Estudios médicos y mascotas terapéuticas. El animal por sí solo no cura, pero ayuda al equilibrio orgánico y psíquico de la persona. Quienes conviven con un can tienden a disminuir los niveles de presión arterial y de colesterol. Alerta contra ataques de epilepsia.
Que el perro es el mejor y más fiel amigo del hombre, ya nadie lo discute. Desde tiempos inmemoriales se sabe que brinda a su dueño un amor incondicional, tan sólo a cambio de una ración de comida, saborizada con una importante pizca de mimos. Es el que siempre está de buen humor y dispuesto a jugar cuando su amo llega a casa.
Pero lo que no se sabía del mundo canino es que su compañía logra mejorar la salud de su dueño. A esa conclusión llegó la doctora Deborah Wells, psicóloga de la Universidad de Queen, en Belfast, Irlanda del Norte. La especialista asegura que, después de haber revisado decenas de investigaciones previas, aquellos que conviven con un perro tienden a disminuir su presión arterial y los niveles de colesterol nocivo en sangre; además de que padecen menor cantidad de graves enfermedades. El relevamiento también sugiere que los perros ayudan a la recuperación de ataques cardíacos y actuarían como un "alerta anticipada" para detectar una inminente irrupción de un cuadro epiléptico.
En otro punto del planeta, investigadores del Baker Medical Research Institute, en Melbourne, Australia, observaron que los dueños de estas mascotas tenían presión sistólica y triglicéridos en el plasma sanguíneo significativamente más bajos que los que no las tenían. Resultados anteriores realizados por el National Institute of Health mostraron que los índices de supervivencia a los infartos de miocardio eran superiores en los dueños de perros. En el mismo sentido, en 1994, el Australian People and Pets Survey evidenció que las personas estaban en mejores condiciones físicas, concurrían menos al médico, tomaban menos fármacos contra la hipertensión y eran poco frecuentes los sentimientos de soledad.
Después de semejantes revelaciones, los amos de "pichichos" tienen sobrados motivos para brindarles más amor y cuidados de los que ellos demandan.
Pero, ¿por qué el perro contribuye a un mejoramiento orgánico y psíquico de la persona que lo cuida? "El animal por sí solo no tiene propiedades curativas. Pero es un ser vivo, que no cuestiona ni discrimina y su amor es incondicional -ejemplifica Ana María Naveira, licenciada en Psicología-. Y cada vez más en las grandes ciudades, la gente tiende a ser más solitaria, a vivir en una especie de aislamiento". Según la especialista el perro es un gran sostén emocional. "Una paciente había quedado viuda a los 70 años y cayó en un bajón. Al tiempo de enviudar, sus sobrinos le regalaron una perrita que le saltaba encima, la mordisqueaba, obligándola a salir de la cama -relata Naveira-. De a poco, Nilda dejó el estado depresivo y volcó el amor que no sabía dónde poner después de la muerte de su marido." A Patricia, su perra Anush la ayudó a sobrellevar la muerte de su hermana. "Yo estaba muy triste y me la pasaba llorando. Un día vino Anush y empezó a secarme las lágrimas con sus besos; fue tanta la ternura que sentí -ella sabía que yo no estaba nada bien-, que eso me levantó el ánimo".
Los veterinarios aseguran que el perro se da cuenta cuando su dueño no está bien y trata de hacer algo para mejorarlo.
Despierta emociones positivas, conectadas a la vida
"El ser humano deposita en el perro aspectos infantiles propios. Lo ve correr y jugar con un huesito, mover la cola, y termina identificándose con su mascota. Toma el lugar de sostén en la vida emocional -analiza Iris Pugliese, licenciada en Psicología-. ¿Por qué razón? Porque un conflicto con otro ser humano conlleva manifestaciones en el cuerpo, como tensión muscular, hipertensión, acidez, hasta brotes en la piel. Todos aspectos negativos. El perro, al contrario, despierta emociones positivas ligadas a la vida, que otorgan bienestar y distensión."
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