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miércoles, 24 de octubre de 2007

El desamor puede llegar a producir transtornos

 

En más de un caso, una relación con visos 'extremos' puede terminar, literalmente, en una tragedia de vida.

La mayoría de las parejas suele tener conflictos. Sin embargo, no todos se resuelven favorablemente.

HOY publica la historia de Ilda solo como una alerta para los lectores sobre el tipo de relación negativa que puede terminar en trastornos siquiátricos.

A Ilda no le importó su hija, ni su dignidad ni su propia vida mientras estuvo sumida en la más profunda depresión, que terminó por enloquecerla y mandarla a una clínica de reposo. Todo se debió a la pérdida de su pareja.

La ruptura de la relación de Ilda, además de sumergirla en largas horas de llanto, de insomnio y desórdenes alimenticios, la llevó a escuchar voces que, según ella, le ordenaban que se suicidara.

"Es posible que una pésima relación termine precipitando una importante perturbación mental", advierte el siquiatra Rodrigo Córdoba, quien sin embargo aclara: "Si uno tiene una predisposición a alguna enfermedad como la depresión, hay terreno abonado para que, cuando haya una pérdida o un desencanto, sea más fácil llegar a un trastorno".

"El amor de mi vida es él. Vivimos juntos durante 14 años. Hace siete años nos separamos. Entonces nuestra hija tenía siete. Por algunos detalles yo sospechaba que él salía con otra. Un día le pregunté, pero él lo negó. Todo se descubrió cuando ella (la otra mujer) llamó a la casa y se sorprendió porque mi hija le contestó: "mi papá no está". ¿Su papá? -dijo ella-. Nos enteramos de que era la novia. Y él no le había contado a ella sobe nosotras. Pero entre ellos se arreglaron y me dejó para irse con ella", cuenta Ilda.

Ya han pasado siete años, el tiempo que él lleva de relación con su nueva pareja. La hija del Ilda tiene 14 años y un nuevo hermano medio. Ilda superó un cuadro severo de sicosis pero sigue dispuesta a estar con su ex, así sea pasando de ser esposa a amante.

Autoestima por los suelos

Él simplemente significaba todo para Ilda porque, según afirma, le enseñó todo en la vida. Le dio lo que ni su papá le dio y por eso no lo ha podido olvidar.

Desde los doce años, Ilda deambuló de casa en casa de familiares y amigas. "Mi papá era muy impulsivo. Y como una vez no lo quise seguir a una finca donde iba a vivir, me dijo que me largara. Al poco tiempo conocí a mi esposo. Primero él era el que me quería más a mí. Yo después me fui enamorando", dice.

Pero el cariño de él hacia ella no siempre fue total. "Pocas veces peleábamos feo. Aunque él -siete años mayor que ella- a veces me decía que le estaba pareciendo muy vieja. Especialmente desde una vez que, cuando tenía 18 años, un amigo de él me vio y le dijo que yo le parecía fea", comenta.

"No dudo que siempre soy la más fea de la fiesta, aunque me arregle. Sí soy consciente de que tengo la autoestima por los suelos".

A la clínica de reposo

Cuando la relación de Ilda se rompió, empezó a sentir mucha ansiedad, ganas de comer y de llorar sin parar, a veces, desde el amanecer hasta el final del día.

Todo se complicó aun más cuando empezó a gritar sin razón y a tirarse al piso. Un día, dio un paso más hacia el camino de la locura. Sorprendió a todos con lo que pasaba por su mente: "Estoy escuchando voces, cada media hora y me dicen que me mate. ¿Qué hago? ¿Me mato?".

"Todo el mundo va por la vida y se vuelca con lo que tiene hacia la otra persona y ella también hacia uno. Así se da la interrelación", precisa el médico siquiatra.

Los allegados de Ilda le decían que se controlara, que pensara en la hija que tenía. Pero ella respondía que nada le importaba.

"Mis hermanas me cuidaban mucho escondiendo los cuchillos y el veneno para las cucarachas que había en la casa. Yo intenté matarme pero en mi conciencia algo me decía que no lo debía hacer. La niña no hacía sino llorar, ya casi no quería estudiar. Y se va preocupada al colegio por dejarme sola. 'Vea má, si alguna cosa, llama a los vecinos", me dice.

El siquiatra se 'mamó'

El siquiatra le diagnosticó depresión severa. La trataba con fluxetina, una droga que la tranquilizaba, pero, según ella, cuando la dejaba volvían todos los síntomas y no dormía. Hasta que un día el siquiatra dijo que no la atendía más porque ya no podía con ella.

Ilda estuvo en una clínica de reposo en Pereira, a la salida hacia Cerritos. "Por allá me dejaron unas cinco veces por 20 días, cada una".

Después de tantos ires y venires dejó atrás la sicosis.
Sin embargo, como en su etapa inicial, Ilda no se concentra en sus labores cotidianas ni mucho menos las disfruta, no sale a ningún lado porque todo la aburre. "Tengo una tiendita que puse con un milloncito que él me regaló, dizque para entretenerme.

Pero me estreso más, porque a veces no vendo. Quisiera no tener qué ver con obligaciones, con pagar servicios o esas cosas.

De niña, creo que era normal, aunque trabajaba desde los seis años haciendo mandados o ayudando en los oficios en casas de familia, tal vez por eso será que me está cansando la responsabilidad y hasta para eso me hace falta él", cuenta.

Sobre de vivir con su ex, ella conenta: "Mi hija todavía me dice 'Tranquila, mamá, yo hablo con mi papá para que nos compre una casa o nos haga un apartamentito al lado de donde él vive'. Ya hablamos con él, pero nos regañó y nos dijo que eso no podía ser, que cómo se nos ocurría".

Lucero Rodríguez G.
Redactora HOY

Tomado de www.eltiempo.com

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