Que estas buscando?

lunes, 18 de junio de 2007

Sobre pleitos y diferencias

PSICOLOGIA COTIDIANA
MARÍA REYES GARCÍA TRUJILLO *

Nadie diría que aquella pareja tan bien avenida, paradigma de la estabilidad y equilibrio conyugal, aparentes almas gemelas, con gustos, ideas y aficiones tan similares, podría entrar en situaciones de tal desencuentro. El caso es que ni ellos mismos podían explicarse bien la causa de la explosión, "por una nadería...", pero de tanta importancia en el momento de la discusión, por una pequeña opinión diferente, por la forma diferente de hacer un arroz. Una conversación que va subiendo de tono, que de un tema lleva a otro, de un reproche a otro, de una amenaza a otra, hasta llevar a un sentimiento de ruptura, de enajenamiento, de angustia y de separación... Sentimento que consuma una de las mayores angustias del ser humano, la angustia de separación. La sensación de que esa diferencia que aparece es la pista, el indicio, de que la felicidad que prometía el amor como situación idealizada ha entrado en barrena. Esa pequeña diferencia será entonces interpretada como la luz roja de peligro que nos hará rechazar la dependencia que nos supone la unión, el riesgo que ello conlleva, la exposición al padecimiento. Es decir, un indicio de diferencia frente a lo muy cercano, que creíamos igual, puede provocar el levantamiento de muros, acentuando la separación y la distancia, entrando incluso en comportamientos destructivos.

Que tendemos a rechazar lo diferente no es un concepto ni una actitud nueva. La historia está llena de ejemplos, plasmados en genocidios, guerras y limpiezas étnicas, de los que podemos entresacar este rechazo el concepto de racismo y de xenofobia. Y no nos falta razón, en ellos es evidente que se rechaza lo diferente; por medio de ellos, un grupo o etnia se defiende de una fantasía de amenaza a su identidad, a su cohesión y supervivencia como grupo.

Sin embargo, los mayores pleitos, desencuentros, odios y rivalidades surgen en cuanto más cerca estamos y más parecidos somos al otro. Y es que la similitud, la cercanía, crea paradójicamente a su vez, la necesidad de diferenciarnos, de preservar nuestra individualidad. Así, diferencias mínimas han cristalizado en odios y conflictos salvajes, y en Europa tenemos ejemplos muy cercanos en el tiempo, como la guerra de los Balcanes. Sin llegar a ese estado de cosas, pero a veces, por lo que se puede ver en algunos periódicos, con bastante intensidad, tenemos el ejemplo cercano del pleito insular entre Tenerife y Gran Canaria, las llamadas islas hermanas, las dos mayores, con algún matiz diferente en el acento, otras pequeñas diferencias y grandes y ya históricos pleitos.

Y frente a la amenaza, el pleito, la solución más primitiva y primaria, consiste en la separación del otro, la distancia, las barreras, como en el mito de Narciso, atrapados en nosotros mismos, sin poder desviar la mirada de nuestra propia imagen en el espejo. Ese narcisismo en cierta medida es necesario, en el sentido de que nos permite establecer una concepción clara de nosotros mismos y nos ayuda a poner límites necesarios, pero un narcisismo que no tiene a su vez límites nos arroja al aislamiento dentro de una situación ególatra, en la que es imposible la comunicación, la comprensión y la flexibilidad frente a las diferencias. La soledad de la que tanto adolece nuestra sociedad, puede ser la protección más inmediata, pero es también la más desvitalizante y nociva. La unión con otros, diferentes y en aceptación de las diferencias, en la lucha por un bien común, socialmente o en situaciones personales, como la pareja que se peleaba por el arroz, es definitivamente una mejor opción a intentar.



* María Reyes García Trujillo es doctora en Medicina, psiquiatra y psicoterapeuta.

No hay comentarios.: