa, no hacía otra cosa que mirar a todos los lados y fui a la Ertzaintza».
Todavía hoy le llama. «Igual lo hace veinte veces al día y, es curioso, si llama dieciocho, echo en falta esas dos llamadas. La dependencia psicológica aún es tal que incluso llego a ese extremo».
Estíbaliz asegura que fueron el temor a sufrir un «mal mayor» y, sobre todo, su hija lo que le animó a apartarse de su marido. «Es horrible vivir con una persona a la que le tienes miedo. Y por mi hija, no volveré jamás con él. Como madre, se lo debo a ella. Lo que yo haga con mi vida es cosa mía, pero ahora soy responsable de otra persona. Y si por alguien sigo adelante, es por ella. No quiero que dentro de veinte años me diga 'ama, de qué te quejas' o que ella pase por lo mismo porque lo ha visto desde pequeña».
Estíbaliz cree que la relación entre la niña y su padre es buena, pero teme que intente hacer con la pequeña lo mismo que con ella. «Es un chantajista emocional. No es normal que una cría tan pequeña me diga después de estar con él que tengo que estar con el aita, que él me quiere mucho».
Desintoxicación
Estíbaliz está aún en proceso de «desintoxicación». Afronta la vida como mejor puede. Ha empezado a cuidarse. Se maquilla, se viste. «Parece frívolo, pero es fundamental porque antes, cuando me miraba al espejo, no me veía, no era yo». Ha vuelto a trabajar, le va bien. Otra vez soy sociable, he recuperado mis amistades, que no me dejan sola». Confía en que su pasado no condicione el porvenir. Dice que todavía no es capaz de decidir sobre aspectos cotidianos. «He estado tanto tiempo anulada, tanto tiempo en el que todo lo que hacía estaba mal que ahora aún me cuesta tomar decisiones, muchas de ellas sin ninguna trascendencia. Estoy aprendiendo a pasar página. La psicóloga me ayuda. Sé que tengo que llorar mucho todavía porque me resisto a enfrentarme directamente al problema. Sé que lo tengo que hacer, lo haré, poco a poco. Saldré adelante, no tengo duda».
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lunes, 7 de mayo de 2007
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