MIGUEL SILVEIRA
DIGÁMOSLO sin rodeos, sin ambages y sin trabas: muchas de las mujeres que son acosadas moralmente, que son víctimas de mobbing, por un varón, sea jefe o sea colega o desempeñe el rol que desempeñe, lo son como consecuencia de no haber previamente accedido a sus deseos de verlas conquistadas sexualmente, de poseerlas o utilizarlas para sus expectativas erótico-sexuales, si no sádicas. A partir del momento en que algunos varones se dan cuenta de que sus artimañas, seducciones, insinuaciones o simplemente juegos de conquista no tienen aceptación por parte de la hembra elegida como diana comienza la estrategia de acoso y de derribo saciando su venganza por no haberse plegado a sus encantos, sus artes o sus mañas.
Detrás de los acosadores morales de mujeres hay mucho insatisfecho, frustrado, reprimido sexual y algún sádico que ejerce su sadismo en contra de su víctima de diferentes formas y maneras. La mujer que tiene la desgracia de ser la elegida y negarse a ese juego se verá sometida a un estrés emocional indescriptible en muchos casos, si es que opta por callarse y ceder ante la múltiples y variadas conductas que el acosador realizará llevado del despecho al sentirse fracasado como macho.
Dado que el macho hispano aún tiende a confundir a la mujer con un objeto de placer y a dominar al que cree sexo 'débil' hay que esperar que tenga que prepararse a sufrir largamente las consecuencias de su resistencia y negativa a someterse a todas esas prácticas arteras. Para prevenir y quitarse de encima tal estrés conviene a esas mujeres demostrar a esos machos que se han equivocado de estrategia y de víctima, que han errado el tiro.
Por eso en cuanto que descubren (y deberían estar muy atentas) los signos de venganza y de desquite deberán reaccionar plantando cara, poniendo en evidencia al acosador y sus conductas de hostigamiento, negándose a ceder a ciertas exigencias no acordadas en sus relaciones laborales o de otra índole, y comentando el asunto con los de su confianza en lugar de callarse, porque el silencio es siempre la mejor herramienta para que el acosador goce de impunidad y siga en su trabajo destructivo. La mujer acosada deber perder desde el principio el miedo a su verdugo porque si opta por callar y ocultar su tormento, esperando que cambie la historia, acabará sufriendo un terrible desgaste y (siempre) como el rosario de la aurora. La mujer debe hacerse respetar desde los primeros momentos en que se ve acosada. Cuanto más tarde en reaccionar más se expone a quedar atrapada, destrozada e indefensa y después la recuperación será muy laboriosa y prolongada. En esto también el tiempo es oro.
Detrás de los acosadores morales de mujeres hay mucho insatisfecho, frustrado, reprimido sexual y algún sádico que ejerce su sadismo en contra de su víctima de diferentes formas y maneras. La mujer que tiene la desgracia de ser la elegida y negarse a ese juego se verá sometida a un estrés emocional indescriptible en muchos casos, si es que opta por callarse y ceder ante la múltiples y variadas conductas que el acosador realizará llevado del despecho al sentirse fracasado como macho.
Dado que el macho hispano aún tiende a confundir a la mujer con un objeto de placer y a dominar al que cree sexo 'débil' hay que esperar que tenga que prepararse a sufrir largamente las consecuencias de su resistencia y negativa a someterse a todas esas prácticas arteras. Para prevenir y quitarse de encima tal estrés conviene a esas mujeres demostrar a esos machos que se han equivocado de estrategia y de víctima, que han errado el tiro.
Por eso en cuanto que descubren (y deberían estar muy atentas) los signos de venganza y de desquite deberán reaccionar plantando cara, poniendo en evidencia al acosador y sus conductas de hostigamiento, negándose a ceder a ciertas exigencias no acordadas en sus relaciones laborales o de otra índole, y comentando el asunto con los de su confianza en lugar de callarse, porque el silencio es siempre la mejor herramienta para que el acosador goce de impunidad y siga en su trabajo destructivo. La mujer acosada deber perder desde el principio el miedo a su verdugo porque si opta por callar y ocultar su tormento, esperando que cambie la historia, acabará sufriendo un terrible desgaste y (siempre) como el rosario de la aurora. La mujer debe hacerse respetar desde los primeros momentos en que se ve acosada. Cuanto más tarde en reaccionar más se expone a quedar atrapada, destrozada e indefensa y después la recuperación será muy laboriosa y prolongada. En esto también el tiempo es oro.
tomado de www.elcomerciodigital.com
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