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miércoles, 24 de octubre de 2007

Los miedos nos limitan sexualmente


Muchas veces las disfunciones sexuales no son producto de un problema orgánico sino psicológico y emocional. Cuáles son las posibles causas del problema y cómo solucionarlo


A lo largo de mi experiencia en el consultorio he podido observar que la mayoría de los fracasos sexuales y las disfunciones provienen del sentimiento intenso acerca del miedo a fallar o a no alcanzar las expectativas de la persona con la que se intima.

Diversos son los casos de pacientes que se sienten como si fueran examinados cuando tienen relaciones, y que anteponen pensamientos de fracaso o del tipo de que "fallarán en el acto" o "no serán lo que prometen". No tienen seguridad de sí mismos con respecto a su propia experiencia sexual y, aunque muchos la tengan, quizás les falta información al respecto. En algunos casos jamás han comprobado en la realidad el fracaso, pero sólo el hecho de pensarlo les provoca un miedo tan intenso que prefieren evitar consumar la relación. Elaboran diversos pensamientos negativos respecto a su desenvolvimiento sexual y, sin duda, algunas veces disminuye el deseo para evitar el fiasco.

El miedo es uno de los factores más limitantes de la actividad sexual. Acarrea diversos tipos de disfunciones, como impotencia psicológica entendida como pérdida de erección, anorgasmia, falta de deseo sexual, vaginismo, etcétera.

En otros casos, el miedo se suscita a partir de un hecho específico que ha sido vivido por la persona como agresivo, como es el caso de violaciones, o un inicio sexual temprano, situaciones de abusos sexuales en la infancia, tener sexo cuando no se desea o en contra de la propia voluntad. En estos casos también la terapia es la única alternativa para ponerse en contacto con la propia intimidad y elaborar lo que implica una represión sexual.

Hay mujeres que han vivido su sexualidad como peligrosa, prohibida o como algo sucio y pecaminoso, y hasta han recibido mensajes negativos sobre ella. En estos casos, además de sentirse como peligrosa, las mujeres sienten y viven su propia sexualidad como traumática y muchas veces se sienten limitadas para obtener el máximo placer sexual o llegar al orgasmo.

Hay personas que recorren clínicas buscando soluciones a sus problemas sexuales, sin entender que su inconveniente puede deberse a una causa psicológica. Es así como se dejan inyectar bajo prescripción médica vasodilatadores con la idea de que solucionarán sus dificultades, y se angustian más aún cuando descubren que los efectos no son los deseados.

El miedo al coito se puede solucionar a partir de ampliar la información sexual, disminuyendo las inseguridades al respecto, trabajando los tabúes existentes en relación al sexo y analizando las situaciones de fracaso que pudieron motivar la sensación de riesgo frente al encuentro sexual.

La seguridad respecto a cómo se desarrolla el individuo en el ámbito sexual se acrecentará si este puede, de alguna forma, investigar sobre todas las dudas e instruirse respecto no sólo a la función del órgano sino también a todo lo relativo a la respuesta fisiológica masculina y femenina, conociéndose a sí mismo y a la sexualidad de la compañera. Así podrá ampliar el repertorio de juegos previos necesarios para la intimidad con el claro objetivo de que ambos puedan alcanzar la satisfacción.

Los miedos acerca de la forma en que se ejecuta el coito son motivados por la falta de conocimiento. Es común que muchos hombres se sientan afectados al leer esto, pero tener una basta experiencia sexual o haber tenido una cantidad numerosa de mujeres a lo largo de su vida no implica necesariamente que sepa estimular y hacer gozar al sexo femenino. Ellas deben ayudar a que el varón encuentre aquellas zonas erógenas que las lleva al goce. Además, deben apuntalarlo respecto de cómo desean ser acariciadas y cómo debe ser regulada la intensidad de la caricia.

La mayoría de las parejas le escapan al diálogo y la comunicación sexual para evitar herir al compañero y, ciertamente, muchos no comprenden bien de qué se trata y se sienten afectados, por lo que eligen la evitación antes de sufrir humillaciones.

Aunque la mayoría de la gente se ría al escuchar sobre los miedos al sexo, es más común que suceda de lo que imaginamos. La sexualidad encierra la fantasía de que si está bien realizado el acto, el hombre será idealizado como con "poderes mágicos", pero perdemos de vista que muchos que tienen una buena sexualidad se pueden topar algún día con una mujer con la que no existe compatibilidad o la conocida "piel", y que de repente pueden experimentar el primer fracaso sexual.

A partir de este momento comienzan a sucederse situaciones de temor frente a la posibilidad de que se repita la disfunción de manera involuntaria, y empieza un circuito que en general termina en la consulta terapéutica.

También debo citar a las mujeres que temen llegar al orgasmo por ser una sensación desconocida que, si bien ambicionan, temen que les provoque consecuencias. Muchas dejan de tener sexo porque no sienten placer, entonces prefieren evitarlo antes que hacerlo para beneficiar a la pareja: sienten como si lo estuvieran traicionando. Y consultan cuando la relación está sumamente quebrantada por este tema.

Me interesa remarcar que frente a los miedos es importante consultar en pareja, ya que poder expresarle al compañero cuáles son las limitaciones ayuda a proteger la relación. Involucrar a la pareja no es pasarle cuentas sino intentar juntos la forma de alcanzar la felicidad sexual. infobae


por Sandra Lustgarten

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