Romper el silencio es el primer paso para la recuperación, dicen expertos en el tema
Claudia Núñez
claudia.nunez@laopinion.com
30 de julio de 2007
Las violaciones que Jennifer sufrió a manos de su tío no sucedieron como en las telenovelas. No hubo gritos, ni arañazos, mucho menos resistencia. El miedo la paralizó y, por ello cada vez que era violada, fingía un sueño profundo.
El daño nunca fue externo, pero sí muy interno. Un dolor tan profundo del que aún está luchando por recuperarse.
"Todavía recuerdo cómo se tensaba mi cuerpo con sólo saber que él se acercaba por las noches. Me cubría con la cobija pensando que eso sería un escudo. Así de grande era mi inocencia", dijo a La Opinión.
Jennifer, voluntaria hispana de la Asociación de Supervivientes del Incesto de Long Beach, dijo que cada día son más las víctimas de incesto que han comenzado a levantar su voz.
"Las personas siempre relacionan la violación con un acto en el que el hombre somete a la mujer, pero cuando abordamos los casos de incesto, no existe diferencia de sexos, ni de clases sociales. Tenemos hombres que han sufrido abuso y sobrevivientes de mujeres incestuosas", apuntó.
Los expertos coinciden en que los casos de incesto no respetan niveles sociales o grupos raciales, sin embargo, reconocen que es en la cultura latina donde las cifras parecen multiplicarse.
Un reporte emitido este mes por la Organización Mundial de la Salud indica que en México, país del que proviene el mayor número de inmigrantes en Estados Unidos, una de cada ocho niñas y uno de cada 10 niños ha sufrido un ataque sexual. La tercera parte de estos casos ha sucedido en el seno del hogar.
"El riesgo de incesto entre los latinos es grandísimo. Las familias emigrantes viven apiladas en una sola vivienda, con niveles de pobreza extremos, y con familiares que muchas veces vienen con problemas mentales desde sus países y que al llegar a EU se aprovechan de la situación y del aislamiento en que vive la comunidad hispana", indica Gloria de la Cruz, terapeuta especialista para casos de incesto.
Asimismo, en un sondeo realizado en 2005 entre nueve violadores de menores, los investigadores de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), constataron que todos habían sido víctimas de incesto en su niñez.
"Fueron molestados una y otra vez. Ellos repitieron el modelo donde la clave del delito sexual es siempre el abuso de poder. Quien abusa busca imponer su poder y estas personas han aprendido a identificar el poder con la sexualidad", explicó De la Cruz.
Los depravados sexuales suelen buscar al más tímido de la familia. Al que tiene baja autoestima y pocos conocimientos sexuales.
"Los abusadores se vuelven expertos en manipular a sus víctimas. Les hacen ver que si hablan perderán el amor de su familia y ésta se acabará. Los niños crecen con esta sensación y aun de grandes crecen asegurándose a ellos mismos que el delito nunca sucedió", indica Sonia Rivera, coordinadora de programas de terapia del Centro de Mujeres del Este de Los Ángeles.
A casi 30 años de haber sido violada, a Sonia Camarena (nombre ficticio) le resulta difícil definir cuál dolor es más grande, si el hecho de saber que su hija fue víctima de abuso sexual o el haberse enterado de que el victimario fue su padre, el mismo que años atrás abusó de ella.
"Cuando dejaba a mi hija en casa de mis padres y veía cómo él la tocaba, me sentía inquieta, angustiada, pero siempre pensaba que eran ideas mías, me regañaba a mí misma por pensar mal de mi padre", cuenta Sonia quien, inconscientemente, bloqueó el abuso sexual que sufrió por parte de su padre cuando ella era una niña. Una característica muy común entre las víctimas de incesto.
Una tarde, mientras observaba a su hija jugar en su casa de muñecas, Sonia se dio cuenta de que su niña interpretaba acciones y diálogos con alto contenido sexual.
"En ese momento sentí como si los recuerdos regresaran a mí. Me vi jugando igual y me di cuenta de que mi niña estaba usando las mismas palabras que mi padre me repetía a mí cuando era pequeña como 'esto lo hago porque te quiero mucho', 'a papi le gusta que lo acaricies'... Fue un shock, una sensación de asco, de náuseas", dijo.
Para esta mujer, recordar se ha convertido en su peor pesadilla. Con terapia descubrió que su padre realizó juegos sexuales con ella hasta la edad de los 8 años. Sin embargo, su familia le dio la espalda y ha negado los hechos.
"Mi padre contrató a un buen abogado y sigue libre porque no pudimos aportar pruebas. Pero a mí lo que más me duele es no haber podido proteger a mi hija. Siento que le fallé".
Los sentimientos de culpa son parte de los daños que sufren las víctimas de incesto quienes también suelen presentar trastorno de aprendizaje, problemas de múltiple personalidad, silencios extraños, agresividad, tendencia a la promiscuidad, problemas de alimentación como bulimia y anorexia y una alta tendencia al suicidio.
La prostitución, los embarazos entre jovencitas menores de edad también son consecuencia de las relaciones incestuosas, coinciden los expertos.
Sin embargo, pese al daño moral y físico existe ayuda para ellos, aunque sanar requiere recordar los hechos y sobre todo revelar el secreto y romper "el sucio secreto de familia".
Los grupos de terapia y la ayuda psicológica son fundamentales para la recuperación, pero no son la única alternativa. Una voz amiga o la confesión a un mentor pueden ser el primer paso hacia la recuperación, detalló la terapeuta de delitos sexuales.
"Lo difícil es que las víctimas de incesto se convierten en seres que han perdido la confianza total en el ser humano y les cuesta trabajo aceptar la ayuda. Otro obstáculo que deben superar, y que les cuesta mucho, es reconocer que lo que les pasó no fue nunca culpa de ellos".
Cuando Héctor emigró de su natal Veracruz, traía consigo el lastre de años de abuso sexual por parte de su tío y la esposa de éste. En su familia la sola palabra incesto era pecado mortal, aunque en su hogar él no era la única víctima.
"Estoy casi seguro de que mi hermano mayor también fue víctima de abuso, pero nunca lo ha querido reconocer, dice que son inventos míos, pero yo sé que está sufriendo", platicó.
Como recuerdo de esos años Héctor lleva en sus brazos las marcas de la tarde en que se cortó las venas pensando que esa sería la solución "a su vergüenza".
"Llegó un momento en que vi la violación como si fuera algo normal. Creo que mis padres sabían lo que pasaba y nunca hicieron nada pero cuando crecí y entendí lo que hicieron conmigo me dio rabia, coraje contra el mundo, contra mi familia y una tarde así no más, quise matarme", narra.
Tras recibir ayuda médica, Héctor fue a parar al Centro de Tratamiento para Personas Violadas del Centro Médico de UCLA, donde aprendió a lidiar con su dolor y salir adelante.
"Es muy difícil romper el silencio, sobre todo para uno de hombre, pero con ayuda se puede", dice tras superar los recuerdos de sus primeros siete años de su vida, donde el acoso y el abuso sexual fueron constantes.
Romper el silencio es la culminación a una etapa de profundo sufrimiento y el primer paso de una recuperación larga y llena de dolor.
Desgraciadamente prevenir el incesto es algo casi imposible, afirma la especialista en delitos sexuales Rima Hodaly de la universidad de Northridge.
"¿Cómo puedes prevenir una violación de un niño que ni siquiera sabe distinguir entre lo que está bien o mal? ¿Cómo le adviertes a un muchachito que se cuide de un ser que técnicamente debe amarlo y protegerlo?... El incesto es una epidemia actual donde los programas de ayuda poco sirven si las familias no comienzan a reconocer que estos delitos existen, que hay que hablar de esto abiertamente, denunciarlo y estar muy atentos a los peligros que existen aun en nuestro propio hogar".
Tomado de www.laopinion.com
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