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jueves, 27 de septiembre de 2007

Afirman que la vida erótica no se apaga con los años

 

Los prejuicios afectan más que la vejez. "No es indispensable ser joven para vivir la vida y gozar de ella; basta con mantener activo el deseo, no importan los años que se tengan", asegura Salvarezza, psicoanalista y psiquiatra.

Si ya resulta difícil que un hijo acepte que sus padres son seres sexuados, mucho más improbable es que lo admitan en sus abuelos. En la cultura, la sexualidad ha sido asociada a la juventud desde tiempos inmemoriales. Y, pasada la época en que las hormonas fluyen más vigorosamente, cierto imaginario popular supone que los adultos mayores entierran su vida erótica.
Hasta aquí, el prejuicio. Que la actividad de las hormonas y el rendimiento físico tienden a decrecer con la edad es cierto, pero, ¿por qué debería desaparecer la sexualidad?
"No es indispensable ser joven para vivir la vida y gozar de ella; basta con mantener activo el deseo, no importan los años que se tengan", sostiene Leopoldo Salvarezza, psicoanalista y psiquiatra, especializado en psicogerontología.
En el libro "El amor a los 70", su autora, Silvia C. Fairman, sostiene que en la vejez se mantienen intactos el deseo y las fantasías: "El deseo es el que impulsa el hacer; es lo que nos conduce en la búsqueda de lo que queremos. Las fantasías, a la vez, se mantienen como recuerdo de experiencias pasadas unidas a nuestras necesidades", dice Fairman.
"Existe una negación casi universal de la sexualidad de los propios padres, que se desplaza defensivamente a todas las personas mayores; es decir que las creencias impuestas por la cultura dominante impiden aceptar la necesidad de la sexualidad en la tercera edad", afirma Claudia Karabaic, psicóloga y docente del Curso Asistente Geriátrico en la Red Asistencial de Buenos Aires.
La psiquiatra y psicoanalista Victoria García Rivas advierte sobre las diferencias de la sexualidad en la juventud y en los adultos. "Los jóvenes tienden a realizar una evaluación cuantitativa de su rendimiento sexual mientras que los adultos mayores valoran otros aspectos, como la ternura, la sensualidad y la amistad. Es decir, hacen una evaluación cualitativa", explica.
Fairman sostiene en su libro que, a pesar de los cambios fisiológicos, "la búsqueda del placer no merma; la pareja añosa hace el amor con menos frecuencia y demora más tiempo que antes, pero lo disfruta tanto o más".
"La sexualidad no sólo es genitalidad y potencia: es deseo, amor, encuentro con el otro en lo más íntimo, el arribo a las fantasías presentes desde el nacimiento", señala Karabaic.

Miedo al ridículo
Aunque se sabe que la sexualidad no sólo pasa por la genitalidad, los estudios realizados en los Estados Unidos por Kinsey y por Masters y Johnson habían mostrado ya que el 50% de los mayores de 75 años son sexualmente activos. Y Tito, un hombre que orilla los 70, con felicidad en el rostro, lo avala. "No siento una decadencia marcada de aquello que se señala en los viejos. Voy a cumplir 70 años y siento que tengo capacidad erótica y genital de un nivel sumamente aceptable."
Fairman afirma que las causas patológicas que pueden llevar hasta la impotencia al adulto mayor, además de problemas físicos que pueden tener un tratamiento satisfactorio, son la inhibición cultural y el hecho de que ellos mismos consideren ridícula la actividad sexual a su edad. Roberto y Susana, abuelos de tres adolescentes, están atravesando la sexta década y viven su sexualidad con naturalidad. "Veo que dentro de las limitaciones que nos pone la edad disfrutamos muchísimo, porque nos adaptamos a lo que somos hoy", sintetiza él.

Tomado de www.lagaceta.com

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