| |
Con loable propósito, la flamante consejera de Educación, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, Milagros Luis Brito, ha declarado que el principal reto que se plantea en su gestión es frenar el fracaso escolar. Algo similar vino a decir por su parte el vicepresidente y consejero de Economía y Hacienda, José Manuel Soria, al incluir la educación no universitaria entre las prioridades de los Presupuestos para el próximo ejercicio.
Me parece que ambos aciertan porque el fracaso escolar -en definición clásica, cuando un alumno no es capaz de alcanzar el rendimiento medio esperado para su edad, capacidad y nivel pedagógico- es el problema más grave de los sistemas educativos y el origen de serias dificultades psicológicas, emocionales, de autoestima y de no pocos problemas laborales en la adolescencia y aun más tarde.
El amable lector me va a permitir algunos datos para centrar el problema: el 72% del desempleo de los menores de 25 años tiene relación estrecha con el abandono de los estudios y el fracaso escolar. El Instituto Nacional de Calidad y Evaluación (INCE) constata que casi la tercera parte de los alumnos adolescentes de España estudiantes de ESO obtiene calificaciones negativas. En la enseñanza media, el 32% de los alumnos repite curso, el 35% no termina con éxito segundo de ESO, el 48% no supera el bachillerato y en la universidad el abandono de los estudios ronda el 50%.
Por si estas cifras no fueran reveladores, añado algunas más basadas en fuentes oficiales: como promedio, uno de cada cuatro niños fracasa en sus estudios y el Archipiélago es la comunidad autónoma con mayor fracaso escolar, un 35,8% del alumnado. En las Islas no estamos mejor en absentismo escolar y conflictividad de modo que el panorama es para echarse a temblar. Y encima las tasas de escolarización en Canarias, en los diferentes niveles educativos, se sitúan por debajo de la media nacional: todavía el 3,3% no tiene estudios, el 11,7 sólo cuenta con primarios, el 66,2% con secundarios y el 18,8% con universitarios.
El Gobierno de Canarias debe proponerse, por todos los medios a su alcance, la urgente corrección de estas estadísticas asustantes. Es verdad que desde la llegada de la autonomía política hemos mejorado mucho porque partíamos de cotas muy bajas de alfabetización. Pero aun así, es obligado redoblar los esfuerzos y eso que la Comunidad Autónoma canaria se halla entre las que más dinero dedican a enseñanza en el conjunto de España, en proporción al número de habitantes, como lo prueban el presupuesto educativo, unas infraestructuras escolares de primer nivel y un profesorado que figura entre los mejor pagados del país.
Me llama la atención un dato confirmado por el Ministerio de Educación: sólo el 2% de los fracasos escolares se debe a factores intelectuales, en tanto el 29% es achacable a trastornos emocionales o a fallos en el aprendizaje. No soy especialista en estas cuestiones, pero supongo que determinar el origen efectivo del fracaso será fundamental para poder combatirlo eficazmente, lejos de tendencias generalizadoras o uniformizadoras que tratan de diagnosticar todo y a todos por igual, pese a la distinta influencia del contexto social, el funcionamiento del sistema educativo, el trabajo del profesorado, la familia y hasta la disposición del propio alumno para el estudio.
El Estado es el planificador en materia educativa, pero las comunidades autónomas tienen capacidad para gestionar los demás aspectos de modo que están legitimadas para actuar y corregir -es el caso que nos ocupa- algunas de las deficiencias observadas. Ya se sabe que la educación de la población -lo acaba de recordar el Consejo Económico y Social canario- "ejerce un importante impacto sobre la evolución de una serie de factores económicos y sociales que tienen una relevancia fundamental a la hora de delimitar las características básicas de un territorio".
El último Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos, más conocido por las siglas PISA, que promueve la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), resalta que los estudiantes españoles llegan a los 15 años con peores niveles de matemáticas, conocimientos científicos, lectura y comprensión de textos escritos y resolución de problemas reales que la media de los 41 países más desarrollados del mundo. Los datos me parecen estremecedores: el 23% de los alumnos de 15 años no alcanza el nivel mínimo exigible en matemáticas en tanto el 21% no llega al nivel básico de lectura y comprensión de los textos escritos. Vamos, que por deméritos propios nuestros estudiantes han sido incluidos en el 'pelotón de los torpes'.
Con estas evidencias, ¿a qué esperan las autoridades educativas para tratar de que las enseñanzas caminen en dirección más adecuada? Lo curioso es que el mismísimo Ministerio de Educación considera necesario reorientar los planes de enseñanza precisamente según las directrices que marca el Informe PISA y con arreglo a las propuestas curriculares de la LOGSE y la LOE. Según éstas, los departamentos de los centros escolares han de analizar cuidadosamente los materiales del mentado Informe considerando la conveniencia de utilizarlos como instrumento de evaluación y de enseñanza.
Álvaro Marchesi, que fue secretario de Estado de Educación, reconoce que "muchas cosas no funcionan bien en nuestro sistema educativo. puede ser un buen momento para la reflexión serena, para la definición de estrategias nuevas de cambio, para la asunción colectiva de responsabilidades y para la movilización social a favor de una educación mejor para todos los alumnos". Con este fin, Marchesi propone un pacto entre el Gobierno del Estado y las comunidades autónomas (esa es otra: cada comunidad va por libre en parte de las materias de algunas asignaturas) sobre financiación extraordinaria de la educación en un horizonte temporal de diez años, la definición de las competencias básicas que han de alcanzar todos los alumnos en los tiempos que vivimos, la mejor formación y desarrollo profesional de los docentes -que combine el reconocimiento y el apoyo constante con la justa exigencia-, la prevención de las dificultades de aprendizaje de los alumnos, el cuidado especial por la convivencia e integración de todos los estudiantes y, en fin, la participación activa de todos los sectores sociales en la tarea de educar a los ciudadanos durante la vida entera.
José Luis García Garrido, que fue director del Instituto Nacional de Calidad y Evaluación (INCE), considera a su vez que lo más decepcionante que revela el Informe PISA es "poder comprobar la mediocridad de nuestro alumnado, por encima de las abultadas cifras de fracaso. Nuestras escuelas apenas producen alumnos brillantes. Hemos conseguido igualar al alumnado español más que otros países, pero igualarlo por abajo. La igualdad en la baja calidad es algo que más que una tomadura de pelo es un fraude".
Numerosos profesionales se expresan en la misma línea y todos coinciden sobre la necesidad de un pacto de Estado en materia educativa, en particular centrado en cinco medidas: el refuerzo de la lengua materna, el razonamiento lógico y matemático, el inglés como lengua de conocimiento internacional, la introducción de las nuevas tecnologías y la educación en valores, con arreglo a las teorías de Claude Thélot, presidente de la Comisión para el futuro de la Escuela Francesa. Todo ello se propone en la idea de que la evaluación es la "piedra de toque" de la enseñanza. Que la escuela debe fomentar la reflexión, el espíritu crítico y la participación. Y que el verdadero norte pedagógico no es el aprendizaje mecánicamente memorístico, rutinario y de mera transcripción; lo que se debe evaluar es la orientación del alumnado hacia aprendizajes profundos, hacia el razonamiento, el examen crítico de las evidencias, la aplicación práctica de lo aprendido, la valoración fundamentada.
Para los redactores del Informe PISA, el problema de fondo es la concepción academicista del currículo especial sobre el aprendizaje -que termina por acrecentarse en los libros de texto-, el cual valora la reproducción textual y no la transferencia a situaciones de la vida cotidiana. "En nuestro sistema educativo, desde la infancia a la universidad, lo que se aprende 'sirve' para pasar los exámenes y lograr las correspondientes acreditaciones, pero no para actuar como ciudadanos informados, reflexivos y consumidores inteligentes", opina el profesor Francisco Hernández.
En este contexto la lectura se confirma como "la base y el fundamento para el aprendizaje de todas las asignaturas". Puede emplearse para el disfrute y el enriquecimiento personal y aporta a los niños la habilidad necesaria para participar de lleno en su propia comunidad y en la sociedad en general. La competencia lectora es una de las destrezas más importantes que adquieren los alumnos a medida que avanzan en sus primeros años escolares. Ya lo dice el refranero: " Mucho leer y bien entender, el mejor camino para saber".
El Estudio Internacional de Progreso en Comprensión Lectora -cuyos principios iluminan los programas educativos de numerosos países occidentales- considera que la lectura "es un factor primordial en toda clase de aprendizaje personal y enriquecimiento intelectual". Y añade: " En la sociedad global de hoy en día, una población instruida resulta esencial para el desarrollo social y económico de las naciones. Con objeto de mejorar la calidad de vida de sus habitantes, es necesario que los países maximicen el potencial de los recursos humanos, sociales y materiales de que disponen. Los ciudadanos con competencia lectora son cruciales a la hora de conseguir este objetivo".
Así las cosas, y teniendo en cuenta que Canarias presenta deficiencias escolares superiores a la media nacional española, es comprensible -insisto- que desde el Gobierno autónomo se busquen soluciones. Pero hay que hacerlo ya mismo, y sobre las bases que consideran los especialistas. Para empezar, fomentando el hábito de la lectura, que tanto se está perdiendo entre niños y jóvenes, e incluso la práctica deportiva, que combate la pereza, fomenta la salud -nada mejor contra la obesidad y para un estado de forma ideal que una comida sana y ejercicio físico- y abre la mente y el espíritu.
No es necesario apelar al sentido de la oportunidad o de la responsabilidad: como está en juego el futuro de nuestra juventud, los gobiernos central y canario se encuentran a mi juicio ante una prioridad absoluta, donde hasta las funciones del profesorado deben ser sometidas a estudio y revisión. En ello coinciden el coordinador del Informe PISA en España, Ramón Pajares, y el secretario general técnico del Ministerio de Educación, Alejandro Tiana.
En algunos países -Japón y Corea del Sur, por ejemplo, que copan los primeros puestos en cualquier materia- las clases particulares son obligatorias desde la más temprana edad, con lo que se aumenta el tiempo de escolaridad y se corrigen las deficiencias formativas. Y por si esto fuera poco, "existe una enorme presión social para que los alumnos se esfuercen y obtengan buenos resultados", apunta Pajares. Como aquí, añado yo, donde el 'pasotismo' de muchas familias, el grado de relajamiento de la autoridad educativa, la escasa consideración de la cultura del esfuerzo y la dedicación y la injusta valoración de la figura del maestro andan por los suelos. y así nos va.
Leyendo algunos trabajos sobre el Informe PISA, me han llamado la atención un par de ideas, que traslado a mis amables lectores para la oportuna reflexión. La primera es que no por invertir más se obtienen mejores resultados: la clave no radica en las leyes, sino en los consensos educativos entre todas las partes implicadas sobre los resultados que se quieren lograr y que deben conocer los propios estudiantes para tener éxito social y personal en el futuro. Un éxito que sólo puede venir -se dice expresamente- desde el sacrificio personal, el afán de superación, el compromiso y el trabajo.
La segunda idea se refiere a los profesores, que -se afirma- deben asumir más responsabilidades para resolver los problemas de los alumnos desde principios de autoridad, individualidad, autonomía y exigencia. Ha de procurarse una mejor formación y selección de los maestros y éstos deben ser capaces de lograr, con ayuda de los padrres de alumnos, que los niños, además de ir al colegio, sean felices en él y aprendan por su propia motivación. El éxito estudiantil radica en la capacidad y motivación para aprender a lo largo de toda la vida, y si fastidiamos esto en el colegio -consideran los especialistas-, destruiremos esa capacidad. Es el ejemplo magnífico de Finlandia, que aparece como país ideal en la enseñanza y que encabeza todas las estadísticas positivas de rendimiento escolar según PISA.
Termino y ruego perdón por la pesadez de hoy. Para elevar el nivel de vida de los alumnos y procurar su mejor formación integral, sobre todo la de los menos favorecidos social y económicamente y la de quienes presentan mayores dificultades objetivas para el estudio, las autoridades canarias deben cuidar la educación por encima de todo. Se trata de ser o no ser. Durante tres décadas vengo oyendo hablar de compromisos y buenos propósitos políticos. Se ha hecho mucho en este tiempo, qué duda cabe, pero el reto es mayúsculo y hay que redoblar los esfuerzos y la imaginación. Con todos los sectores de la sociedad, y por el bien de todos los ciudadanos. El motor de progreso de un país nace de la mejor formación de su población. Ya lo decía Emilio Castelar: "La dicha de los pueblos y la tranquilidad de los Estados dependen de la buena formación de la juventud". Pues eso.
Me parece que ambos aciertan porque el fracaso escolar -en definición clásica, cuando un alumno no es capaz de alcanzar el rendimiento medio esperado para su edad, capacidad y nivel pedagógico- es el problema más grave de los sistemas educativos y el origen de serias dificultades psicológicas, emocionales, de autoestima y de no pocos problemas laborales en la adolescencia y aun más tarde.
El amable lector me va a permitir algunos datos para centrar el problema: el 72% del desempleo de los menores de 25 años tiene relación estrecha con el abandono de los estudios y el fracaso escolar. El Instituto Nacional de Calidad y Evaluación (INCE) constata que casi la tercera parte de los alumnos adolescentes de España estudiantes de ESO obtiene calificaciones negativas. En la enseñanza media, el 32% de los alumnos repite curso, el 35% no termina con éxito segundo de ESO, el 48% no supera el bachillerato y en la universidad el abandono de los estudios ronda el 50%.
Por si estas cifras no fueran reveladores, añado algunas más basadas en fuentes oficiales: como promedio, uno de cada cuatro niños fracasa en sus estudios y el Archipiélago es la comunidad autónoma con mayor fracaso escolar, un 35,8% del alumnado. En las Islas no estamos mejor en absentismo escolar y conflictividad de modo que el panorama es para echarse a temblar. Y encima las tasas de escolarización en Canarias, en los diferentes niveles educativos, se sitúan por debajo de la media nacional: todavía el 3,3% no tiene estudios, el 11,7 sólo cuenta con primarios, el 66,2% con secundarios y el 18,8% con universitarios.
El Gobierno de Canarias debe proponerse, por todos los medios a su alcance, la urgente corrección de estas estadísticas asustantes. Es verdad que desde la llegada de la autonomía política hemos mejorado mucho porque partíamos de cotas muy bajas de alfabetización. Pero aun así, es obligado redoblar los esfuerzos y eso que la Comunidad Autónoma canaria se halla entre las que más dinero dedican a enseñanza en el conjunto de España, en proporción al número de habitantes, como lo prueban el presupuesto educativo, unas infraestructuras escolares de primer nivel y un profesorado que figura entre los mejor pagados del país.
Me llama la atención un dato confirmado por el Ministerio de Educación: sólo el 2% de los fracasos escolares se debe a factores intelectuales, en tanto el 29% es achacable a trastornos emocionales o a fallos en el aprendizaje. No soy especialista en estas cuestiones, pero supongo que determinar el origen efectivo del fracaso será fundamental para poder combatirlo eficazmente, lejos de tendencias generalizadoras o uniformizadoras que tratan de diagnosticar todo y a todos por igual, pese a la distinta influencia del contexto social, el funcionamiento del sistema educativo, el trabajo del profesorado, la familia y hasta la disposición del propio alumno para el estudio.
El Estado es el planificador en materia educativa, pero las comunidades autónomas tienen capacidad para gestionar los demás aspectos de modo que están legitimadas para actuar y corregir -es el caso que nos ocupa- algunas de las deficiencias observadas. Ya se sabe que la educación de la población -lo acaba de recordar el Consejo Económico y Social canario- "ejerce un importante impacto sobre la evolución de una serie de factores económicos y sociales que tienen una relevancia fundamental a la hora de delimitar las características básicas de un territorio".
El último Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos, más conocido por las siglas PISA, que promueve la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), resalta que los estudiantes españoles llegan a los 15 años con peores niveles de matemáticas, conocimientos científicos, lectura y comprensión de textos escritos y resolución de problemas reales que la media de los 41 países más desarrollados del mundo. Los datos me parecen estremecedores: el 23% de los alumnos de 15 años no alcanza el nivel mínimo exigible en matemáticas en tanto el 21% no llega al nivel básico de lectura y comprensión de los textos escritos. Vamos, que por deméritos propios nuestros estudiantes han sido incluidos en el 'pelotón de los torpes'.
Con estas evidencias, ¿a qué esperan las autoridades educativas para tratar de que las enseñanzas caminen en dirección más adecuada? Lo curioso es que el mismísimo Ministerio de Educación considera necesario reorientar los planes de enseñanza precisamente según las directrices que marca el Informe PISA y con arreglo a las propuestas curriculares de la LOGSE y la LOE. Según éstas, los departamentos de los centros escolares han de analizar cuidadosamente los materiales del mentado Informe considerando la conveniencia de utilizarlos como instrumento de evaluación y de enseñanza.
Álvaro Marchesi, que fue secretario de Estado de Educación, reconoce que "muchas cosas no funcionan bien en nuestro sistema educativo. puede ser un buen momento para la reflexión serena, para la definición de estrategias nuevas de cambio, para la asunción colectiva de responsabilidades y para la movilización social a favor de una educación mejor para todos los alumnos". Con este fin, Marchesi propone un pacto entre el Gobierno del Estado y las comunidades autónomas (esa es otra: cada comunidad va por libre en parte de las materias de algunas asignaturas) sobre financiación extraordinaria de la educación en un horizonte temporal de diez años, la definición de las competencias básicas que han de alcanzar todos los alumnos en los tiempos que vivimos, la mejor formación y desarrollo profesional de los docentes -que combine el reconocimiento y el apoyo constante con la justa exigencia-, la prevención de las dificultades de aprendizaje de los alumnos, el cuidado especial por la convivencia e integración de todos los estudiantes y, en fin, la participación activa de todos los sectores sociales en la tarea de educar a los ciudadanos durante la vida entera.
José Luis García Garrido, que fue director del Instituto Nacional de Calidad y Evaluación (INCE), considera a su vez que lo más decepcionante que revela el Informe PISA es "poder comprobar la mediocridad de nuestro alumnado, por encima de las abultadas cifras de fracaso. Nuestras escuelas apenas producen alumnos brillantes. Hemos conseguido igualar al alumnado español más que otros países, pero igualarlo por abajo. La igualdad en la baja calidad es algo que más que una tomadura de pelo es un fraude".
Numerosos profesionales se expresan en la misma línea y todos coinciden sobre la necesidad de un pacto de Estado en materia educativa, en particular centrado en cinco medidas: el refuerzo de la lengua materna, el razonamiento lógico y matemático, el inglés como lengua de conocimiento internacional, la introducción de las nuevas tecnologías y la educación en valores, con arreglo a las teorías de Claude Thélot, presidente de la Comisión para el futuro de la Escuela Francesa. Todo ello se propone en la idea de que la evaluación es la "piedra de toque" de la enseñanza. Que la escuela debe fomentar la reflexión, el espíritu crítico y la participación. Y que el verdadero norte pedagógico no es el aprendizaje mecánicamente memorístico, rutinario y de mera transcripción; lo que se debe evaluar es la orientación del alumnado hacia aprendizajes profundos, hacia el razonamiento, el examen crítico de las evidencias, la aplicación práctica de lo aprendido, la valoración fundamentada.
Para los redactores del Informe PISA, el problema de fondo es la concepción academicista del currículo especial sobre el aprendizaje -que termina por acrecentarse en los libros de texto-, el cual valora la reproducción textual y no la transferencia a situaciones de la vida cotidiana. "En nuestro sistema educativo, desde la infancia a la universidad, lo que se aprende 'sirve' para pasar los exámenes y lograr las correspondientes acreditaciones, pero no para actuar como ciudadanos informados, reflexivos y consumidores inteligentes", opina el profesor Francisco Hernández.
En este contexto la lectura se confirma como "la base y el fundamento para el aprendizaje de todas las asignaturas". Puede emplearse para el disfrute y el enriquecimiento personal y aporta a los niños la habilidad necesaria para participar de lleno en su propia comunidad y en la sociedad en general. La competencia lectora es una de las destrezas más importantes que adquieren los alumnos a medida que avanzan en sus primeros años escolares. Ya lo dice el refranero: " Mucho leer y bien entender, el mejor camino para saber".
El Estudio Internacional de Progreso en Comprensión Lectora -cuyos principios iluminan los programas educativos de numerosos países occidentales- considera que la lectura "es un factor primordial en toda clase de aprendizaje personal y enriquecimiento intelectual". Y añade: " En la sociedad global de hoy en día, una población instruida resulta esencial para el desarrollo social y económico de las naciones. Con objeto de mejorar la calidad de vida de sus habitantes, es necesario que los países maximicen el potencial de los recursos humanos, sociales y materiales de que disponen. Los ciudadanos con competencia lectora son cruciales a la hora de conseguir este objetivo".
Así las cosas, y teniendo en cuenta que Canarias presenta deficiencias escolares superiores a la media nacional española, es comprensible -insisto- que desde el Gobierno autónomo se busquen soluciones. Pero hay que hacerlo ya mismo, y sobre las bases que consideran los especialistas. Para empezar, fomentando el hábito de la lectura, que tanto se está perdiendo entre niños y jóvenes, e incluso la práctica deportiva, que combate la pereza, fomenta la salud -nada mejor contra la obesidad y para un estado de forma ideal que una comida sana y ejercicio físico- y abre la mente y el espíritu.
No es necesario apelar al sentido de la oportunidad o de la responsabilidad: como está en juego el futuro de nuestra juventud, los gobiernos central y canario se encuentran a mi juicio ante una prioridad absoluta, donde hasta las funciones del profesorado deben ser sometidas a estudio y revisión. En ello coinciden el coordinador del Informe PISA en España, Ramón Pajares, y el secretario general técnico del Ministerio de Educación, Alejandro Tiana.
En algunos países -Japón y Corea del Sur, por ejemplo, que copan los primeros puestos en cualquier materia- las clases particulares son obligatorias desde la más temprana edad, con lo que se aumenta el tiempo de escolaridad y se corrigen las deficiencias formativas. Y por si esto fuera poco, "existe una enorme presión social para que los alumnos se esfuercen y obtengan buenos resultados", apunta Pajares. Como aquí, añado yo, donde el 'pasotismo' de muchas familias, el grado de relajamiento de la autoridad educativa, la escasa consideración de la cultura del esfuerzo y la dedicación y la injusta valoración de la figura del maestro andan por los suelos. y así nos va.
Leyendo algunos trabajos sobre el Informe PISA, me han llamado la atención un par de ideas, que traslado a mis amables lectores para la oportuna reflexión. La primera es que no por invertir más se obtienen mejores resultados: la clave no radica en las leyes, sino en los consensos educativos entre todas las partes implicadas sobre los resultados que se quieren lograr y que deben conocer los propios estudiantes para tener éxito social y personal en el futuro. Un éxito que sólo puede venir -se dice expresamente- desde el sacrificio personal, el afán de superación, el compromiso y el trabajo.
La segunda idea se refiere a los profesores, que -se afirma- deben asumir más responsabilidades para resolver los problemas de los alumnos desde principios de autoridad, individualidad, autonomía y exigencia. Ha de procurarse una mejor formación y selección de los maestros y éstos deben ser capaces de lograr, con ayuda de los padrres de alumnos, que los niños, además de ir al colegio, sean felices en él y aprendan por su propia motivación. El éxito estudiantil radica en la capacidad y motivación para aprender a lo largo de toda la vida, y si fastidiamos esto en el colegio -consideran los especialistas-, destruiremos esa capacidad. Es el ejemplo magnífico de Finlandia, que aparece como país ideal en la enseñanza y que encabeza todas las estadísticas positivas de rendimiento escolar según PISA.
Termino y ruego perdón por la pesadez de hoy. Para elevar el nivel de vida de los alumnos y procurar su mejor formación integral, sobre todo la de los menos favorecidos social y económicamente y la de quienes presentan mayores dificultades objetivas para el estudio, las autoridades canarias deben cuidar la educación por encima de todo. Se trata de ser o no ser. Durante tres décadas vengo oyendo hablar de compromisos y buenos propósitos políticos. Se ha hecho mucho en este tiempo, qué duda cabe, pero el reto es mayúsculo y hay que redoblar los esfuerzos y la imaginación. Con todos los sectores de la sociedad, y por el bien de todos los ciudadanos. El motor de progreso de un país nace de la mejor formación de su población. Ya lo decía Emilio Castelar: "La dicha de los pueblos y la tranquilidad de los Estados dependen de la buena formación de la juventud". Pues eso.
Tomado de www.diariodeavisos.com


No hay comentarios.:
Publicar un comentario