¿Clave para superarnos?
Salvo casos patológicos, nadie duda de que hombres y mujeres somos diferentes, y nuestro cerebro también. Ahora lo que se investiga es si se deben aprovechar las diferencias para superarnos (todos)
04.11.07 -
Recreación virtual del funcionamiento de las neuronas.
Somos el resultado de nuestra química. O dicho de otro modo: las hormonas mandan. Después de que James Watson -Nobel de Medicina por sus descubrimientos del ADN y prueba viviente de que se puede ser muy inteligente y aun así un perfecto necio-, abriera hace unos días la espita de la guerra cerebral diciendo que los negros son más tontos, un grupo de científicos españoles tratarán la semana que viene de sacarle sustancia a nuestra sexualmente diferenciada materia gris. María Gudín, especialista en Neurología y autora del libro Cerebro y afectividad (Eunsa), lo explica así: «No tenemos un cerebro unisex, sino que es masculino o femenino desde el desarrollo embrionario. La diferenciación sexual entre hombre y mujer se produce a nivel genético desde el momento del desarrollo embrionario. Son los genes, XX para la mujer y XY para el hombre, los que van a iniciar la diferenciación sexual. Existe una parte del cromosoma Y, el FDT (Factor de Diferenciación Testicular), que es el responsable de la diferenciación de una gónada embrionaria neutra (ni masculina ni femenina) en testículos. La exposición a hormonas testiculares durante el desarrollo embrionario produce diferencias sexuales en el sistema nervioso central. Así, tras la exposición a hormonas sexuales, ciertas zonas del cerebro se desarrollarán más en un hemisferio u otro, según se trate de un macho o una hembra, y desde ese momento se marcan las diferencias entre el cerebro masculino y el femenino. Eso condiciona al individuo para siempre: el sexo no es una opción, se nace hombre o mujer; otra cosa son las conductas sexuales que luego desarrolle el individuo. Hombres y mujeres son iguales pero diferentes. Hombres y mujeres llegan a los mismos fines de modos distintos. Sin perder de vista de que hablamos de estadísticas globales porque luego cada individuo tiene sus peculiaridades. Pero las diferencias propias de cada sexo, que constituyen un hecho incontestable, hay que saber aprovecharlas para desarrollar al máximo todas las capacidades de cada ser humano». Y en eso están.
María Calvo, presidenta en España de la Asociación Europea de Centros de Educación Diferenciada, y autora de Diferentes pero iguales (Edit. Almuzara), pretende con la organización de un encuentro científico sobre «Diferencias sexuales y aprendizaje», que tendrá lugar el próximo día 8 en la Fundación Garrigues, «acercarnos a una verdad avalada por la ciencia y para todos, que reconduzca la educación, cuando además el fracaso escolar es tan alto. Hemos reunido a científicos de toda tendencia política y religiosa para que analicen la influencia de las hormonas que hacen que tengamos distintas habilidades y diferentes ritmos cognitivos e incidir en cómo sacarle provecho. Hay grandes diferencias entre personas del mismo sexo, sí, pero cuando además metes la variable hormonal esas distinciones se complican y apuntan a que entre los 6 y los 17 años los ritmos de niños y niñas para adquirir conocimientos están desacompasados. Al final llegan a lo mismo, maduran igual, pero las niñas tienen más habilidades verbales en primaria y los niños después más capacidad visual-espacial. No aprovechar esos ínterin supone perder una oportunidad enorme para optimizar capacidades. Por qué vamos a quedarnos en la mediocridad si podemos superarnos con el punto de mira puesto en la igualdad de oportunidades». Para esta profesora de Derecho Administrativo, que por sus tesis y defensa de la educación separada por sexos ha sido tachada de «fascista y retrógrada» entre los adalides de lo políticamente correcto, «el feminismo debería apoyar estas teorías porque con ello lo que se busca es sacar el mayor partido posible a las mujeres y que al final nos dejen ser lo que somos sin pretender ese igualitarismo radical que tantas pérdidas nos ha supuesto».
A la convocatoria de Calvo asistirá Ignacio Morgado, catedrático de Psicobiología y miembro del Instituto de Neurociencia de la UAB, para quien «no cabe la menor duda de que las diferencias entre individuos, sean del sexo que sean, son tan fuertes que tienden a encubrir las sexuales, de la misma manera que es absolutamente cierto y comprobado científicamente que el cerebro del hombre es diferente al de la mujer. Son diferencias anatómicas, morfológicas, del tamaño, el peso y también de las funciones. ¿Son tan importantes y condicionantes esas diferencias? Pues no son tan críticas. Por ejemplo, sabemos que la amígdala, una región del cerebro muy relacionada con las emociones, es diferente tanto anatómica como funcionalmente. La del hombre es más grande y se relaciona con el resto del cerebro de manera diferente a la de la mujer, en la que tiene más relevancia la amígdala del lado izquierdo. Eso coincide bastante bien en la diferencia de otras funciones como la lingüística o matemática y su relación con las diferencias de hemisferios izquierdo y derecho entre hombre y mujer. También vemos con las modernas neuroimágenes funcionales que el cerebro emocional de la mujer se activa de modo diferente y en partes distintas que el del hombre. Y es cierto que en el terreno emocional hay trabajos que demuestran que la mujer tiene más sensibilidad emotiva y una de las funciones de las emociones es grabar en nuestra memoria. También está demostrado que las mujeres son más sensibles a las emociones negativas sobre todo relacionadas con el miedo, la ansiedad y la angustia, que hacen que tiendan a experimentar más incremento de las memorias. Pero recuerde que las diferencias individuales pueden cambiar lo que le estoy diciendo, incluso con la edad: los individuos de más edad tienen más capacidad para superar las emociones negativas.
Las chicas, de notable
Tampoco tiene muy claros los beneficios de una educación separada por sexos Hugo Liaño, jefe de Neurología de la Clínica Puerta de Hierro de Madrid y profesor de la UAM, autor de Cerebro de hombre, cerebro de mujer y que ahora prepara otro libro sobre Conflicto de sexos. Tras analizar las conductas sexodiferenciadas, los sexodimorfismos o las sexodiferencias en función de las distintas capacidades cognoscitivas, afirma que «a esto no hay que sacarle más punta. Las diferencias en cuanto a la aptitud para adquirir conocimientos son tan pequeñas que la cultura las barre inmediatamente. Las diferencias morfológicas y funcionales y el hecho de que la mujer tenga un cuerpo calloso, que es el que une los dos hemisferios cerebrales, más ancho sólo nos lleva a decir que en un plano general el hombre saca sobresaliente en funciones espaciovisuales y aprobado justo en verbales (el hemisferio derecho del varón funciona con más rendimiento que el de la mujer, que potencia más el izquierdo), mientras que la mujer sacará notable en los dos. Esto no nos conduce más que a decir que el cerebro de los hombres está mejor preparado para unas cosas y el de la mujer para otras. Realmente no sé si sería mejor una educación separada por sexos porque los resultados de ahora no se pueden comparar con los de antes ya que las razones por las que se hacía esa separación eran muy diferentes.
Pérdida de oportunidades
Pero para Francisco José Rubia, catedrático de de Fisiología y director del Instituto Plurisdiciplinar, que acaba de publicar El sexo del cerebro (Temas de Hoy), sí tiene sentido un aprendizaje separado. «Las diferencias biológicas -explica- no tienen nada que ver con las capacidades intelectuales sino con la manera de trabajar. Las técnicas de imagen cerebral así lo demuestran: ante una misma tarea las regiones que se activan en el cerebro son distintas según se trate de un hombre o una mujer. Por eso en sociedades muy avanzadas se están separando a niños y niñas en las aulas, donde se tiene en cuenta esa diferenciación cerebral con temas y contenidos acordes. Tratar a hombres y mujeres por igual en el aprendizaje conlleva una pérdida de oportunidades».
Y más allá de la didáctica, Serafín Lemos, catedrático de Psicología de la Universidad de Oviedo se fija en cómo hombres y mujeres construyen el mundo y cómo eso se traduce en comportamientos. «Los trastornos del aprendizaje tienen más incidencia en los varones mientras que la ansiedad y la depresión son más frecuentes en las mujeres». A lo que hay que sumar la dramatización social que ha llevado a convertir en enfermedades ciertos comportamientos. Porque «el niño trasto que hoy se medica alegando hiperactividad y falta de atención ha existido siempre. Pero se descubrió un fármaco, el Ritalín, se produjo un gran interés comercial, y se instauró en la sociedad una nueva patología». Y en nombre del aprendizaje hay chicos que llegan a las aulas drogados. Pero esa es otra historia.
María Calvo, presidenta en España de la Asociación Europea de Centros de Educación Diferenciada, y autora de Diferentes pero iguales (Edit. Almuzara), pretende con la organización de un encuentro científico sobre «Diferencias sexuales y aprendizaje», que tendrá lugar el próximo día 8 en la Fundación Garrigues, «acercarnos a una verdad avalada por la ciencia y para todos, que reconduzca la educación, cuando además el fracaso escolar es tan alto. Hemos reunido a científicos de toda tendencia política y religiosa para que analicen la influencia de las hormonas que hacen que tengamos distintas habilidades y diferentes ritmos cognitivos e incidir en cómo sacarle provecho. Hay grandes diferencias entre personas del mismo sexo, sí, pero cuando además metes la variable hormonal esas distinciones se complican y apuntan a que entre los 6 y los 17 años los ritmos de niños y niñas para adquirir conocimientos están desacompasados. Al final llegan a lo mismo, maduran igual, pero las niñas tienen más habilidades verbales en primaria y los niños después más capacidad visual-espacial. No aprovechar esos ínterin supone perder una oportunidad enorme para optimizar capacidades. Por qué vamos a quedarnos en la mediocridad si podemos superarnos con el punto de mira puesto en la igualdad de oportunidades». Para esta profesora de Derecho Administrativo, que por sus tesis y defensa de la educación separada por sexos ha sido tachada de «fascista y retrógrada» entre los adalides de lo políticamente correcto, «el feminismo debería apoyar estas teorías porque con ello lo que se busca es sacar el mayor partido posible a las mujeres y que al final nos dejen ser lo que somos sin pretender ese igualitarismo radical que tantas pérdidas nos ha supuesto».
A la convocatoria de Calvo asistirá Ignacio Morgado, catedrático de Psicobiología y miembro del Instituto de Neurociencia de la UAB, para quien «no cabe la menor duda de que las diferencias entre individuos, sean del sexo que sean, son tan fuertes que tienden a encubrir las sexuales, de la misma manera que es absolutamente cierto y comprobado científicamente que el cerebro del hombre es diferente al de la mujer. Son diferencias anatómicas, morfológicas, del tamaño, el peso y también de las funciones. ¿Son tan importantes y condicionantes esas diferencias? Pues no son tan críticas. Por ejemplo, sabemos que la amígdala, una región del cerebro muy relacionada con las emociones, es diferente tanto anatómica como funcionalmente. La del hombre es más grande y se relaciona con el resto del cerebro de manera diferente a la de la mujer, en la que tiene más relevancia la amígdala del lado izquierdo. Eso coincide bastante bien en la diferencia de otras funciones como la lingüística o matemática y su relación con las diferencias de hemisferios izquierdo y derecho entre hombre y mujer. También vemos con las modernas neuroimágenes funcionales que el cerebro emocional de la mujer se activa de modo diferente y en partes distintas que el del hombre. Y es cierto que en el terreno emocional hay trabajos que demuestran que la mujer tiene más sensibilidad emotiva y una de las funciones de las emociones es grabar en nuestra memoria. También está demostrado que las mujeres son más sensibles a las emociones negativas sobre todo relacionadas con el miedo, la ansiedad y la angustia, que hacen que tiendan a experimentar más incremento de las memorias. Pero recuerde que las diferencias individuales pueden cambiar lo que le estoy diciendo, incluso con la edad: los individuos de más edad tienen más capacidad para superar las emociones negativas.
Las chicas, de notable
Tampoco tiene muy claros los beneficios de una educación separada por sexos Hugo Liaño, jefe de Neurología de la Clínica Puerta de Hierro de Madrid y profesor de la UAM, autor de Cerebro de hombre, cerebro de mujer y que ahora prepara otro libro sobre Conflicto de sexos. Tras analizar las conductas sexodiferenciadas, los sexodimorfismos o las sexodiferencias en función de las distintas capacidades cognoscitivas, afirma que «a esto no hay que sacarle más punta. Las diferencias en cuanto a la aptitud para adquirir conocimientos son tan pequeñas que la cultura las barre inmediatamente. Las diferencias morfológicas y funcionales y el hecho de que la mujer tenga un cuerpo calloso, que es el que une los dos hemisferios cerebrales, más ancho sólo nos lleva a decir que en un plano general el hombre saca sobresaliente en funciones espaciovisuales y aprobado justo en verbales (el hemisferio derecho del varón funciona con más rendimiento que el de la mujer, que potencia más el izquierdo), mientras que la mujer sacará notable en los dos. Esto no nos conduce más que a decir que el cerebro de los hombres está mejor preparado para unas cosas y el de la mujer para otras. Realmente no sé si sería mejor una educación separada por sexos porque los resultados de ahora no se pueden comparar con los de antes ya que las razones por las que se hacía esa separación eran muy diferentes.
Pérdida de oportunidades
Pero para Francisco José Rubia, catedrático de de Fisiología y director del Instituto Plurisdiciplinar, que acaba de publicar El sexo del cerebro (Temas de Hoy), sí tiene sentido un aprendizaje separado. «Las diferencias biológicas -explica- no tienen nada que ver con las capacidades intelectuales sino con la manera de trabajar. Las técnicas de imagen cerebral así lo demuestran: ante una misma tarea las regiones que se activan en el cerebro son distintas según se trate de un hombre o una mujer. Por eso en sociedades muy avanzadas se están separando a niños y niñas en las aulas, donde se tiene en cuenta esa diferenciación cerebral con temas y contenidos acordes. Tratar a hombres y mujeres por igual en el aprendizaje conlleva una pérdida de oportunidades».
Y más allá de la didáctica, Serafín Lemos, catedrático de Psicología de la Universidad de Oviedo se fija en cómo hombres y mujeres construyen el mundo y cómo eso se traduce en comportamientos. «Los trastornos del aprendizaje tienen más incidencia en los varones mientras que la ansiedad y la depresión son más frecuentes en las mujeres». A lo que hay que sumar la dramatización social que ha llevado a convertir en enfermedades ciertos comportamientos. Porque «el niño trasto que hoy se medica alegando hiperactividad y falta de atención ha existido siempre. Pero se descubrió un fármaco, el Ritalín, se produjo un gran interés comercial, y se instauró en la sociedad una nueva patología». Y en nombre del aprendizaje hay chicos que llegan a las aulas drogados. Pero esa es otra historia.
Tomado de www.eldiariomontanes.es
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