Los datos, los hechos y nuestra propia experiencia personal nos muestran la decadencia de una "civilización occidental" cuya riqueza material es inversamente proporcional a su pobreza espiritual. El problema que aqueja al hombre de hoy es, sin duda, una crisis de sentido galopante que inunda los corazones de millones de personas. Jóvenes viejos y sin esperanza que huyen de la realidad para sucumbir en un "nirvana" efímero que luego les escupe a una resaca tortuosa. Adultos que no conocen la responsabilidad y que siguen pedaleando hacia ninguna parte. Incluso los mayores, que esperan hastiados el ocaso de su vida para que "todo termine".
Tras sobrevivir al horror nazi, Frankl pudo comprobar en esencia que cada hombre que le acompañaba en esa terrible experiencia, conservaba una parcela de su mente y su corazón que nadie podía tocar. Podían hacerles pasar por las peores penurias, encadenarlos, amenazarlos, apalearlos; pero no podían obligarles a pensar lo que no querían, ni a amar lo que odiaban y por supuesto a despreciar aquello que era lo más importante para cada uno de ellos. Su mujer, sus hijos, Dios. En aquel escaso margen de libertad que trataba de dinamitar la moral y el espíritu de aquellos hombres y mujeres; unos sucumbían y decidían lanzarse contra la vaya electrificada, o se convertían en compañeros tan crueles y despiadados como los carceleros. Otros en cambio, con una energía espiritual indestructible, decidían vivir lo que les quedara de vida de acuerdo con una dignidad que nadie podía arrebatarles. Estos abrían su corazón a la esperanza y ayudaban al más necesitado; o sostenían su ánimo con la ilusión de poder volver a ver al amor de su vida.
Hay neurosis que son congénitas o puramente físicas pero otras muchas, cada vez más, nacen del sentimiento del fracaso de quien no tiene ningún proyecto serio que mueva su voluntad a luchar, por el que sufrir, por el que merezca existir; y vivir plenamente. Nieztche decía que "quien tiene un por qué por el que vivir, puede soportar todos los cómos". Viktor Frankl iba mucho más lejos al asegurar que cada hombre y cada mujer existen para algo y pueden vivir para Alguien. Ayudarles a descubrir esa pasión, esa misión, ese Amor que llevan dentro y da sentido a sus vidas; no es tarea de psicólogos o psiquiatras sino de todos.
Tomado de www.lasemana.es
1 comentario:
Es una pena que pocos se acuerden de Frankl, de su teoría y también de su persona.
Muchas gracias por compartir con nosotros este texto.
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