Lic. Jorge Miguel Brusca | ||
Relatos (IntraMed) ..YO HABIA NACIDO EN UN BOSQUE.
La chicharra del reloj-despertador digitalizado de última generación sonó sin piedad y se encendieron simultáneamente la luz dicroica del velador y el televisor sintonizado en el noticiero de la mañana. Diana dio un respingo en la cama con mecanismos eléctricos para cambiar de posición y trató de sacarse el antifaz que usaba para dormir sin luz, a pesar de que su arquitecto le había prometido "un dormitorio sin ruidos ni luces, como volver a la naturaleza". Trató de encontrar la cajita con la pastilla "para la mañana", que le recomendó su amiga para "tener un día relajado , de forma natural". Le dolía la cabeza y recordó que la noche anterior había estado hasta tarde en una disco. Le había parecido que la música estaba demasiado fuerte, o que el disc-jockey estaba descontrolado, pero sus amigos riendo le dijeron que era normal así y no estaban simulando un bombardeo. Para acomodarse mejor a la situación le habían ofrecido unos tragos largos con alcohol y diversas marcas de cigarrillos, porque "ellos eran ecologistas y no se drogaban". UN CUENTO ANTI-STRESS El ingeniero Miguel Losada entró en su oficina en el piso 24 frente al río. Sobre el escritorio la pantalla de cuarzo líquido de 23" de su computadora, le indicaba el programa de actividades del día. 8.30 Desayuno con los gerentes de planta. 15.30 Su nieta Paulita estará en la calesita de Pueyrredón y Melo hasta las 17. 18.00 Puede fumar otro cigarrillo. El chofer lo llevó por Libertador, sin hablar, hasta Puerto Madero y lo dejó frente a la puerta del ascensor del garaje, en el subsuelo de sus oficinas. La mañana transcurrió con las reuniones previstas, discusiones acaloradas, valores del control de presión altos (17-14), el cigarrillo aplastado por la mitad. El llamado a la esposa, el almuerzo con el ministro...... Pero luego, mientras tomaba café en su oficina, algo le hizo mirar la pantalla de las actividades y se detuvo en ...."Paulita estará en la calesita"... Muchas veces su nuera psicóloga le había pedido a Cristina, su secretaria, que le agendara este dato. Pero hoy le pasaba algo distinto....quizás las discusiones, los pronósticos del ministro, la sonrisa dulce de su secretaria, cierto dolor en el pecho..... -Cristina, pídame el auto para las tres en el garaje.- No recordaba haber estado nunca en una calesita. El chofer lo dejó sobre la avenida Pueyrredón y caminó lentamente hacia el ángulo de la plaza donde estaba ubicada. Desde afuera del cerco pudo ver a su nieta Paulita sentada en un banco con la niñera, esperando que la calesita terminara su ronda. Paulita lo descubrió y fue corriendo hacia él gritando: -¡¡¡ Abu......Mirá Martita, vino Abu!!!.- El Ing. Losada se agachó y atrapó a su nietita en pleno salto hacia sus brazos. Se besaron muchas veces mientras Losada daba vueltas en redondo. -Abu, subí conmigo, quiero ir al caballito blanco... Cuando la calesita empezó lentamente a girar, Losada se bajó, pero su nietita le gritó: -No, Abu, sentate aquí, al lado mío. Losada se sentó sobre el fuselaje del avioncito delante del caballo blanco donde estada su nieta y giró con ella, los caballitos que subían y bajaban, los aviones, los autitos y la música pegadiza. No había muchos chicos, pero todos querían atrapar la sortija que agitaba en una pera de madera el calesitero con cara de bueno. Losada sintió que se le despertaba el instinto competitivo y le empezó a dar instrucciones a Paulita para que lograra atrapar la sortija. En cada vuelta observaba como movía la mano el calesitero y hacía cálculos para indicarle a su nieta como ganar el premio. Pero otro chico sacó la sortija de la pera de madera antes de que Paulita pasara delante de ella. Miguel se aflojó la corbata de seda, se desabrochó el primer botón del cuello de la camisa, y cuando la calesita se detuvo le preguntó a la niñera como se hacía para seguir girando mas vueltas. Martita divertida le explicó que se compraban fichas en la casilla, que costaban 75 centavos y que el que sacaba la sortija tenía una vuelta gratis. Miguel se descubrió enardecido, podría comprar mil fichas, la calesita entera , llevarla a su casa. Su afán de empresario conquistador de mercados lo tentaba , pero la carita de Paulita lo volvió a esa otra realidad, donde su nieta estaba feliz con solo tenerlo a su lado. La calesita comenzó a girar nuevamente, con lentitud al principio, mientras el calesitero recogía las fichas de las manos de los niños. Miguel se sacó el saco azul, se lo dio a Martita y se subió a la calesita cuando pasó a su lado Paulita, subiendo y bajando en su caballito blanco. -Abu, pasame al autito...pero quedate al lado mío... En camisa, con la corbata floja, algo transpirado, se sentó al lado de Paulita y se acordó que de chico en el barrio de Pompeya, donde se crío con sus padres gallegos, a él lo llamaban Bocha. Le dio instrucciones a Paulita de cómo poner la mano para sacar la sortija. El calesitero divertido no se lo hacía fácil. Bocha se descubrió tan concentrado en su estrategia para lograr la sortija, como cuando esa mañana discutía la instalación de una nueva máquina en su empresa. Se rió fuerte con su nieta cuando ésta logró agarrar la sortija, y disfrutó con codicia haber ganado una vuelta gratis. Casi más que con los millones que había ganado esa mañana con el aumento del dólar. Bocha invitó a Paulita y a Martita con dos helados. -Pero por favor ingeniero, no le cuente a su nuera, por que no la deja tomar helados en la plaza. Bocha se río con ternura pensando en como lo retaría su nuera, que le constaba era muy buena madre. El chofer preocupado ya había dado varias vueltas a la plaza con el auto, pero no se animaba a interrumpir al ingeniero que parecía tan contento. No era el mismo que esa mañana viajaba en el asiento trasero del Audi 4, leyendo las finanzas y tomado ansiolíticos con el ceño fruncido y en silencio. -Abu, nos vamos...¿vas a venir otra vez? Quiero ganar otras sortijas..... El calesitero sonreía desde su casilla, Martita estaba feliz y Paulita en sus brazos, se iba quedando dormida y comenzaba a soñar con un rey bueno.... El chofer abría la puerta trasera del auto y era la primera vez que veía al Ingeniero Miguel Losada sin saco, con la corbata floja, transpirado y riéndose a las carcajadas. -Ingeniero, llamó su secretaria para recordarle de la reunión del comité de diseño. Bocha lo escuchó sonriente. - - S, vamos...¿pero sabe una cosa Ramón?...antes preferiría invitarlo a tomar una . En la reunión del comité de diseño, la secretaria tomaba notas, los arquitectos, ingenieros y técnicos desplegaban planos, pasaban diapositivas, mostraban prototipos y argumentaban con énfasis. A todos les extrañaba que el Ingeniero Losada, siempre tan polémico y confrontador en esas reuniones, estaba amable, escuchaba con atención, preguntaba y disentía sin descalificar a nadie. No sabían que esa tarde, en una calesita, el Ingeniero Miguel Losada se había reconciliado con Bocha, el galleguito del barrio de Pompeya. Cristina, desde ese día marcó especialmente en la agenda de su jefe las horas en que Paulita iba a la calesita. La nuera psicóloga del Ingeniero le empezó a pasar a Cristina horarios de fiestitas del jardín de Paulita, de cumpleaños y actos escolares. Por expresa orden del Ingeniero Miguel Losada, Ramón siempre estaba con el auto preparado para salir a cada encuentro con Paulita. Para su sorpresa algunas veces, antes de volver a la oficina, Bocha lo invitaba a tomar una cervecita helada en la vereda de algún bar que quedaba de camino. El cardiólogo del Ingeniero Losada se sorprendió al comprobar que en los meses siguientes la presión arterial de su paciente se mantenía casi invariable en 12-8. Paulita, dormía bien, comía sin problemas, estaba tranquila y cariñosa y no se perdía nunca una ida a la calesita. Un lunes poco tiempo después, el Ingeniero Losada llegó al piso 24 de su oficina frente al río. Se acercó a la pantalla de cuarzo líquido de su computadora y puso en su agenda del día, sonriendo con picardía: 8.30 SER FELIZ Al lado de la pantalla de cuarzo líquido de 23 pulgadas en un portarretratos de madera rústica que compró Cristina, Paulita sonriente, le tiraba un beso. "DALE ALEGRIA A MI CORAZÓN" ¿Nunca les pasó de repente tener la sensación de un cambio repentino en el estado de ánimo? Cómo si todo tomara otro color, como si saliera el sol después de un chaparrón, Todo esto contrastando con otro estado anterior, donde el despertarse es una desgracia, como si tuviéramos que ir a la guerra, donde el café sabe mal, las tostadas tienen olor a quemado, el locutor de la radio es un pesado, el plan del día una tortura...como si estuviera nublado, lluvioso y frío. Muchas personas me contaron experiencias similares. Sin saber porqué, tienen un pasaje de la alegría a la tristeza o viceversa, notorio repentino y sorprendente. Y con consecuencias importantes. De acuerdo al "color que perciben la vida", trabajan distinto, se relacionan distinto, leen el diario de otra manera, saludan con otra cara y hasta el cuerpo lo sienten distinto. La psiquiatría clásica maneja un diagnóstico llamado bipolar para los pacientes que pasan exageradamente de un estado depresivo a uno maníaco y sugieren un abordaje con medicamentos para corregirlo, generalmente el Litio. Todas las escuelas psicológicas reconocen que nuestro aparato psíquico tiene una historia dónde ha quedado grabado todo lo vivido, lo recordemos o no. Tenemos el archivo mas completo que se pueda concebir, dónde una "filmadora eficientísima" ha registrado todo y lo ha guardado en distintas carpetas, con distintas posibilidades de acceso y "códigos de seguridad". Usaré una metáfora musical. Si todas nuestras vivencias quedaran guardadas en un bandoneón, ese instrumento que tiene una botonera a la izquierda y otra a la derecha, podríamos imaginarnos que la presión sobre los botones de cada lado , podrían evocarnos Así, un sueño grato, en el que nos sentimos felices, reconocidos, valiosos puede hacernos despertar con el botón de las buenas vivencias activado, y comenzar el día con alegría, energía, buen humor, tolerancia, sensibilidad para disfrutar de cada circunstancia etc. No creo necesario ejemplificar demasiado lo que nos ocurre cuando por los mismos caminos , se nos activan los botones del otro lado. Una mala noche, un llamado criticándonos, una cara de reproche, un taxista que nos maltrata, un cambio meteorológico no deseado. Nuestra ubicación en el mundo con esta botonera apretada, nos hará leer la realidad de otra manera, nuestra reacciones serán distintas y nuestro cuerpo responderá de forma diferente. La digestión, la respiración, la presión arterial, los movimientos, estarán influenciados por "el color de la existencia" que activaron los botones. La complejidad de nuestra psique rebasa enormemente la metáfora del bandoneón, pues nuestras vivencias son infinitas, se han archivado con códigos absolutamente personales y por lo tanto las activaciones de recuerdos se realizan también de acuerdo a una codificación que es exclusiva para cada uno. Para muchas personas estos mecanismos son desconocidos, así como los códigos de activación de sus estados de ánimo. El Dr. Vittorio Guidano, psicólogo italiano de la escuela cognitiva-posracionalista, relató en una conferencia en Buenos Aires, que un paciente le contaba que una mañana que se había despertado de mal humor, triste y enojado, al salir a la calle se encontró con un conocido que lo saludó amablemente y le alabó la corbata. En ese momento el paciente registró un repentino cambio reconociéndose alegre, optimista, hasta que de repente su interlocutor desvió la mirada para saludar a otra persona. Rápidamente, su ánimo volvió a caer en el enojo y la tristeza. Trabajando en la sesión de psicoterapia pudieron descubrir los botones que le habían determinado los cambio de humor, de acuerdo a los códigos con que el paciente tenía archivado sus recuerdos. Todos tenemos riquísimos archivos, con códigos y recuerdos guardados en niveles con distintas posibilidades de acceso. Muchas veces un mal recuerdo reconocido puede desactivarse con otro bueno, que no ha sido tenido en cuenta. La botonera de los buenos recuerdos y posibilidades actuales es un recurso de gran valor para salir de la trampa del resentimiento, la desvalorización y la desesperanza. Sugiero recurrir conscientemente a ellos, no dejando pasar las múltiples posibilidades que tenemos todos de disfrutar de la vida, sin excusarnos. No perderse amaneceres, mirar a los ojos a los otros, besarnos conscientes de lo que hacemos, lo mismo al estrecharnos las manos en un saludo, al morder una manzana, al sentir el agua de la ducha sobre nuestro cuerpo, al morder un pan, al aplaudir y aplaudirnos cuando somos coherentes con lo que pensamos y hacemos. Quizás así podamos usar bien el bandoneón de nuestra vida y lograr una melodía que como canta Fito Paez nos ayude a lograr el "Dale alegría a mi corazón". ¿ DÓNDE ESCONDO LA TERNURA? Es muy frecuente en nuestra cultura que se eduque a los hijos varones enseñándoles que no es bueno mostrar sus sentimientos, especialmente la ternura. Lic. Jorge Miguel Brusca |
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lunes, 8 de octubre de 2007
¿Por qué hacemos lo que hacemos?
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