Cada vez más lejos del modelo familiar en el que ellos mismos fueron criados, los padres de la nueva generación cada vez se involucran más en la educación y en el crecimiento de sus hijos. También son más cariñosos y ya no tienen pudor en manifestar el amor hacia sus hijos en público. Retratos de un nuevo modo de entender la vida como papá.
Alejados del modelo familiar en el que ellos mismos fueron criados, los padres de la nueva generación cada vez se involucran más en la educación y en el crecimiento de sus hijos. Además, son más cariñosos y ya no tienen pudor en manifestar el amor hacia sus hijos en público. Retratos de un nuevo modo de entender la vida como papá.
Se los ve en la puerta de las escuelas, a la hora de la salida de los chicos. Se los ve en las reuniones de padres del grado. Se los ve en los cumpleaños de los amiguitos de sus hijos. Se los ve en los consultorios médicos, en las plazas y en los parques. Y se los va a ver en las próximas vacaciones de invierno, en la entrada de los cines o en la cola de las obras de teatro.
En todos esos escenarios, y cada vez con mayor frecuencia, los chicos hoy cuentan con un acompañamiento distinto al de hace algún tiempo atrás. Progresivamente, los papás han ido ocupando espacios al lado de sus hijos que antes parecían propiedad exclusiva de las madres.
El modelo de padre que llegaba tarde y cansado del trabajo, al que su mujer tenía que "poner al día" acerca de las cuestiones de los chicos y que se preocupaba más bien poco por temas domésticos como las enfermedades de sus hijos o los conflictos en la escuela parece haber muerto con el siglo XX.
Hoy, la nueva generación de padres varones tiene hacia la paternidad y hacia los hijos una actitud completamente diferente. Son más cariñosos, más comprometidos con la crianza y la educación de los hijos, más presentes y más demostrativos.
Para los especialistas consultados, se trata de una consecuencia directa de los cambios que, generación tras generación, se registraron en el ordenamiento de las parejas. Y confían en que, mientras no se diluyan las funciones paternas y maternas, el fenómeno tendrá consecuencias positivas.
"HACERSE" EL TIEMPO
Como le pasa a la mayoría de los papás de su generación, a Juan Ignacio Giner (28) le cuesta mucho combinar horarios y responsabilidades para equilibrar las horas que pasa en el trabajo y las que pasa con sus hijos, León, de seis, y Ulises, de dos y medio. Y sabe que desde septiembre la cosa va a ser más complicada: para esa fecha, está prevista la llegada del tercero, otro varón, que se va a llamar Felipe.
Juan trabaja en una empresa automotriz donde la exigencia es alta y donde el ambiente es muy competitivo. Sin embargo, a pesar de meterse todos los días de cabeza en ese clima, necesita cortar el día para ver a sus hijos. "Todos los mediodías me hago un rato, por más esté muy complicado. Trato de almorzar con ellos, aunque a veces no pueda. Y los llevo a la escuela y al jardín. Ese es el momento que más me gusta del día".
Juan logró, ahora, acomodar la agenda y reservarse el fin de semana para dedicárselo por entero a sus hijos. "Antes, jugaba al fútbol con mis amigos. Pero dejé para tener más tiempo para los nenes".
"No soy ningún padre ejemplar -se sincera-. Cometo un montón de errores. Pero al final, el balance me parece que es bueno. Los chicos me idolatran y eso me hace feliz".
El de Juan Ignacio y su lucha permanente para abrirse paso entre las actividades diarias para pasar más momentos con sus hijos no es un caso raro. La nueva generación de padres que él integra, dicen quienes estudian el tema tiene que batallar constantemente contra el "clima de época".
Así lo considera Fabiana Guerrero, psicóloga dedicaca a la clínica con niños, adolescentes y sus referentes y miembro fundador de CIPSA (Centro Integral de Psicología Aplicada). "Hoy se es padre en una época y en una realidad sociocultural en la que encontramos mucho de individualismo, de falta de tiempo, de desborde tecnológico y otros factores que resienten la constitución de los vínculos -apunta-. Pero encontramos esta propuesta de modificaciones en la convivencia que tienden a posibilitar una mayor aproximación en el vínculo entre padres e hijos".
ROLES Y FUNCIONES
Para la psicóloga María Stoika, una de las fundadoras de la "Escuela para Padres", el fenómeno de la crianza "a la par" ha generado que la educación de los chicos no aparezca tan disociada en base a aquel viejo modelo donde la madre se ocupaba de la crianza y el padre de proveer para el hogar. "Ahora los dos proveen y los dos están presentes en la medida de sus posibilidades".
"Hay un enfoque distinto ya desde el embarazo. Hoy, la pareja parece más enfocada, más unida compartiendo esa espera. La mujer le da otro lugar al hombre y espera otras cosas. Y eso le permite al hombre ubicarse de otras maneras, con una presencia más real".
Ese parece ser el caso de Pablo "Nico" Martínez (31), para quien la cosa está muy clara. Pasa con Constanza, su hija de tres años, todo el tiempo que puede, incluso aquel que dedica para preparar en su cocina la comida que, al día siguiente, va a salir a vender por ministerios y oficinas.
"Cuando termino de trabajar, la paso a buscar por el jardín, venimos a casa y a partir de ahí, compartimos el día, con las actividades que tengamos que hacer. Jugamos un rato, salimos a dar una vuelta o dibujamos. Y más tarde, mientras mi señora cocina, yo me ocupo de bañarla y de ver si hay alguna cosa que necesita para el otro día", relata.
Esa actitud hacia la paternidad la comparte, dice, con todos sus amigos que ya tienen hijos. "Creo que tiene que ver con el lugar de dónde venimos y de cómo nos criaron nuestros viejos, de una época en la que había tiempo para que tu viejo esté con vos y tu ayude a construir el metegol. Y yo trato de hacer lo mismo con Constanza a pesar de estar en la ciudad, que tiene otro ritmo. Quiero estar con ella y compartir tiempo de calidad".
CAMBIO GENERACIONAL
Fernando Boschiazzo tiene 39 años, un trabajo como empleado administrativo y un hijo que ocupa todo el tiempo libre que le dejan sus obligaciones. Todos los días, a las cinco de la tarde, llega a su casa y su tiempo queda colonizado por la presencia de Augusto, su hijo de cuatro años.
"Algunos días salimos. Vamos al centro, a comer algo o a alguna librería, porque nos fascinan los libros. Si no, nos quedamos en casa, y jugamos a algo en la computadora o nos ponemos a pintar. Más a la noche, me ocupo de bañarlo y dejarle las cosas listas para el otro día. Y mi mujer hace la cena", resume Fernando de su agenda diaria.
Esa relación que, a fuerza de pequeños rituales cotidianos, logró ir construyendo Fernando es, dice, muy distinta a la que él mismo tuvo con su padre. "La verdad, lo veía poco y nada. Cuando era chico, mis horarios no coincidían mucho con los de él. Y cuando salía de la escuela, mi viejo entraba a laburar".
Igual que Fernando, la percepción general de los varones jóvenes que hoy integran la nueva camada de padres es que entre ellos y las generaciones anteriores hay un abismo de diferencia con respecto a la actitud frente a la crianza de sus hijos.
En el mes de febrero pasado, el sitio de la organización Mam's & Babys ("Mamás y bebés") difundió un sondeo realizado en Argentina en el que surgieron datos claros sobre este fenómeno. La enorme mayoría de los hombres (el 78 por ciento) contestó que existen "muchas diferencias" entre ellos y sus progenitores. Y esas "diferencias" tienen que ver con una actitud más involucrada, más comprometida, más presente y más cariñosa.
Este proceso tiene, para los psicólogos, una explicación clara. "Todos tenemos una relación con nuestro padre, que puede o no cumplir con la forma de vínculo deseada. Y esta situación puede incentivar su revisión, su replanteo", dice Fabiana Guerrero, psicóloga del CIPSA.
Juan Ignacio, papá de León y Ulises, puede ser un caso testigo de esos cambios. "Las diferencias que hay entre la relación que yo tuve con mi viejo y la que hoy tengo con mis hijos es absolutamente diferente -dice-. Yo, con mi papá, tuve una relación quizás un poco distante. Y yo quiero que con mis hijos sea distinto, porque creo que la presencia es lo más importante de todo. No quiero que crezcan sin verme, sin tenerme al lado. Me gustaría saber que cuando no estoy me extrañan".
¿Qué efecto tendrá, finalmente, para los chicos de las próximas generaciones este cambio en el rol paterno? Nadie parece saberlo con exactitud. Pero muchos tienen una mirada optimista.
Para María Stoikala consecuencia será positiva en la medida en que quede muy claro que a pesar de todo la mamá y el papá tienen funciones y miradas bien diferentes que no deben confundirse.
Pero también con que en ese movimiento de acercamiento a los hijos, el padre no se convierta en otro chico más. "La palabra del papá es fundamental. Estar más cerca no debe significar perder el lugar de modelo identificatorio. Porque si él no lo ocupa, nadie lo hará".
Se los ve en la puerta de las escuelas, a la hora de la salida de los chicos. Se los ve en las reuniones de padres del grado. Se los ve en los cumpleaños de los amiguitos de sus hijos. Se los ve en los consultorios médicos, en las plazas y en los parques. Y se los va a ver en las próximas vacaciones de invierno, en la entrada de los cines o en la cola de las obras de teatro.
En todos esos escenarios, y cada vez con mayor frecuencia, los chicos hoy cuentan con un acompañamiento distinto al de hace algún tiempo atrás. Progresivamente, los papás han ido ocupando espacios al lado de sus hijos que antes parecían propiedad exclusiva de las madres.
El modelo de padre que llegaba tarde y cansado del trabajo, al que su mujer tenía que "poner al día" acerca de las cuestiones de los chicos y que se preocupaba más bien poco por temas domésticos como las enfermedades de sus hijos o los conflictos en la escuela parece haber muerto con el siglo XX.
Hoy, la nueva generación de padres varones tiene hacia la paternidad y hacia los hijos una actitud completamente diferente. Son más cariñosos, más comprometidos con la crianza y la educación de los hijos, más presentes y más demostrativos.
Para los especialistas consultados, se trata de una consecuencia directa de los cambios que, generación tras generación, se registraron en el ordenamiento de las parejas. Y confían en que, mientras no se diluyan las funciones paternas y maternas, el fenómeno tendrá consecuencias positivas.
"HACERSE" EL TIEMPO
Como le pasa a la mayoría de los papás de su generación, a Juan Ignacio Giner (28) le cuesta mucho combinar horarios y responsabilidades para equilibrar las horas que pasa en el trabajo y las que pasa con sus hijos, León, de seis, y Ulises, de dos y medio. Y sabe que desde septiembre la cosa va a ser más complicada: para esa fecha, está prevista la llegada del tercero, otro varón, que se va a llamar Felipe.
Juan trabaja en una empresa automotriz donde la exigencia es alta y donde el ambiente es muy competitivo. Sin embargo, a pesar de meterse todos los días de cabeza en ese clima, necesita cortar el día para ver a sus hijos. "Todos los mediodías me hago un rato, por más esté muy complicado. Trato de almorzar con ellos, aunque a veces no pueda. Y los llevo a la escuela y al jardín. Ese es el momento que más me gusta del día".
Juan logró, ahora, acomodar la agenda y reservarse el fin de semana para dedicárselo por entero a sus hijos. "Antes, jugaba al fútbol con mis amigos. Pero dejé para tener más tiempo para los nenes".
"No soy ningún padre ejemplar -se sincera-. Cometo un montón de errores. Pero al final, el balance me parece que es bueno. Los chicos me idolatran y eso me hace feliz".
El de Juan Ignacio y su lucha permanente para abrirse paso entre las actividades diarias para pasar más momentos con sus hijos no es un caso raro. La nueva generación de padres que él integra, dicen quienes estudian el tema tiene que batallar constantemente contra el "clima de época".
Así lo considera Fabiana Guerrero, psicóloga dedicaca a la clínica con niños, adolescentes y sus referentes y miembro fundador de CIPSA (Centro Integral de Psicología Aplicada). "Hoy se es padre en una época y en una realidad sociocultural en la que encontramos mucho de individualismo, de falta de tiempo, de desborde tecnológico y otros factores que resienten la constitución de los vínculos -apunta-. Pero encontramos esta propuesta de modificaciones en la convivencia que tienden a posibilitar una mayor aproximación en el vínculo entre padres e hijos".
ROLES Y FUNCIONES
Para la psicóloga María Stoika, una de las fundadoras de la "Escuela para Padres", el fenómeno de la crianza "a la par" ha generado que la educación de los chicos no aparezca tan disociada en base a aquel viejo modelo donde la madre se ocupaba de la crianza y el padre de proveer para el hogar. "Ahora los dos proveen y los dos están presentes en la medida de sus posibilidades".
"Hay un enfoque distinto ya desde el embarazo. Hoy, la pareja parece más enfocada, más unida compartiendo esa espera. La mujer le da otro lugar al hombre y espera otras cosas. Y eso le permite al hombre ubicarse de otras maneras, con una presencia más real".
Ese parece ser el caso de Pablo "Nico" Martínez (31), para quien la cosa está muy clara. Pasa con Constanza, su hija de tres años, todo el tiempo que puede, incluso aquel que dedica para preparar en su cocina la comida que, al día siguiente, va a salir a vender por ministerios y oficinas.
"Cuando termino de trabajar, la paso a buscar por el jardín, venimos a casa y a partir de ahí, compartimos el día, con las actividades que tengamos que hacer. Jugamos un rato, salimos a dar una vuelta o dibujamos. Y más tarde, mientras mi señora cocina, yo me ocupo de bañarla y de ver si hay alguna cosa que necesita para el otro día", relata.
Esa actitud hacia la paternidad la comparte, dice, con todos sus amigos que ya tienen hijos. "Creo que tiene que ver con el lugar de dónde venimos y de cómo nos criaron nuestros viejos, de una época en la que había tiempo para que tu viejo esté con vos y tu ayude a construir el metegol. Y yo trato de hacer lo mismo con Constanza a pesar de estar en la ciudad, que tiene otro ritmo. Quiero estar con ella y compartir tiempo de calidad".
CAMBIO GENERACIONAL
Fernando Boschiazzo tiene 39 años, un trabajo como empleado administrativo y un hijo que ocupa todo el tiempo libre que le dejan sus obligaciones. Todos los días, a las cinco de la tarde, llega a su casa y su tiempo queda colonizado por la presencia de Augusto, su hijo de cuatro años.
"Algunos días salimos. Vamos al centro, a comer algo o a alguna librería, porque nos fascinan los libros. Si no, nos quedamos en casa, y jugamos a algo en la computadora o nos ponemos a pintar. Más a la noche, me ocupo de bañarlo y dejarle las cosas listas para el otro día. Y mi mujer hace la cena", resume Fernando de su agenda diaria.
Esa relación que, a fuerza de pequeños rituales cotidianos, logró ir construyendo Fernando es, dice, muy distinta a la que él mismo tuvo con su padre. "La verdad, lo veía poco y nada. Cuando era chico, mis horarios no coincidían mucho con los de él. Y cuando salía de la escuela, mi viejo entraba a laburar".
Igual que Fernando, la percepción general de los varones jóvenes que hoy integran la nueva camada de padres es que entre ellos y las generaciones anteriores hay un abismo de diferencia con respecto a la actitud frente a la crianza de sus hijos.
En el mes de febrero pasado, el sitio de la organización Mam's & Babys ("Mamás y bebés") difundió un sondeo realizado en Argentina en el que surgieron datos claros sobre este fenómeno. La enorme mayoría de los hombres (el 78 por ciento) contestó que existen "muchas diferencias" entre ellos y sus progenitores. Y esas "diferencias" tienen que ver con una actitud más involucrada, más comprometida, más presente y más cariñosa.
Este proceso tiene, para los psicólogos, una explicación clara. "Todos tenemos una relación con nuestro padre, que puede o no cumplir con la forma de vínculo deseada. Y esta situación puede incentivar su revisión, su replanteo", dice Fabiana Guerrero, psicóloga del CIPSA.
Juan Ignacio, papá de León y Ulises, puede ser un caso testigo de esos cambios. "Las diferencias que hay entre la relación que yo tuve con mi viejo y la que hoy tengo con mis hijos es absolutamente diferente -dice-. Yo, con mi papá, tuve una relación quizás un poco distante. Y yo quiero que con mis hijos sea distinto, porque creo que la presencia es lo más importante de todo. No quiero que crezcan sin verme, sin tenerme al lado. Me gustaría saber que cuando no estoy me extrañan".
¿Qué efecto tendrá, finalmente, para los chicos de las próximas generaciones este cambio en el rol paterno? Nadie parece saberlo con exactitud. Pero muchos tienen una mirada optimista.
Para María Stoikala consecuencia será positiva en la medida en que quede muy claro que a pesar de todo la mamá y el papá tienen funciones y miradas bien diferentes que no deben confundirse.
Pero también con que en ese movimiento de acercamiento a los hijos, el padre no se convierta en otro chico más. "La palabra del papá es fundamental. Estar más cerca no debe significar perder el lugar de modelo identificatorio. Porque si él no lo ocupa, nadie lo hará".
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