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viernes, 10 de agosto de 2007

¿Son iguales todos los humanos?

Alejandro Vázquez Cárdenas/Colaboración especial

Miércoles 1 de Agosto de 2007
Si hacemos esta sencilla pregunta a una población abierta, es más que probable que la mayor parte de los entrevistados contesten con mayor o menor con-
vicción que sí, que todos somos iguales, aunque después, en la soledad de su conciencia, a muchos les quedará una cierta duda, pues en su fuero interno consideran ser, en algún grado, un poco o un mucho diferentes a otras personas.
La verdad es que si nos referimos a nuestro código genético: 46 cromosomas en el genoma humano, XY en el hombre y XX en la mujer, pues sí... somos todos iguales, como también es cierto que compartimos un 96 por ciento del mismo código genético con un gorila y un 97 por ciento con un chimpancé, que es nuestro pariente antropoide más cercano, para molestia de los creacionistas.
Ahora que, si nos atenemos a las llamadas «funciones cerebrales superiores», esas adquiridas en el último trecho de la evolución del humano, entonces no sólo somos distintos, sino que de plano somos bastante diferentes. En psicología encontramos que el capítulo relacionado con la «personalidad» es lo suficientemente extenso para darnos cuenta de las enormes diferencias que existen en la personalidad y el comportamiento de los humanos. Comportamiento que está dado mayoritariamente por una carga genética y modelado y matizado, poco o mucho, por el medio ambiente en que nos desarrollamos: nuestra familia, escuela, compañeros, maestros, medio ambiente laboral, etcétera, todo esto condiciona nuestras aficiones, lecturas, fobias, ideas, inclinaciones, etcétera. Somos nosotros y nuestras circunstancias. Los diversos tipos de personalidad descritos en psicología nos muestran una variación amplia en la manera de ser de cada individuo. Sólo cuando se exageran algunos rasgos de la personalidad es cuando se considera que la persona se encuentra ya en terreno de la anormalidad.
Entre los distintos tipos de personalidad, de acuerdo a las más empleadas clasificaciones, tenemos, sin entrar en detalles ya que esto no es un escrito médico, la personalidad obsesivo-compulsiva, histriónico (teatrales), histérico, pasivo, pasivo-dependiente, evitativo (son los que le sacan a todo), narcisista, paranoide (desconfían de todo), hipocondriaco, y los potencialmente peligrosos, los individuos que cursan con lo que se llama «personalidad limítrofe» o borderline y la llamada personalidad antisocial. Los detalles precisos de las clasificaciones pueden variar un poco según a la fuente (CIE 10 o DSM IV y otros).
Una vez establecido lo anterior podemos explicarnos un par de cosas, primero, aceptar nuestra propia individualidad e irrepetibilidad, no hay dos seres humanos exactamente iguales y segundo, darnos cuenta que aún en nuestras diferencias existen grupos, pequeños, medianos o numerosos, que comparten ideas, opiniones y aficiones muy parecidas, al grado que se agrupan en clubes de algo, sociedades, partidos políticos y un largo etcétera. Lo hacen simplemente porque comparten un perfil psicológico muy parecido, les gustan y les desagradan las mismas cosas. Así de fácil.
Investigando el tema podemos darnos cuenta también, que existe un determinado tipo de personalidad que muestra gran inclinación a la violencia, a la agresión, a los espectáculos sangrientos, que les complace observar el sufrimiento de un ser vivo y lo que es peor, divertirse y alegrarse cuando mayor es el grado de violencia y sufrimiento que se provoca. Dentro de estos espectáculos tenemos algunos malamente disfrazados de «arte», como las corridas de toros y las peleas de gallos, espectáculos que apuntan directamente a la parte más primitiva y animal del cerebro humano, después de todo somos un simio evolucionado. Pero lo que rebasa toda justificación y cordura son las peleas de perros; esa afición ya cae franca y definitivamente dentro de los trastornos de la personalidad. El aficionado a este tipo peleas es, por el lado que se le vea, un serio candidato a paciente psiquiátrico.
Vale la pena detenerse a pensar un poco, ¿qué tan cerca estamos del gorila cada uno de nosotros? Esto aplica a fanáticos religiosos, fundamentalistas políticos, a las hordas de violentos e intolerantes integrantes de corrientes políticas y sindicales, y un interminable etcétera.
 

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