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viernes, 14 de septiembre de 2007

Este cuerpo que no me pertenece

 

-Nuestra venganza es la felicidad-

Por Alonso Hernández/Enkidu

A Salvador Irys

Este cuerpo que no me pertenece, porque desde mi nacimiento nunca se me pregunta por mi género, al registro civil sólo le preocupa mis genitales para legalizarme como un hombre o una mujer, según sea el caso, con toda la carga moral y cultural que ello represente. Mi comunidad me enseña los roles y prejuicios con respecto a mi cuerpo, mi genero y mi sexo; en el hogar mi familia me enseña sobre las cosas que puedo hacer o no basadas tan solo en mi "sexo".

Si he nacido "mujer", mi cuerpo sigue sin pertenecerme, porque se me enseña que este es para el uso, disfrute, placer y designios de los varones. Las mujeres no tenemos el control de nuestros cuerpos, porque legalmente en muchas partes no tenemos el poder siquiera de decidir si queremos o no estar preñadas, los hombres basándose en legislaciones o religiones lo han decidido así. Ellos nos condenan como asesinas porque vamos a clínicas clandestinas para abortar. A ellos no les interesa, sí nosotras morimos allí desangradas por  falta de higiene o equipo médico.

Si nosotras tenemos trabajo, dinero, amor o desengaños, salud o enfermedad, sueños o ilusiones, no les interesa. Para ellos nuestra realización viene con la maternidad y no con las posibilidades profesionales o de vida. Los hombres nos niegan el control de nuestro cuerpo y el disfrute de nuestro placer. Si una mujer decide tener una vida sexual activa, se les llama despectivamente marota o puta, pues desconocen que las mujeres podemos tener una sexualidad propia y ajena al hombre.

Si por alguna circunstancia hemos decidido cambiar de género, se nos trata enfermas mentales o de lesbianas por externar el hecho de que en nuestro interior somos varones. En muchas partes del mundo se nos asesina por no ser vírgenes, pues para ellos la conservación de nuestro himen es más importante que nuestras vidas mismas. No por nada en muchas partes del mundo se nos cierra la vulva cuando consideran que somos aptas para ser fertilizadas y por ende, una fuente de riqueza familiar, una variante más civilizada de estos ritos son los XV años.

Si somos bisexuales o lesbianas se nos perdona "nuestra condición perversa" a cambio de la fantasía que existe de control machista sobre la sexualidad de la mujer. Muchos varones se mofan de las mujeres que somos transgénero, drag kings, bisexuales o lesbianas haciendo referencia a un supuesto afán de superación, cuando lo que se juega es una identidad genérica, sexual y/o comportamental.

En muchos países, la mujer es asesinada porque el hecho de que un hombre de la comunidad haya abusado de ella. En lugares como Pakistán, somos desfiguradas si defendemos nuestro derecho a decidir con quien casarnos sin aceptar las imposiciones sociales. En muchos a lugares a las mujeres lesbianas se les impide el derecho sobre la potestad de sus hijos, incluso se les niega la posibilidad de ser madres por considerarlas perversas o inmorales. En varias partes del mundo los parlamentos, asambleas o congresos procuran leyes y toman decisiones sobre nuestro cuerpo, salud y vida, sin tomar nuestra opinión. Para ellos, el cuerpo de la mujer no existe.

Las mujeres aprendemos a ser buenas hijas al compartir las labores del hogar con nuestras madres para en un futuro poder "ser buenas esposas, buenas madres y buenas hijas" y así reproducir este mecanismo de control. Si nos preocupamos por el cuidado de nuestro cuerpo, se nos dice que somos vanidosas. Somos subversivas si tomamos anticonceptivos o exigimos que nuestro compañero use condón.  Si nosotras enfermamos de bulimia o anorexia, la gente cree que esto se debe a un desorden mental, todavía no comprenden que esta enfermedad es el resultado de las expectativas culturales y comerciales, de una industria del cuidado y embellecimiento del cuerpo. En fin, a los varones no les interesa en realidad nuestra salud, a ellos les tiene sin cuidado si necesitamos ir al ginecólogo para poder prevenir el cáncer cervico uterino e incluso el VIH/SIDA, pues finalmente estamos allí para servir.

Si somos varones, nuestro cuerpo sigue sin pertenecernos, porque desde muy pequeños se nos dice que: "los chicos no lloran", "los machitos no sienten dolor", "los varoncitos no deben expresar sus sentimientos". La familia, la sociedad y las instituciones nos castran haciéndonos seres incompletos al cortarnos la posibilidad de expresar lo que sentimos, lo cual repercute en nuestras relaciones personales. A estas instituciones les escandaliza el que no nos guste: los soldados, el fútbol o el box. Se han casado con la idea de que un cuerpo masculino no puede ser frágil y débil. Nos envían a un psicólogo o a un ministro religioso si se nos ocurre salir del clóset como gays, transgéneros o bisexuales ya que la identidad masculina parte de la negación hacia la mujer o lo que ella representa.

Este cuerpo no me pertenece, porque si llego a tatuarme, a ponerme una arracada o a vestir de manera alternativa ya sea dark o leather puedo correr el riesgo de ser despedido de mi trabajo, expulsado de mi casa o iglesia e incluso de ser detenido por cualquier policía por "ser sospechoso". Si decido cambiar de identidad genérica, la ley no me otorga una personalidad jurídica y un nombre de acuerdo con el género al que creo pertenecer. Cuando envejecemos se nos despide del trabajo, sin reconocer nuestra experiencia laboral, pareciendo que la vejez en un hombre significa inutilidad. Nuestra "hombría" y per se nuestra validez son mediadas por la fuerza, las conquistas amorosas, el cabello, nuestra pedantería, la salud, la edad o los centímetros de genitales.

En muchos países los hombres son asesinados impunemente por el Estado, si se sospecha que son afeminados o si sabe que amamos a otros hombres, o si no deseamos pertenecer al género masculino o no nos comportamos como "los demás hombres", pareciera que el placer y redención social, solo se encontrara en una relación heterosexual y monógama. En muchas comunidades religiosas a los hombres se les practica la circuncisión, lo que perjudica nuestra sensibilidad sexual. En varias partes del mundo existen ritos de paso a "la madurez" que nos lastiman o se nos pone en riesgo tanto física como emocionalmente e incluso hasta en los países mas occidentales el hecho de permanecer soltero es motivo de sanciones económicas, sociales o legales por parte de la sociedad entera. Nuestro cuerpo no nos pertenece pues pareciera ser que debemos seguir los designios impuestos por una sociedad que les interesa reproducir sus mecanismos de control y no la búsqueda de la libertad.

Se nos censura el que podamos amar a otros seres humanos de maneras distintas a las permitidas por la tradición o la interpretación misma de los textos religiosos y se nos enseña que violentar y abusar de los demás no solo es permitido sino deseado, promoviendo en nosotros la violencia como un valor masculino. Los políticos, quienes hacen las leyes  nos niegan la posibilidad de realizarnos como padres si somos homosexuales, transgénero u hombres solteros, pues desconfían de nosotros. En el arte nuestro cuerpo desnudo se presenta como algo pornográfico y grotesco mientras que el cuerpo desnudo de una mujer es considerado como algo bello y estético.

Si enfermamos nuestros cuerpos pasan a ser propiedad de doctores, enfermeras, hospitales o farmacéuticas. La idea de fortaleza nos obliga a los varones a ocultar muchas enfermedades y padecimientos que son tratados ya cuando se muy tarde. Si vivimos con VIH inmediatamente se nos etiqueta de homosexuales, bisexuales o drogadictos con una carga peyorativa como si las enfermedades fueran decentes o indecentes. Se nos separa de nuestras parejas homosexuales, por odio y se nos condena a morir en el silencio y desprecio absoluto sin permitirnos despedir del ser que nos ha amado.

En muchos casos se nos niega el derecho a tener mantener en privacidad sobre nuestra salud, se nos despide por tener enfermedades "poco sociables". A las farmacéticas no les interesa las reacciones secundarias de los medicamentos, en muchos casos nuestros cuerpos sufren ya no las secuelas de le enfermedad misma sino la de las altas y bajas bursátiles de estas instituciones. Nuestros cuerpos no nos pertenecen, porque el Estado decide por nosotros desde el inicio al final de nuestras vidas negándonos el derecho a la eutanasia o suicidio asistido basándose más en creencias religiosas que en la laicidad de un Estado moderno.

¡Y a pesar de que este cuerpo no nos pertenece!, este es nuestra única posesión irrenunciable, a la cual feministas, ancianos, madres solteras, homosexuales, bisexuales, transgéneros y otros heterosexuales conscientes han decidido proteger con una serie de luchas y proyectos en materia de salud, no-discriminación, equidad e igualdad social.

Tomado de www.enkidu.netfirms.com

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