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martes, 10 de julio de 2007

Testimonio de una codependiente
"Hasta el día en que me dí cuenta de todo lo que le había permitido a mi esposo durante años, sentía una falsa seguridad en mí misma. Pensaba que había hecho todo lo mejor posible dando una y otra vez, ignorando y pasando totalmente por alto mis propias necesidades; muriendo a mí misma para vivir en paz. No me explicaba por qué jamás había podido alcanzar esa paz, especialmente en lo que a mi matrimonio se refiere.
"Mientras más daba, perdonaba y soportaba, más infeliz era. Creía que sacrificándome, sufriendo un calvario, llegarían a cambiar las cosas y mi matrimonio llegaría a ser feliz. No me daba cuenta de que me estaba destruyendo a mí misma y a mi esposo, por lo que le permitía.
"Estaba cooperando con el mal, recompensándolo a él por cometerlo. Una y otra vez durante mi matrimonio por largos años, toleré injusticias, no sólo contra mi persona, sino lo que es aún peor, contra nuestros hijos. Llegué a considerarme una víctima y a sentir lástima de mí misma. Creía erróneamente que todo esto me ennoblecería, me haría mejor cristiana. ¡Qué equivocada estaba!
"En el fondo todo era orgullo. Pensaba que tenía la potestad de hacer cambiar a mi esposo, simplemente dedicando todas mis energías y mis constantes esfuerzos a hacerlo. Cifré mi felicidad en él por completo, olvidándome totalmente de mí misma.
"No sé cómo se estableció el patrón de la codependencia, pero ruego a Dios que me ayude a superarlo.
"Dios tiene que liberarnos de nuestro orgullo, de nuestras ideas equivocadas, de nuestra falsa seguridad, para poder construir un nuevo yo. Quizás esto quiso decirnos Jesús con la imagen de no echar vino nuevo en odres viejos.
"Ruego a Dios que me ayude a aprender lo que es la verdadera humildad, el verdadero amor. Debo hacerle comprender a mi esposo que continuaremos haciéndonos daño si permanecemos juntos de este modo. Debo concentrarme en trabajar en mí misma, el único ser al que puedo cambiar. Debo aplicarme la segunda parte del mandamiento, `Amarás a tu prójimo como a ti mismo.'
"Dios mío, siento que muere hoy la persona que era, y comienza a nacer una muy distinta. ¡Moldéame como Tú quieres que sea! Si me tomas de la mano no tendré miedo. Le pido a nuestra Santísima Madre la Virgen María, que interceda por mí y me dé su maternal protección.
"Yo quiero ser, Señor amado, como el barro en manos del alfarero. Toma mi vida, hazla de nuevo, yo quiero ser un vaso nuevo."
Nota: La autora de este escrito prefiere permanecer en el anonimato, por razones obvias.

Tomado de www.vidahumana.org

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