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martes, 25 de septiembre de 2007

Qué hay detrás de la violencia adolescente

 
 
La fuerte conmoción generada por el caso del chico de 17 años apuñalado por otros adolescentes en las inmediaciones del Normal 2 cuando trataba de mediar en una pelea estaba lejos de apagarse, cuando desde Córdoba, la crónica policial sumó ayer un nuevo episodio de agresión armada entre jóvenes, particularmente violenta y ligada al ámbito escolar: un chico de la ciudad mediterránea de San Francisco, de 16 años, resultó apuñalado por un ex compañero y la agresión le provocó heridas que lo dejaron en estado delicado.

Fue otro episodio llamativo por su particular virulencia que se agregaba a una lista plagada de casos recientes, muchos de ellos registrados en nuestra ciudad. Como el ocurrido en un colegio próximo al estadio Ciudad de La Plata donde un chico de 8 años resultó presuntamente abusado por un grupo de pares que no superaba los 10, mientras en Berisso se denunciaba un caso similar que habría tenido como víctima a un menor agredido por otro.

La violencia entre chicos preocupa y lo hace más cuando se registra en un contexto social donde las muestras de agresividad proveniente del mundo adulto abundan y funcionan como un espejo para la conducta de los más jóvenes. Y donde nadie atina a dar respuestas eficaces para resolver las situaciones de fondo que actúan como resorte de la agresión. Entre ellas, el profundo malestar que expresan chicos y adolescentes a través de este tipo de episodios y en el que se conjuga la sensación de abandono, la imposibilidad de comunicarse eficazmente con adultos y pares, la falta de oportunidades, la carencia de contención y una profunda sensación de que el entorno los amenaza.

Así lo indican especialistas como Juan Otero, director de Psicología de la Dirección General de Escuelas o la ex jueza de menores Gloria Gardella, quienes invitan a encontrar las explicaciones de los episodios de agresividad adolescente en la violencia de los adultos. Una violencia transformada en tendencia de época. Y de la que los adolescentes no pueden abstraerse.

¿Cómo resolverlo? Para los entendidos el camino pasa por mejorar el diálogo y por la creación de espacios de reflexión en donde distinto actores sociales puedan discutir el fenómeno y encontrar nuevas herramientas para poner los límites que los chicos, a través de este tipo de episodios, reclaman.

Para Otero, la violencia de la sociedad, responsable de instalar un imperativo según el cual "hoy las cosas se obtienen violentamente", se difunde con fuerza, intercepta a los chicos en su desarrollo y se instala en su constitución subjetiva.

"Los chicos protagonistas de la violencia, ya sea como víctimas o victimarios, suelen venir de entornos donde vivieron una experiencia de violencia en alguno de esos dos roles. Y cuando se habla de este tipo de experiencia de no se hace referencia sólo a la agresión física, sino también a la verbal, representada por la subestimación y el maltrato", dice el especialista.

Los entendidos ponen también el acento en el "efecto contagio" de estos episodios y de las referencias permanentes a la violencia presentes en los medios, en la televisión o en los videojuegos. Y destacan cómo la repercusión que obtiene un caso actúa como motivador para el chico que se encuentra interceptado por estas fantasías de agresión presentes en el entorno.

Gardella, por su parte, destaca que esta situación que supone la violencia de los adultos instalada en todos los ámbitos de la vida se da en medio de un contexto que favorece una mayor cuota de agresividad: la falta de contención de los adolescentes que hoy aparecen "como perdidos y sin valores" una falta de contención en la que dialogan las deudas de instituciones como la familia y la escuela.

Otros especialistas aluden a la carencia de oportunidades como la piedra angular en la que descansa la desazón de los chicos, a la que se suman las presiones económicas que soportan sus hogares y que condicionan su capacidad de responder y poner límites.

LAS ARMAS, OTRO FACTOR PREOCUPANTE

En este marco, uno de los factores que más preocupa a los especialistas es el cambio que se produjo en los últimos años en la relación de los chicos con las armas o con elementos de uso cotidiano convertidos en precarios instrumentos para la agresión.

Refiriéndose a ese punto, Otero destaca que esas armas que para otras generaciones resultaron símbolos de situaciones sociales puntuales ("la guerra o la conquista del oeste", ejemplifica) hoy representan para los adolescentes algo más próximo.

"Actualmente las armas están disponibles en la sociedad y representan un elemento cotidiano y muy difundido por los medios de comunicación, que no sólo muestran armas convencionales, sino que hasta exhiben cómo se construye un arma casera. Eso no es ajeno a los chicos y genera una proximidad", explica Otero.

La mayor familiaridad de los chicos con las armas no sólo se expresa en episodios como los relatados en esta nota. También en el secuestro en las aulas de elementos cotidianos que se utilizan en peleas. Desde una navaja, a una cadena de bicicleta o un candado.

ESPACIOS DE REFLEXION

Para los especialistas, el camino para encontrar una nueva forma de poner a los chicos los límites reclaman es a través de la creación de espacios de reflexión en donde se hable a fondo de la violencia.

En esos espacios, dicen, deberían participar alumnos, escuela y familias con la idea de encontrar nuevos códigos y palabras que mejoren la comunicación entre los distintos actores, que actualmente falla, según dice Otero.

Esos espacios de reflexión ayudarían además, sugiere el especialista, a mejorar el diálogo entre los padres y la escuela. Una escuela que se sigue manejando con los viejos parámetros de la familia nuclear pese a que hoy los modelos familiares han cambiado. Un elemento que estaría condicionando la respuesta escolar ante esta y otras situaciones.

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