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viernes, 10 de agosto de 2007

La jubilación, ¿una luna de miel?

 
José Antonio Fernández es partidario de fijar una edad máxima y otra mínima para que cada uno elija cuándo retirarse
 
 
José Antonio Fernández Alonso, durante la conferencia que impartió en Avilés. 
 MULTIMEDIA
Amaya P. GIÓN

Hacer frente a la jubilación no es siempre un camino de rosas, y mucho menos someterse a una prejubilación a una edad temprana en la que el trabajador se encuentra en plenas facultades para desarrollar su profesión. De estos y otros aspectos habló ayer el profesor titular de Psicología de los Recursos Humanos José Antonio Fernández Alonso, protagonista de una ponencia sobre prejubilación y jubilación en el marco de los cursos de verano de la Universidad de Oviedo que acoge el Centro de Estudios Universitarios de Avilés.

Fernández Alonso señaló que existen tres fases de jubilación. La primera de ellas se denomina «luna de miel», es el momento en que se intenta hacer lo que siempre se deseó y nunca fue posible. Le suceden la rutina y el relax y el descanso. «La jubilación es para todo el mundo una liberación (de horarios, de tareas ingratas, incluso de algunos compañerosÉ). Es una liberación, aunque en una sociedad en la que el trabajo sigue siendo algo central, las primeras reacciones son positivas. En cambio, cuando ya llevas dos años jubilado, esa liberación deja de ser un argumento de peso», señaló.

En el caso de las prejubilaciones es otro cantar, máxime en una sociedad en la que el empleo es considerado una fuente de autoestima individual. En muchos casos, según los expertos, desembocan en depresión. «Con 45 años, uno aún tiene mucho que aportar. Los prejubilados se suelen sentir diferentes a los demás», apuntó el profesor titular de la Universidad de Oviedo.

En Asturias, la edad media de jubilación se encuentra en los 62 años y en 63 en España. Pero, ¿cuál sería la edad ideal para jubilarse? «Que cada uno pudiera elegir. Hay gente que con 60 años no está en condiciones de trabajar y otra que se encuentra perfectamente. Se debería marcar un mínimo y un máximo, y que entre esos puntos uno pudiese elegir», señaló. Fernández Alonso apunta mecanismos alternativos para aquellas personas para las que la vida profesional es fundamental en la social. «Se podría admitir la posibilidad de que sigan contribuyendo, quizás en puestos de asesoramiento, de transmisión de experiencia, una especie de comité de sabios. Los trabajos son ahora mucho más intelectuales», afirmó el ponente.

¿Sería la solución que la psicología del trabajo fuese una asignatura obligatoria en las empresas? Una de las propuestas de Fernández Alonso es que «tanto la entrada como la salida del mundo laboral deber ser adecuadamente asistidas en su planificación y preparación, pues la satisfacción personal depende del éxito en la actividad laboral». Apuntó otras, como programas de reinserción laboral para no perder capital humano, el fomento y desarrollo del tercer sector (como las ONG) o programas de ocio y tiempo libre.

«Hoy es muy importante que las empresas sean del conocimiento, es el camino que tiene que seguir Asturias: tienen que gestionar la psicología», concluyó el profesor titular de Psicología de los Recursos Humanos.
 
Tomado de www.lne.es

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