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martes, 10 de julio de 2007

Adicciones femeninas

 

Según estadísticas internacionales, las mujeres mayores de 40 años, son las que más consumen psicofármacos, en una proporción muy superior a los hombres de la misma edad, y a otras mujeres más jóvenes.

La mujer profesional, entre 30 y 50 años, con baja autoestima, problemas de identidad, insegura y que no logra el control sobre sus emociones, resulta ser una potencial adicta a ansiolíticos, relajantes musculares y otros medicamentos. Reconocido es en el mundo entero que nosotras tendemos muy fácilmente a automedicarnos, sin medir consecuencias.

Por ello, nuestras páginas dedicadas a la salud mental, hoy hacen una llamada de alerta. El consumo de ciertas drogas --especialmente de sedantes y tranquilizantes-- es una práctica muy extendida entre las mujeres.

Aunque esta es una realidad que se oculta en muchos países, las mujeres después de la cuarta década, tienen sobre sus hombros innumerables responsabilidades laborales y familiares, a lo que se adiciona los malestares y sintomatología propia del climaterio.

Se desesperan, sienten que no pueden con todo, y acuden a las pastillas como tabla de salvación. Muchas veces sin desearlo, empiezan a drogarse por su cuenta.

Al principio un diazepam para la ansiedad, una fluoxetina para la depresión, otro día un alprazolam y así poco a poco comienza la drogAdependencia de psicofármacos que es también una adicción, aunque muchas no lo crean, y solo cuando comienzan a padecer sus consecuencias suena la señal de alarma.

En encuestas realizadas en varias regiones del país sobre el tema "mujer y adicción", más de la mitad de ellas dicen que consumen tranquilizantes con frecuencia, pero no hablan en ningún momento de que tal hábito constituye una drogadicción.

Muy pocas son quienes reconocen que se empastillan y que por ello tienen un problema de salud.

El hecho de que en cualquier sitio de nuestro país existan mujeres que se las dan de "médicas" y con total inconciencia recomiendan a sus amigas y conocidas tranquilizantes para su "alteración", ha extendido en gran medida el uso de psicofármacos "por la libre", amén de que muchas de nosotras -por obra y gracia del mercado negro-- tiene en la gaveta de su armario una cantidad de sedantes de diversos tipos, a los que le echa mano cuando "tiene nervios", se siente estresada o se sale de sus casillas por los motivos más disímiles de este mundo.

Por suerte para nuestro género, consumidor de tabletas recetadas por especialistas o no, cada día el control de medicamentos va siendo una realidad. Si una persona necesita de este tipo de tratamiento, el médico de la familia no se lo va a negar, pero el peligro está cuando nos habituamos a un fármaco que no nos es absolutamente necesario y ponemos nuestro organismo en estado de riesgo.

Programas como "La dosis exacta" demuestran lo peligroso que puede ser la interacción de dos medicamentos, y los accidentes graves que puede provocar la automedicación.

Las investigaciones sobre el tema señalan que mujeres de todas las razas y condiciones socioeconómicas sufren de la seria enfermedad de la fármacodependencia.

Ellas necesitan tratamiento para la drogadicción, al igual que para cualquier otro problema que afecte su salud física o mental.

Por diversos estudios se sabe que muchas veces el consumo de fármacos está asociado a asuntos pendientes que no se terminan de resolver, como puede ser la necesidad de un cambio de trabajo, pero sin nudas, los que más afectan son los problemas familiares, como los conflictos con los hijos, los padres o los suegros, el divorcio, la viudez y otras disyuntivas que muchas mujeres no saben como resolver.

Es difícil entender que a veces el problema no es de pastillas, sino de hallar soluciones, maneras de afrontamiento y no de huida, escape o dilatación del conflicto.
Por lo común, la mujer que usa este tipo de droga tiene una autoestima baja, poca confianza en sí misma y puede sentirse impotente, débil y con pocos recursos emocionales para resolver sus dilemas.

Sucede también con frecuencia que muchas no buscan tratamiento porque tienen miedo de ser condenadas socialmente, que la gente se entere de su debilidad por las pastillas.

En ciertos casos de abuso de psicofármacos, es posible que ella se halle en una situación que piensa no puede controlar, como el abuso, la violencia psicológica, física o sexual por parte de la pareja.

 
 

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