El trabajo es fuente de ingresos, de estabilidad, permite establecer relaciones sociales, contribuye a la sensación de logros, influye en la autoestima, pero también es causa de enfermedad. Puede hacerlo por varios caminos.
Es importante el capitulo de las enfermedades profesionales. La actividad nos expone a tóxicos o circunstancias en las que la salud puede quebrarse, con más probabilidad que el que no está expuesto. Es el caso de un bombero a las quemaduras, un albañil a las roturas de huesos, un policía a las heridas por arma, un minero a la silicosis, o una prostituta a las enfermedades trasmitidas por el sexo. La lista es casi infinita, las sociedades modernas son complejas, exigen especialización y profesionales que las aborden? Ellos se exponen según las características del trabajo. La sociedad trata de minimizar el riesgo con normativas adaptadas a él (redes en los andamios, salidas de emergencia, cascos, chalecos antibalas, etc...) y si la enfermedad surge ofrece determinadas contrapartidas sociales (jubilaciones anticipadas, bajas). De hecho las organizaciones sindicales negocian para que determinadas actividades o exposiciones se califiquen de profesionales y los que las ejercen se beneficien de las supuestas ventajas sociales. Ha sido el caso de los expuestos al amianto o los trabajadores de las aerografías textiles de la C. Valenciana, el llamado síndrome Ardystil.
Pero hay otras muchas vías en las que la enfermedad se relaciona con el trabajo. Ya me he referido en otro rincón al trabajador quemado: el síndrome de burn out. Me ocuparé hoy del estrés laboral y del acoso en el trabajo.
El estrés en el trabajo es un tema importante: el 54-75% de los trabajadores le señala como fuente importante de estrés, y para el 25% el principal, por encima de los problemas económicos, de relación e incluso la salud. El estrés se relaciona con el 18% de las bajas laborales y afecta a empresarios y todo tipo de trabajadores.
Provoca estrés por muchos mecanismos: volumen e intensidad del trabajo (la sobrecarga suele ser mayor en empresas con más de 25 trabajadores, competitividad y necesidad de mayor productividad, la propia dificultad de la tarea).
Por depender de personas o factores externos (relaciones interpersonales con compañeros, jefes o subordinados, o con el público)o estructuras fluctuantes de la organización o políticas de empresa (estructuras muy jerárquicas, indefinición de la tarea o de las responsabilidades, realizar turnos rodados o nocturnos, hostigamiento, objetivos irreales, supervisión excesiva).
Y también el entorno laboral (disponibilidad de instrumental, comodidades). Y también los factores individuales (propia valoración de sus capacidades, actitudes vitales. Es mayor en arriesgados, distraídos o confiados. La carga de trabajo influye menos en los más experimentados. Los españoles lo percibimos más que los franceses).
Ciertas profesiones se han clasificado según el estrés que perciben los que las practican. Los primeros serían: mineros, oficial de policía, empleado de la construcción. Los que menos los bibliotecarios.
Cuando se reitera y el sujeto lo gestiona mal aparecen cambios en el terreno de las emociones: ansiedad, malhumor, inestabilidad emocional, desinterés-apatía. De la conducta: agresividad, dificultad en la toma de decisiones, capacidad de concentración y/o memoria, pérdida del control, irritabilidad, indecisión, depresión. Cambios personales: se hace gregario, abandona hábitos higiénicos, o sociales: se aíslan, no se relajan, favorecen las conductas adictivas. De la salud física: cansancio, dolores (cabeza, posturales, torácico)y alteraciones del sueño.
Prevenir el estrés laboral es posible. Y útil, todos contribuimos a su aparición y a su solución. Su control favorece la satisfacción y la productividad.
*Director del departamento de Medicina Clínica de la Univ. Miguel Hernández y jefe de servicio del Hospital San Juan.
Es importante el capitulo de las enfermedades profesionales. La actividad nos expone a tóxicos o circunstancias en las que la salud puede quebrarse, con más probabilidad que el que no está expuesto. Es el caso de un bombero a las quemaduras, un albañil a las roturas de huesos, un policía a las heridas por arma, un minero a la silicosis, o una prostituta a las enfermedades trasmitidas por el sexo. La lista es casi infinita, las sociedades modernas son complejas, exigen especialización y profesionales que las aborden? Ellos se exponen según las características del trabajo. La sociedad trata de minimizar el riesgo con normativas adaptadas a él (redes en los andamios, salidas de emergencia, cascos, chalecos antibalas, etc...) y si la enfermedad surge ofrece determinadas contrapartidas sociales (jubilaciones anticipadas, bajas). De hecho las organizaciones sindicales negocian para que determinadas actividades o exposiciones se califiquen de profesionales y los que las ejercen se beneficien de las supuestas ventajas sociales. Ha sido el caso de los expuestos al amianto o los trabajadores de las aerografías textiles de la C. Valenciana, el llamado síndrome Ardystil.
Pero hay otras muchas vías en las que la enfermedad se relaciona con el trabajo. Ya me he referido en otro rincón al trabajador quemado: el síndrome de burn out. Me ocuparé hoy del estrés laboral y del acoso en el trabajo.
El estrés en el trabajo es un tema importante: el 54-75% de los trabajadores le señala como fuente importante de estrés, y para el 25% el principal, por encima de los problemas económicos, de relación e incluso la salud. El estrés se relaciona con el 18% de las bajas laborales y afecta a empresarios y todo tipo de trabajadores.
Provoca estrés por muchos mecanismos: volumen e intensidad del trabajo (la sobrecarga suele ser mayor en empresas con más de 25 trabajadores, competitividad y necesidad de mayor productividad, la propia dificultad de la tarea).
Por depender de personas o factores externos (relaciones interpersonales con compañeros, jefes o subordinados, o con el público)o estructuras fluctuantes de la organización o políticas de empresa (estructuras muy jerárquicas, indefinición de la tarea o de las responsabilidades, realizar turnos rodados o nocturnos, hostigamiento, objetivos irreales, supervisión excesiva).
Y también el entorno laboral (disponibilidad de instrumental, comodidades). Y también los factores individuales (propia valoración de sus capacidades, actitudes vitales. Es mayor en arriesgados, distraídos o confiados. La carga de trabajo influye menos en los más experimentados. Los españoles lo percibimos más que los franceses).
Ciertas profesiones se han clasificado según el estrés que perciben los que las practican. Los primeros serían: mineros, oficial de policía, empleado de la construcción. Los que menos los bibliotecarios.
Cuando se reitera y el sujeto lo gestiona mal aparecen cambios en el terreno de las emociones: ansiedad, malhumor, inestabilidad emocional, desinterés-apatía. De la conducta: agresividad, dificultad en la toma de decisiones, capacidad de concentración y/o memoria, pérdida del control, irritabilidad, indecisión, depresión. Cambios personales: se hace gregario, abandona hábitos higiénicos, o sociales: se aíslan, no se relajan, favorecen las conductas adictivas. De la salud física: cansancio, dolores (cabeza, posturales, torácico)y alteraciones del sueño.
Prevenir el estrés laboral es posible. Y útil, todos contribuimos a su aparición y a su solución. Su control favorece la satisfacción y la productividad.
*Director del departamento de Medicina Clínica de la Univ. Miguel Hernández y jefe de servicio del Hospital San Juan.
Tomado de www.levante-emv.com
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