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lunes, 8 de octubre de 2007

¿Por qué hacemos lo que hacemos?

 
Una selección de relatos del Licenciado Jorge Miguel Brusca.

Lic. Jorge Miguel Brusca
Relatos

(IntraMed)

..YO HABIA NACIDO EN UN BOSQUE.


Hace unos 100.000 años, en el norte de Africa, en un bosque cerca de lo que hoy es Etiopía, Lucy  estiró una de sus velludas piernas apartando las hojas con que se había cubierto para evitar el frío de la noche. Comenzaba así su ritual de  estiramientos y bostezos luego de dormir bajo los árboles. La habían despertado los gorjeos de los pájaros que saludaban al sol naciente y el rugido lejano de los felinos que bajaban al arroyo para beber la primer agua del día. Estiró los brazos sobre la cabeza dejando escapar un sonido de satisfacción ante la elongación de las coyunturas y comenzó a rascarse el cuero cabelludo con sus uñas largas, desparejas y llenas de tierra. Se apartó sobre la cara los cabellos enmarañados que le llegaban a la cintura y se acomodó la lonja de cuero con que ajustaba la piel de venado  con la que se abrigaba. Olfateó el aire y reconoció a pocos metros a su grupo que aún dormía, apretujándose algunos con otras hembras y sus cachorros. Tenía hambre y sed por lo que decidió caminar hacia el río. Con paso firme, apoyaba toda la planta endurecida de sus pies sin evitar espinas ni piedras. En el camino arrancó un fruto y le hincó sus dientes fuertes para alimentarse y al mismo tiempo limpiar sus encías. Al llegar al descampado , se descubrió el cuerpo para recibir con placer los rayos del sol. Ya en el arroyo se encontró con otra hembra de su grupo y jugó con ella tirándose agua y abrazándose mientras se bañaban. Luego fueron juntas a buscar comida para los cachorros...

Lucy vivió con su grupo casi treinta años durante los cuales quedó varias veces embarazada. Algunos de sus hijos vivieron  y se reprodujeron trasladándose de territorio cada vez que escaseaban  los alimentos. Pasaron 100.000 años.  Algunos de sus genes femeninos viajaron  combinados en los gametos con otros masculinos, cruzando de Etiopía a Egipto, de allí a Palestina y luego al centro de Europa. En los "30" llegaron a Buenos Aires y en una de sus reproducciones se combinaron  de tal manera que nació Diana...

La chicharra del reloj-despertador digitalizado de última generación sonó sin piedad y se encendieron simultáneamente la luz dicroica del velador y el televisor sintonizado en el noticiero de la mañana. Diana dio un respingo en la cama con mecanismos eléctricos para cambiar de posición y trató de sacarse el antifaz que usaba para dormir sin luz, a pesar de que su arquitecto le había prometido "un dormitorio sin  ruidos ni luces,   como volver a la naturaleza". Trató de encontrar la cajita con la pastilla "para la mañana", que le recomendó su amiga para "tener un día relajado , de forma natural". Le dolía la cabeza y recordó que la noche anterior había estado hasta tarde en una disco. Le había parecido que la música estaba demasiado fuerte, o que el disc-jockey estaba  descontrolado, pero sus amigos riendo le dijeron que era normal así y no estaban simulando un bombardeo. Para acomodarse mejor a la situación le habían ofrecido unos tragos largos con alcohol y diversas marcas de cigarrillos, porque "ellos eran ecologistas y no se drogaban".

Diana recordó que luego había estado bailando largo  rato esperando que los saltos le acomodaran el alcohol, el humo, el ruido, las botas con taco alto y la columna que siempre le dolía desde el secundario cuando durante cinco años cargó una mochila con todos los libros y diccionarios como le había recomendado su tía "finalista al premio a la mejor compañera 1945 del Sagrado Corazón". Por su salud, Diana hacía rato que había adoptado la "vida natural" y trataba de iniciar el día de forma coherente con ello. Después de la pastilla y de sacarse el antifaz corrió al tocador para quitarse la crema endurecida que se había puesto antes de acostarse y encendió la cafetera eléctrica mientras preparaba el molinillo para hacer café fresco. De paso abrió la heladera con un pie y sacó dos naranjas para hacer jugo natural en la máquina que estaba al lado de la tostadora eléctrica en la que también de paso colocó dos rebanadas de pan integral ecológico que comería con queso crema desgrasado y sin sal. Alcanzó a retirar el diario que asomaba debajo de la puerta y pudo leer los titulares que pronosticaban "la muerte del trabajo" mientras abría la ducha con agua caliente para entibiar el baño.

Pudo llegar a la bicicleta fija frente al televisor justo cuando el locutor anunciaba la liberación de unos narcotraficantes por razones de "forma" aunque habían sido pescados con cien kilos de cocaína en la heladera. Mientras pedaleaba metódicamente "como si estuviera en Bariloche", lamentó tener que ver en la pantalla las cotizaciones de la bolsa de Tokio, pues si no hubiera puesto un video de las praderas californianas como le había recomendado la vendedora del oxigenador de ambiente, para crear un ambiente natural durante la gimnasia. Cuando el noticiero "Feliz mañana" se interrumpió con los comerciales anunciando el nuevo "masajeador cerebral" para sentirse en la new-age, sonó el celular y Diana se lo pudo acomodar entre el hombro y la oreja mientras con la otra mano cambiaba la velocidad de la bicicleta pues el velocímetro computarizado marcaba zona roja "equivalente al stress". Era su amiga Eva que le reclamaba por no haber contestado el mensaje que le había dejado en el correo electrónico de la computadora. Diana recordó que al llegar de la disco no había controlado el mail, pues era nuevo y aun estaba  acostumbrada a los fax de papel del sistema anterior. Tenía razón el instalador que le sugirió conectar un sistema de timbres que le anunciaría cada quince minutos si había correspondencia en la máquina.

Diana pensó que aún le faltaba entrenamiento para comenzar un día con mas naturalidad. Todavía tenía que ducharse, encremarse el cuerpo con productos  naturales, pasarse el masajeador eléctrico para combatir la celulitis, lavarse la cara con el jabón antiarrugas, depilarse las cejas, pintarse los ojos, los labios y las uñas, secarse el pelo con el "alta velocidad" y peinarse con caída natural antes de ponerse spry. Por suerte no siempre había que cortarse las uñas de los pies y pintarlas antes de subirse a los tacos altos, que le hacían doler tanto los arcos como para dudar si sus pies no habían sufrido un cambio genético. El mismo razonamiento hacía Diana cuando se ajustaba el cinturón al máximo para marcar la cintura, o se apretaba el corpiño para realzar el busto. Un día en su clase de yoga tibetano, cuando hacía relajación se dejó llevar por la imaginación y mientras escuchaba las consignas del instructor que recordaba que somos parte de la naturaleza y no podemos ir contra ella. "somos sus hijos, no sus dueños".fantaseó que una antepasada muy lejana, quizá nació en una selva , sin ruidos, sin apuros, donde el pie seguía la forma del suelo, donde era natural tener el cuerpo al aire libre, comer lo que servía para vivir bien, jugar con los congéneres, tocarse como algo natural...Diana penso que su antepasada se podría llamar Lucy y una mañana en el bosque podría despertarse estirando su pierna velluda entre las hojas... 


UN CUENTO ANTI-STRESS

El ingeniero  Miguel Losada entró en su oficina en el piso 24 frente al río. Sobre el escritorio  la pantalla de cuarzo líquido de 23" de su computadora,  le indicaba el programa de actividades del día.

8.30 Desayuno con los gerentes de planta.
9.30 Reunión con los delegados del sindicato.
11.00 Control de la presión arterial con la enfermera de turno.  
11.30 Confirmar a su esposa si van a cenar con los Roldán.
11.45 Puede fumar un cigarrillo-
11.50 Repaso de los partes de fábrica con la secretaria.
12.00 Firmas.
12.30 Almuerzo con el Ministro.

15.30 Su nieta Paulita estará en la calesita de Pueyrredón y Melo hasta las 17.

18.00 Puede fumar otro cigarrillo.
18.30 Reunión con el comité de diseño. Ver nuevos modelos.
19.30 Revisar las estadísticas de la producción del mes.
20.00 Avisar al chofer si debe buscar a su esposa.
20.30
21.00

La rutina no era muy distinta a  la  de otros lunes. Se había levantado de la cama  a las 7, su esposa dormía. La  mucama lo esperaba en la antecocina con un café y un cigarrillo apagado, en la misma bandeja. Hojeó la portada de un diario mientras tomaba el café, y por encima del periódico miró por el ventanal  hacia el jardín. El jardinero sacaba con un largo colador las hojas que habían caído durante la noche, sobre el agua límpida.

El chofer lo llevó por Libertador, sin hablar, hasta Puerto Madero y lo dejó frente a la puerta del ascensor del garaje, en el subsuelo de sus oficinas.
Durante el viaje partió por la mitad y bebió con agua mineral, un comprimido del ansiolítico que le indicó el cardiólogo en la última visita. Le preocupaba la presión arterial.

La mañana transcurrió con las reuniones previstas, discusiones acaloradas, valores del control de presión altos (17-14), el cigarrillo aplastado por la mitad. El llamado a la esposa, el almuerzo con el ministro......

Pero  luego, mientras tomaba café en su oficina, algo le hizo mirar la pantalla de las actividades y se detuvo en ...."Paulita estará en la calesita"...

Muchas veces  su nuera  psicóloga  le había pedido a Cristina, su secretaria, que le agendara este dato.

Pero hoy le pasaba algo distinto....quizás las discusiones, los pronósticos del ministro, la sonrisa dulce de su secretaria, cierto dolor en el pecho.....

-Cristina, pídame el auto para las tres en el garaje.-

No recordaba haber estado nunca en una calesita. El chofer lo dejó sobre la avenida Pueyrredón y caminó lentamente hacia el ángulo de la plaza donde estaba ubicada.

Desde afuera del cerco pudo ver a su nieta Paulita sentada en un banco con la niñera, esperando que la calesita terminara su ronda.
Vio los caballitos que subían y bajaban, los avioncitos con hélice movible, los autitos con bocina, los leones con riendas, los parantes de bronce lustrado, todo de colores brillantes. "Bastante bien mantenido por ser del estado", pensó, "O debe  ser una  calesita privatizada". La música era pegadiza y le hizo recordar su juventud. ¿"Esta canción no era de los Beatles..?

Paulita lo descubrió y fue corriendo hacia él gritando:

-¡¡¡ Abu......Mirá  Martita, vino Abu!!!.-

El Ing. Losada se agachó y atrapó a su nietita en pleno salto hacia sus brazos. Se besaron muchas veces mientras Losada daba vueltas en redondo.

-Abu, subí conmigo, quiero ir al caballito blanco...

Cuando la calesita empezó lentamente a girar, Losada se bajó, pero su nietita le gritó:

-No, Abu, sentate aquí, al lado mío.

Losada se sentó sobre el fuselaje del avioncito delante del caballo blanco donde estada su nieta y giró con ella, los caballitos que subían y bajaban, los aviones, los autitos y la música pegadiza.

No había muchos chicos, pero todos querían atrapar la sortija que agitaba en una pera de madera el calesitero con cara de bueno.

Losada sintió que se le despertaba el instinto competitivo y le empezó a dar instrucciones a Paulita para que lograra atrapar la sortija. En cada vuelta observaba como movía la mano el calesitero y hacía cálculos para indicarle a su nieta como ganar el premio. Pero otro chico sacó la sortija de la pera de madera antes de que Paulita pasara delante de ella.

Miguel se aflojó la corbata de seda,  se desabrochó el primer botón del cuello de la camisa, y cuando la calesita se detuvo le preguntó a la niñera como se hacía para seguir girando mas vueltas. Martita divertida le explicó que se compraban fichas en la casilla, que costaban 75 centavos y que el que sacaba la sortija tenía una vuelta gratis.

Miguel se descubrió enardecido, podría comprar mil fichas, la calesita entera , llevarla a su casa. Su afán  de empresario conquistador de mercados lo tentaba , pero la carita de Paulita lo volvió a esa otra realidad, donde su nieta estaba feliz con solo tenerlo a su lado.

La calesita comenzó a girar nuevamente, con lentitud al principio, mientras el calesitero recogía las fichas de las manos de los niños. Miguel se sacó el saco azul, se lo dio a Martita y se subió a la calesita cuando pasó a su lado Paulita, subiendo y bajando en su caballito blanco. 

-Abu, pasame al autito...pero quedate al lado mío...

En camisa, con la corbata floja, algo transpirado, se sentó al lado de Paulita y se acordó que de chico en el barrio de Pompeya, donde se crío con sus padres gallegos,  a él  lo llamaban Bocha.

Le dio instrucciones a  Paulita de cómo poner la mano para sacar la sortija. El calesitero divertido no se lo hacía fácil.

Bocha se descubrió tan concentrado en su estrategia para lograr la sortija, como cuando esa mañana discutía la instalación de una nueva máquina en su empresa.

Se rió fuerte con su nieta cuando ésta logró agarrar la sortija, y disfrutó con codicia haber ganado una vuelta gratis. Casi más que con  los millones que había ganado esa mañana con el aumento del dólar.

Bocha invitó a Paulita y a Martita con dos helados.

-Pero por favor ingeniero, no le cuente a su nuera, por que no la deja tomar helados en la plaza.

Bocha se río con ternura pensando en como lo retaría su nuera, que le constaba era muy buena madre.

El chofer preocupado ya había dado varias vueltas a la plaza con el auto, pero no se animaba a interrumpir al ingeniero que parecía tan contento. No era el mismo que esa mañana viajaba en el asiento trasero del Audi 4, leyendo las finanzas y tomado ansiolíticos con el ceño fruncido y en silencio.

-Abu, nos vamos...¿vas a venir otra vez? Quiero ganar otras sortijas.....

El calesitero sonreía desde su casilla, Martita estaba feliz y Paulita en sus brazos, se iba quedando dormida y comenzaba a soñar con un rey bueno....

El chofer abría la puerta trasera del auto y era la primera vez que veía al Ingeniero Miguel Losada sin saco, con la corbata floja, transpirado y riéndose a las carcajadas.

-Ingeniero, llamó su secretaria para recordarle de la reunión del comité de diseño.

Bocha lo escuchó sonriente.

-  - S, vamos...¿pero sabe una cosa  Ramón?...antes preferiría invitarlo a tomar una           .
cervecita.

En la reunión del comité de diseño, la secretaria tomaba notas, los arquitectos, ingenieros y técnicos desplegaban planos, pasaban diapositivas, mostraban prototipos y argumentaban con énfasis.

A todos les extrañaba  que el Ingeniero Losada, siempre tan polémico y confrontador en esas reuniones, estaba amable, escuchaba con atención, preguntaba y disentía sin descalificar a nadie.

No sabían que esa tarde, en una calesita, el Ingeniero Miguel Losada se había reconciliado con Bocha, el galleguito del barrio de  Pompeya.

Cristina, desde ese día marcó especialmente en la agenda de su jefe las horas en que Paulita iba a la calesita. La nuera psicóloga del Ingeniero le empezó a pasar a Cristina horarios de fiestitas del jardín de Paulita, de cumpleaños y actos escolares.

Por expresa orden del Ingeniero Miguel Losada, Ramón siempre estaba con el auto preparado para salir a cada encuentro con Paulita. Para su sorpresa algunas veces, antes de volver a la oficina, Bocha lo invitaba a tomar una cervecita helada en la vereda de algún bar que quedaba  de camino.

El cardiólogo del Ingeniero Losada se sorprendió al comprobar que en los meses siguientes la presión arterial de su paciente se mantenía casi invariable en 12-8.
Le suspendió el ansiolítico y el ingeniero dejó el cigarrillo y bajó el consumo de café.

Paulita, dormía bien, comía sin problemas, estaba tranquila y cariñosa y no se perdía nunca una ida a la calesita.

Un lunes poco tiempo después,  el Ingeniero Losada llegó al piso 24 de  su oficina frente al río. Se acercó  a la  pantalla de cuarzo líquido de su computadora  y puso en su agenda del día, sonriendo con picardía:

  8.30 SER FELIZ
  9.30 SER FELIZ
10.30 SER FELIZ
11.30 SER FELIZ, QUE NO ES LO MISMO QUE SER EXITOSO.
........................
........................
15.30 CALESITA. GRACIAS PAULITA.
.........................
........................

Al lado de la pantalla de cuarzo líquido de 23 pulgadas en un portarretratos de madera rústica que compró Cristina, Paulita sonriente, le tiraba un beso.


                             "DALE ALEGRIA A MI CORAZÓN"  

¿Nunca les pasó  de repente tener  la sensación de un cambio repentino en el estado de ánimo?  Cómo si todo tomara otro color, como si saliera el sol después de un chaparrón,
como si todos los sonidos de la calle se volvieran agradables, las caras de los transeúntes amables, el mozo del bar simpático, ganas de comprar flores, de cantar, de caminar casi bailando, de acariciar los niños en los cochecitos, de tolerar mejor los perros...

Todo esto contrastando con otro estado anterior, donde  el despertarse es una desgracia, como si tuviéramos que ir a la guerra, donde el café sabe mal, las tostadas tienen olor a quemado, el locutor de la radio es un  pesado, el plan del día una tortura...como si estuviera nublado, lluvioso y frío.

Muchas personas me contaron experiencias similares. Sin saber porqué, tienen un pasaje de la alegría a la tristeza o viceversa, notorio repentino y sorprendente. Y con consecuencias importantes. De acuerdo al "color que perciben la vida", trabajan distinto, se relacionan distinto, leen el diario de otra manera, saludan  con otra cara y hasta el cuerpo lo sienten distinto.

La psiquiatría clásica maneja un diagnóstico llamado bipolar para los pacientes que pasan exageradamente de un estado depresivo a uno maníaco y sugieren un abordaje con medicamentos para corregirlo, generalmente el Litio.
 
Sin cuestionar ese abordaje  cuando el diagnóstico es adecuado, quiero referirme a una alternativa de comprensión de estos estados de ánimo cambiantes.

Todas las escuelas psicológicas reconocen que nuestro aparato psíquico tiene una historia dónde ha quedado grabado todo lo vivido, lo recordemos o no. Tenemos el archivo mas completo que se pueda concebir, dónde una "filmadora eficientísima" ha registrado todo y lo ha guardado en distintas carpetas, con distintas posibilidades de acceso y "códigos de seguridad".

Usaré una metáfora musical. Si todas nuestras vivencias quedaran guardadas en un bandoneón, ese instrumento que tiene una botonera a la izquierda y otra a la derecha, podríamos imaginarnos que la presión sobre los botones de cada lado , podrían evocarnos
recuerdos distintos. Y agrego en mi metáfora, que los botones podrían ser activados no sólo por nosotros, sino por otros, o por innumerables circunstancias ajenas a nuestra voluntad.

Así, un sueño grato, en el que nos sentimos felices, reconocidos, valiosos puede hacernos despertar con el botón de las buenas vivencias activado, y comenzar el día con alegría, energía, buen humor, tolerancia, sensibilidad para disfrutar de cada circunstancia etc.
Pero no sólo en sueños se puede activar el botón que nos conecta con las vivencias que valorizan nuestra imagen. Un saludo cariñoso, una música que nos resulta placentera, la amabilidad de alguien con quien nos cruzamos, una buena noticia, una carta, un llamado telefónico. Son infinitas las posibilidades porque son infinitas nuestra vivencias archivadas.

No creo necesario ejemplificar demasiado lo que nos ocurre cuando por los mismos caminos , se nos activan los botones del otro lado. Una mala noche, un llamado criticándonos, una cara de reproche, un taxista que nos maltrata, un cambio meteorológico no deseado. Nuestra ubicación en el mundo con esta botonera apretada, nos hará leer la realidad de otra manera, nuestra reacciones serán distintas y nuestro cuerpo responderá de forma diferente. La digestión, la respiración, la presión arterial, los movimientos,  estarán influenciados por "el color de la existencia" que activaron los botones.

La complejidad de nuestra psique rebasa enormemente la metáfora del bandoneón, pues nuestras vivencias son infinitas, se han archivado con códigos absolutamente personales y por lo tanto las activaciones de recuerdos se realizan también de acuerdo a  una codificación  que es exclusiva para cada uno.

Para muchas personas estos mecanismos son desconocidos, así como los códigos de activación de sus estados de ánimo.

El Dr. Vittorio Guidano, psicólogo italiano de la escuela cognitiva-posracionalista, relató en una conferencia en Buenos Aires, que un paciente le contaba que una mañana que se había despertado de mal humor, triste y enojado, al salir a la calle se encontró con un conocido que lo saludó amablemente y le  alabó la corbata. En ese momento el paciente registró un repentino cambio reconociéndose alegre, optimista, hasta que de repente su interlocutor desvió la mirada para saludar a otra persona. Rápidamente, su ánimo volvió a caer en el enojo y la tristeza. Trabajando en la sesión de psicoterapia pudieron descubrir los botones que le habían determinado los cambio de humor, de acuerdo a los códigos con que el paciente tenía archivado sus recuerdos.

Todos tenemos riquísimos archivos, con códigos y recuerdos guardados en niveles con distintas posibilidades de acceso. Muchas veces un mal recuerdo reconocido puede desactivarse con otro bueno, que no ha sido tenido en cuenta.

La botonera de los buenos recuerdos y posibilidades actuales es un recurso de gran valor para salir de la trampa del resentimiento, la desvalorización y la desesperanza.

Sugiero recurrir conscientemente a ellos, no dejando pasar las múltiples posibilidades que tenemos todos de disfrutar de la vida, sin excusarnos.

No perderse amaneceres, mirar a los ojos a los otros, besarnos conscientes de lo que hacemos, lo mismo al estrecharnos las manos en un saludo, al morder una manzana, al sentir el agua de la ducha sobre nuestro cuerpo, al morder un pan, al aplaudir y aplaudirnos cuando somos coherentes con lo que pensamos y hacemos.

Quizás así podamos usar bien el bandoneón de nuestra vida y lograr una melodía que como canta Fito Paez nos ayude a lograr el "Dale alegría a mi  corazón". 


 ¿ DÓNDE ESCONDO LA TERNURA?

Es muy frecuente en nuestra cultura que se eduque a los hijos varones enseñándoles que no es bueno mostrar sus sentimientos, especialmente la ternura.
"Los hombres no lloran", les dicen. Se valora en cambio la bronca, como sinónimo de fuerza.
El chico aprende así, que no se puede ser tierno y fuerte a la vez. Como consecuencia de estas enseñanzas, muchos hombres no pueden expresar con libertad sus sentimientos.
Se reprimen por miedo a que los crean débiles o poco masculinos.
Esto se ve reforzado por el hecho de que el mismo discurso lo aprenden las hijas mujeres. Ellas también esperan de los hombres la fuerza explícita y la represión de la ternura. Cuando una mujer así entrenada rechaza de modo tangible o imperceptible las expresiones afectivas de un hombre, le confirma el discurso aprendido en la infancia: "la sensibilidad, la ternura, las expresiones afectivas, no son cosas de hombres".
Los hombres cumplen el mandato social, para tener identidad y no ser rechazados.
A las mujeres, en cambio, se las educa con todos los permisos para ser expresivas y sensibles.
Lo que es virtud en las mujeres es defecto en los hombres.
Pero reprimir tiene un costo, que en el caso de los sentimientos es muy alto, por ser muy fuerte y continua la producción afectiva de los seres humanos.
Creo que para evitar las consecuencias indeseables de la represión de la ternura, el hombre  canaliza a través de sustitutos.  Así es  que se hace una transferencia de energías, desde las sensibilidades reprimidas hacia las expresiones vinculadas con la supuesta expresión de fuerza y potencia.
Para aparentar fuerza y potencia nuestra cultura tiene dos disfraces muy conocidos: la sexualidad y el dinero. El hombre aprende a inflar su interés sexual y su poder económico, como sinónimo de fuerza y valorización. Como consecuencia lógica se ocultan y se desvalorizan intereses opuestos,  simplemente por ser  distintos al sexo y al dinero. Una vez incorporados estos mecanismos, automáticamente se eligen y descartan las conductas que supongan fuerza o ternura, respectivamente.
El hombre víctima de estos mandatos seducirá más con su erotismo y su billetera, que con su capacidad poética.
Como dijimos antes, la respuesta positiva de las seducidas,  reforzará el mecanismo. La barra del café que felicita las hazañas sexuales del seductor, actúa igual que la novia que privilegia los éxitos financieros de su pareja.
En muchos casos, los hombres se avergüenzan de mostrar una poesía que han escrito. La desvalorización de la ternura y la hiperinflación de la sexualidad, tiene consecuencias importantes en el deterioro de la autoestima de hombres y mujeres.
Un hombre puede arrastrar viejos complejos, a raíz de sus aspectos tiernos y sensibles. Por las grietas de esos complejos, se escapará su autoestima como el agua de un balde agujereado. Si intenta tapar esos "agujeros- complejos" con sexualidad y éxito económico, cometerá el mismo error que alguien que quiera tapar los agujeros del balde con pintura.
El sexo y el dinero usados de esta manera son "pinturas" narcisistas, que no cierran los "agujeros" de nuestra autoestima.
Por eso algunas personas no entienden por qué siguen deprimidos a pesar de aumentar sus éxitos sexuales y económicos. El "agua-autoestima" sigue cayendo por los "agujeros -complejos", aunque se incremente la "pintura" exterior de éxitos narcisistas.
Si alguien lucha contra los complejos que le impiden expresar sus emociones, y lleva a la práctica intentos de expresarse poéticamente o reconocer la sensibilidad de otras maneras, su autoestima crecerá. Quizás descubra que también "es de hombre" reconocerse emotivo y no estar tan pendientes de la aprobación de otros.
Cuando un hombre descubre que se puede ser tierno y fuerte a la vez, aumenta su eficacia en la vida por que no tiene que gastar energía en ocultar sus sentimientos, no tiene miedo que lo rechacen.
La autoestima siempre fortalece. El narcisismo debilita siempre, pues es la confirmación de la ausencia de autoestima.

Lic. Jorge Miguel Brusca
jorgebrusca@infovia.com.ar

Tomado de www.intramed.net

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