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lunes, 7 de mayo de 2007

"Saqué fuerzas de la fe y denuncié a mis violadores"

MUJTAR MAI, MAESTRA Y ACTIVISTA Meerwala (Pakistán), 1972 Premio Casa Asia 2005 Cuenta su historia en 'Deshonrada' (Aguilar)
. Le hicieron pagar una falsa ofensa al honor, pero ella rompió el silencio de los clanes
Mientras habla con una voz casi imperceptible, Mujtar Mai clava la punta del bolígrafo en una servilleta hasta agujerearla. El 22 de junio del 2002 fue violada por cuatro hombres de su aldea, en Penjab. Pagaba así una ofensa al honor presuntamente cometida por su hermano menor. Fracasó en el intento de suicidarse, sacó fuerzas y denunció a los agresores. Hoy trabaja para que no haya otras Mujtar en Pakistán.
--¿Cómo era la vida antes?
--Meerwala, mi pueblo, era como una selva. No había carreteras ni luz ni comisaría de policía ni escuela. Mi padre, Ghulam Farid, que es carpintero, pertenece a los gujjar, un clan humilde. La mía fue una infancia tranquila. No fui a la escuela, pero aprendí de memoria el Corán.
--Su hermano tenía 12 años cuando se desencadenó el horror.
--Sí. Algunos dijeron que le habían visto robar caña de azúcar en los campos del clan mostoi, los poderosos terratenientes de la aldea. Otros, que había violado a Salma, una mostoi de 20 años. Más tarde él contó que sólo estaba durmiendo debajo de un árbol, que se le acercó Salma y le habló. Alguien lo vio y lo denunció como una ofensa al honor.
--¿Por algo tan fortuito?
--El honor de la mujer es algo muy serio. Simplemente, no tienes derecho a hablar con una mujer ajena a tu familia. Es una tradición tribal. No tiene nada que ver con la justicia oficial ni con el islam. Es la justicia feudal. En estos casos, es difícil probar la inocencia. Siempre temes que te lleven ante el panchayat consejo con una acusación falsa.
--¿Qué ocurrió?
--Secuestraron a mi hermano. Mi familia sintió tristeza, pero también temor e impotencia. Quienes nos acusaban eran poderosos. Decidieron que fuera yo quien pidiera perdón. Tenía 28 años. Convocaron al consejo y pensamos que no ocurriría nada malo. Acudí a la asamblea con mi padre y el mulá. Tranquila. Y el veredicto nos heló.
--Su hermano fue sodomizado y usted, violada entre cuatro.
--No puedo rememorar el incidente, lo siento...
--Lo comprendo.
--La única salida después de eso es el suicidio. Si eres pobre y te quitan el honor estás muerta... Yo intenté suicidarme, pero me salió mal. Entonces, pensé que Dios no quería que me suicidara. Tampoco podía vengarme, porque la venganza es patrimonio de los hombres. Cogí fuerzas de mi fe y decidí denunciarlos.
--Cambió su destino.
--Fui a la comisaría. Me acompañaron mi padre y el mulá. Recuerdo que la policía no nos recibió bien. Las mujeres educadas me apoyaron sin vacilar, pero las del pueblo me decían que no me expusiera, que callara. Yo, desde mi analfabetismo, supe que lo peor era el silencio. Y llegué al tribunal.
--Logró meter a los cuatro en la cárcel y recibió una compensación.
--Sí. Pero una persona sola no consigue nada. Si tengo fuerza es por el apoyo mundial que he recibido.
--The New York Times destacó su valentía, Laura Bush la apoyó...
--Cuando te han quitado el honor, nadie puede devolvértelo. Yo sólo deseo que no haya otra Mujtar. Y estoy orgullosa de que, en estos cuatro años, no se haya celebrado ningún otro tribunal como el mío. Y he fundado una escuela para niñas, un centro de crisis para mujeres...
--Ha pagado usted mil honores ofendidos.
--El dolor y la tristeza son difíciles de olvidar. Siempre estarán conmigo.
--¿Por qué no se fue lejos de Meerwala?
--He tenido ofertas para ir a vivir a Canadá, a EEUU... Pero no he aceptado. El dolor iría conmigo y no habría podido fundar la escuela que hoy instruye a 300 niñas. Yo vivo para ellas, vivo a través de ellas. Son mi fuerza. Cuando entro en la escuela, corren hacia mí y me llaman "hermana". Ellas saben lo que me pasó y saben que, si alguna profesora les riñe, voy yo y le digo que hay que enseñar con amor y no con temor.
--Pero sigue viendo cada día a los brutos del pueblo.
--Los seis implicados en mi violación están en prisión. Y el resto están por allí, sin sentir ninguna vergüenza... Para ellos, una mujer sigue siendo un objeto de posesión, de honor o de venganza. Pero si hoy hay alguna comisaría de Penjab que funciona es la de Meerwala, porque saben que Mujtar tiene mucha fuerza.
--¿Y su hermano? ¿Le ayudó?
--No. Él lleva una tiendecita. Yo lucho por los derechos de las mujeres y no necesito el apoyo de ningún hombre. Ahora hay luz en la selva.
--La que usted ha encendido. ¿Siente odio?
--¡Naturalmente! Pero intento reciclarlo en buenas obras.
Fuente:www.elperiodico.com
"Lo fácil habría sido suicidarme"
Detrás de su mirada huidiza y su aparente timidez se oculta un extraordinario coraje. De él se valió Mujtar Mai para rebelarse contra las atrocidades que sufren las mujeres en su país, Pakistán, especialmente en las zonas rurales. En Meerwala, una pequeña aldea perdida en el sur de la provincia del Punjab, Mujtar fue brutalmente violada por cuatro hombres en 2002 para vengar una supuesta "ofensa de honor". Su hermano había sido visto paseando con una joven de una casta superior, pero la familia de la muchacha no se contentó castigándolo sólo a él, sodomizándolo y raptándolo durante varios días.
El consejo tribal tradicional, que actúa en las zonas rurales al margen de la ley oficial y a las órdenes de los clanes más poderosos, sentenció que Mukthtar también debía pagar, porque en este país la venganza se ejerce sobre la mujer. "No sabía que semejante violencia era posible", comenta Mujtar sobre la violación en su libro Deshonrada , que Aguilar pone a la venta mañana.
Mujtar tuvo la suerte de que un diario local contase su caso. La noticia traspasó fronteras y fue conocida por el mundo entero, lo que obligó al Gobierno paquistaní a intervenir para que se juzgara a los culpables. Hoy están en prisión, pero Mujtar no les concede el perdón. "Nunca olvidaré la cara de aquellos brutos", dijo ayer en Barcelona, donde recibió el Premio Casa Asia 2005, en reconocimiento a su lucha por los derechos de las mujeres paquistaníes.
Ataviada con un traje tradicional completamente blanco, Mujtar respondía a las preguntas de los periodistas cabizbaja, pero con la voz firme. La mujer recordó que, en Pakistán, el suicidio es el camino que siguen muchas de las mujeres que han sido violadas y no encuentran otra forma para librarse de la humillación sufrida. "Para mí, lo más fácil habría sido también suicidarme, pero soy muy creyente y Dios me dio la fuerza para no dejarme aplastar", afirmó ayer.
Contra quienes le aconsejaban olvidar lo sucedido, Mujtar, a la que han calificado como "la mujer más valiente del mundo", acudió a la Justicia y denunció a sus verdugos. La intervención del Gobierno paquistaní fue decisiva y la apoyó cuando recurrió una sentencia absolutoria que dejó en libertad a cinco de los seis procesados (los cuatro autores de la violación y dos miembros del consejo tribal que ordenó la violación). Todos ellos siguen hoy encarcelados.
Mujtar aprovecha cualquier viaje al extranjero para explicar lo que sucede en su país y pedir ayuda para llevar a cabo la misión que hoy da sentido a su vida. Con el dinero que le ofreció el Gobierno como indemnización creó una escuela para que las niñas de su país no sean analfabetas, como lo fue ella. Su lema es "combatir la opresión a través de la educación". "Empezamos con sólo tres niñas. Ahora ya tenemos 300", explicó ayer mostrando una leve sonrisa.
Junto a su amiga Naseem, Mujtar también dirige una organización de apoyo a las mujeres víctimas "del domino de los hombres".
Fuente:www.elpais.es
Deshonrada MUKHTAR MAI Aguilar EAN: 9788403097056 ISBN: 84-03-09705-0
"Yo, Mukhtaran Bibi, perdí la conciencia de mí misma, pero nunca olvidaré las caras de aquellos brutos. Para ellos, una mujer no es más que un objeto de posesión, de honor o de venganza. Se casan con ella o la violan según su concepción del orgullo tribal. Saben que una mujer humillada así no tiene otra salida más que el suicidio. Yo no les concedo mi perdón, ni mucho menos, pero intento explicar a los extranjeros, que me acribillan a preguntas, cómo funciona la sociedad del Penjab. Como si fuese un objeto con el que pueden hacer lo que quieran. La verdadera pregunta que mi país debe plantearse es muy simple: si la mujer es el honor del hombre, ¿por qué quiere violar o matar este honor?" Su relato resulta estremecedor; su acusación, inequívoca, sin ambigüedades. Fue violada, humillada. Debería haberse suicidado según la tradición. Pero se rebeló, gritó, atrajo la atención del mundo entero y logró que los infames fueran juzgados. En las páginas de este libro relata su odisea y retrata una sociedad, unas costumbres, que nos transportan a un mundo ancestral, exótico, colorista. y cruel.

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