El turismo sexual florece en los veranos de El Cairo, donde saudíes, kuwaitíes y otros árabes buscan «consortes temporales» que abandonarán en septiembre -muchas embarazadas-, amparados en el matrimonio «orfi», no oficial, pero tampoco ilegal
Llegan juntas de la mano, dando saltitos sobre unas vertiginosas sandalias de tacón. Son muy jóvenes, probablemente tan sólo rozan la mayoría de edad. Revisan la terraza del lujoso hotel Marriot en busca de un buen lugar para sentarse, mientras agitan, coquetamente, sus largas y negras melenas. Piden dos zumos y una «shisa» -pipa de agua-. La cuenta ascenderá a 80 libras egipcias -algo más de diez euros-, probablemente la mitad del sueldo mensual del padre de cualquiera de las dos. No importa. Al final de la noche algún hombre pagará la factura. Y seguramente les propondrá matrimonio
El pretendiente -un «jaliyiín», como se conoce a los hombres procedentes de los países del golfo Pérsico- será un simple cliente, con el que pasarán el verano como marido y mujer y del que se divorciarán llegado septiembre, para no volver a ver. Será un matrimonio «zawag al-orfi» -no oficial, pero tampoco ilegal-, con fecha de caducidad en la mayoría de los casos y que permitirá al esposo mantener relaciones sexuales sin comprometer su conciencia religiosa.
La escena se repite noche tras noche en los animados veranos cairotas, la ciudad donde los galanes millonarios se casan con prostitutas. Pero nada más alejado de un cuento de hadas que la realidad de estas princesas de perfume barato y familias hambrientas. Ellas saben que su matrimonio no es más que un trozo de papel que amarillea con el otoño. Otras muchas serán engañadas, empujadas por la pobreza o vendidas por sus padres a estos hombres para ser usadas en verano.
«Algunas mujeres son forzadas a contraer este tipo de matrimonio por sus familias, que necesitan dinero y que reciben una dote y regalos del marido», explican desde el Centro Egipcio para los Derechos de la Mujer. Esta «venta» de la hija al forastero se realiza generalmente a través de un intermediario egipcio, que trata de ganarse la confianza de la familia. «Buscan especialmente las familias más vulnerables», explica Ali Shaabin, quien ha conocido de primera mano varios casos como éste. Shaabin es decano de la facultad de Lengua y Traducción de la Universidad islámica de Al Azhar, la principal institución académica suní del mundo. «Se hacen pasar por amigos del pretendiente y dan buenas referencias de él a la familia, que acaba confiando en su compatriota», explica el profesor.
«El problema no está en que se encubra la prostitución con el matrimonio si las chicas aceptan y lo hacen claramente por dinero. Allá ellas», sostiene el decano, recordando que la prostitución está prohibida en Egipto. «La tragedia está en los engaños, cuando se propone matrimonio a una chica honesta que no sabe dónde se está metiendo», lamenta. Las familias, sin educación y sumidas en la miseria, lo ven como una gran oportunidad para sus hijas que no deben dejar escapar. Y una vez aceptan, se dan cuenta de que han sido víctimas de su propia avaricia, especialmente si la chica se queda embarazada. Entonces surgen los verdaderos problemas.
Procedimiento sencillo y barato
El matrimonio «orfi» fue reconocido por la ley egipcia en el año 2000, cuando también se dio a las mujeres el derecho al «julaa», es decir, a divorciarse sin una causa legal. Casarse por este procedimiento es sencillo y barato, y se convierte en la opción preferida de las parejas que no pueden organizar una boda oficial -y más cara-. Sólo se necesita que los contrayentes estén de acuerdo, la presencia de un «walli» -el tutor de la chica-, una dote y dos testigos. Con el «orfi», la esposa puede solicitar el divorcio si el marido desaparece, pero no tiene derecho a una pensión alimenticia. Y si él ya no está en Egipto, es casi imposible probar la paternidad de su hijo.
Según las últimas estadísticas del Ministerio de Justicia, entre el 70 y el 90 por ciento de los 12.000 casos de paternidad pendientes en los tribunales egipcios son el resultado de matrimonios «orfi». «Para estas mujeres es muy difícil perseguir al marido para que haga frente a sus responsabilidades, ya que no tienen dinero ni acceso a abogados», explica Hoda Badran, presidenta de la «Alianza para las Mujeres Árabes». Desde esta asociación, que la propia Badran fundó en 1988 con un espíritu feminista, se presta ayuda legal a las afectadas. Intentan localizar a los maridos a través de otras organizaciones no gubernamentales en su país de origen y proporcionan formación a las víctimas para que puedan salir adelante, esta vez como mujeres independientes. Pero la falta de acuerdos concretos, entre Egipto y los países del Golfo, que protejan a estas mujeres impide poner término a esta situación.
El verano que viene, otra marea de saudíes inundará las cafeterías y restaurantes más lujosos de la ciudad en busca de esposas de usar y tirar.
Tomado de www.abc.es
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