Por Rodrigo Tenorio Ambrossi
Ella piensa que es totalmente absurdo lo que le ha acontecido porque sobrepasa los límites de su comprensión. Ha vivido una inmensa pesadilla, de esas que no desaparecen con el despertar porque persisten en taladrar los sentimientos y la existencia. Poco más de 18 años, lista en todo, amiguera y con esas alegrías y risas que no suenan a moneda falsa. Tan auténticas como sus preocupaciones y dudas sobre un secreto que intentó rechazar de mil maneras hasta que se convenció de que ciertamente era diferente a la mayoría de sus amigas. Pese a que salió con algunos de los chicos que la cortejaban y que incluso a ella le agradaban, siempre había un algo que la obligaba a poner distancias que a ella misma le molestaban porque no entendía qué sucedía con sus afectos y su cuerpo. Finalmente, deseos y cosquilleos terminaron por confirmarle lo que se había resistido a aceptar por temor: era homosexual. Pero hasta ahí no hubo mayor problema porque las cosas se habían dado en dosis de dudas, de miradas a otras chicas, del desciframiento de pequeños misterios que configuran su feminidad. Al aceptarlo, hasta experimenta cierta seguridad porque, más allá de lo que esta aceptación implica en su ser de mujer, finalmente sabe a qué atenerse. Pero es muchacha con valentías que le llevan a tomar la decisión de contárselo a su mamá, convencida de que ella se convertirá en su apoyo. Grave equivocación. La mamá perdió toda cordura y razón. Sencillamente no podía aceptar semejante sinsentido. Luego de la andanada de gritos, amenazas, insultos, acudió a un médico quien le dio la mejor de las recetas para curar a la hija. La internaría en una clínica y allí, con sus métodos, la cambiaría a la fuerza puesto que la homosexualidad de esta muchacha no era más que una suerte de capricho, uno más de los que caracterizan a las chicas que quieren ser diferentes en todo. En la actualidad, dice el ilustrado doctor, la homosexualidad no es más que una más de esas estúpidas modas de este tiempo loco.
Sedada y a la fuerza la interna para someterla a un tratamiento medicamentoso y psicoterapéutico con el fin de disuadirla de semejante temeridad. Engañando al especialista y a la clínica, logra escapar para contarnos esta historia de violencia familiar y de crasa ignorancia profesional.
Con suma facilidad se cree que las concepciones sobre la sexualidad y los derechos han girado 180 grados. Nada de eso, los cambios son importantes pero aún muy pequeños. Los prejuicios y violencias persisten y, lo que es peor, hay profesionales que actúan desde la otra orilla de la contemporaneidad y de los derechos.
Tomado de www.hoy.com.ec
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