Los medios de comunicación no cesan de informarnos acerca de los hechos que acaecen en cualquier parte del mundo en relación con un tema tan sensible y que tanto morbo y preocupación suscita como el de los abusos sexuales a menores dentro del propio entorno familiar.
La relación carnal entre parientes dentro de los grados en que está prohibido el matrimonio (que es como se define el incesto) es tan antigua como la historia del género humano. Ya en la ley de Moisés el incestuoso era condenado a muerte, y tanto el Concilio de Trento como el de Baviera repudian severamente tal acto o conducta. Por otra parte, es bien conocida la leyenda clásica de Fedra y sus no correspondidos amores hacia Hipólito, su hijastro, así como la frecuencia con que la literatura de todos los tiempos aborda una cuestión tan censurada, cuando no condena sin paliativos, como la del incesto. Cada día despiertan más interés las reacciones que se operan en la conducta de las víctimas de incesto, así como la asimilación, desde nuestro punto de vista actual, de lo que teólogos y canonistas consideraron un concubinato ilícito entre personas unidas por los vínculos del parentesco, de consanguinidad o afinidad.
El psicólogo húngaro Sandor Frenezi (1873-1933), contemporáneo y amigo de Freud, escribe que «el deseo de incesto es inherente al hombre y sólo puede alejarlo un interdicto formulado como ley» y señala los frecuentes casos en que el adulto transforma la ternura y el cuidado en pasión sexual. Por su parte, Freud ya se había ocupado del tema en su obra Tótem y tabú (1912), donde trata de hallar una explicación al hecho de que en las tribus antiguas y primitivas se encuentra temor al incesto.
Respecto a la materia que tratamos resulta de gran relevancia la obra Abusos sexuales en la infancia. La lógica del olvido de la doctora Jennifer J. Freyd, catedrática de Psicología de la Universidad de Oregón (USA), quien lleva a cabo un documentado estudio sobre las personas que han sufrido abusos sexuales durante su infancia, como fue su propio caso. Recoge la doctora Freyd que el 54 por ciento de las mujeres consumidoras de drogas se reconocían como víctimas de abusos sexuales en su infancia. Esta investigadora desarrolla su trabajo formulando la teoría del trauma de la traición (volumen 24, número 2, de la revista de Psicopatología y Salud Mental, año 2001).
La doctora Freyd hace también un estudio analítico del incesto (abuso familiar) y recoge que los casos de incesto durante la infancia originan un mecanismo que denomina de supervivencia, es decir, «una amnesia sobre esas traumáticas experiencias, en especial cuando dependen de sujetos agresivos y peligrosos». Esta misma teoría es también ratificada por otros autores, ya que no es fácil sustraerse al dolor cuando la víctima cuenta con una relación efectiva de intensidad recíproca como la del cuidado paterno filial, que se convierte en la oscuridad de la noche en un abuso sexual, algo que se quiebra en la vida humana. ¿Será sólo el trauma de la traición mencionado o será la ruptura con la civilización como la concebimos actualmente? Esto es lo que se pregunta la mencionada J. J. Freyd en su obra, al tiempo que comentaba la controversia que se ha dado en los Estados Unidos sobre los «recuerdos recuperados», y no teme pensar en todo lo imaginable con relación al abuso sexual. A comienzos del siglo XX, ya Freud se pregunta si «es real el abuso o es otra fantasía del deseo del paciente». Los estudios sobre abusos confirmados apuntan lamentablemente a aseverar que un porcentaje de abusos se «olvidan» porque... conviene olvidar para favorecer lo que JJ. llama preservación de la supervivencia.
Dentro de mi humilde parecer no dudo en calificar de actos aberrantes y repulsivos tanto los abusos sexuales como el incesto, ambos de tan triste vigencia en la sociedad actual.
J. Kocina es médico |
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