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miércoles, 13 de febrero de 2008

La explicación del dolor genital

 
 
 

 

 
Por: Jane E. Brody
 
 
 
Cuando una mujer se queja de dolor genital tan severo que vuelve las relaciones sexuales prácticamente imposibles, su pareja pudiera apresurarse a concluir que ella le tiene fobia al sexo. Pero, ¿qué pasa si esa misma mujer también experimenta un insoportable dolor cuando intenta ponerse un tampón, someterse a un examen pélvico, vestir unos pantalones vaqueros, andar en bicicleta o salir a correr? ¿Puede una fobia explicar todos esos problemas?

No es muy probable. De hecho, hay estudios que han demostrado que las fobias sexuales muy rara vez constituyen la explicación de una condición conocida como vulvodinia: incomodidad crónica de la vulva que puede resultar en ardor o dolor agudo cuando se ejerce presión en cualquier intensidad sobre los tejidos sensibilizados. Algunas mujeres comparan la sensación con echarle ácido a una herida abierta.

El problema puede prolongarse por meses, años o toda una vida. Peor aún, los médicos a menudo la diagnostican erróneamente o aplican un tratamiento inapropiado, si es que, para empezar, lo aplican.

Desde hace varias décadas ya, a las mujeres que padecen vulvodinia les han dicho que al parecer no hay nada mal con ellas - nada, esto es, que pueda discernir el facultativo que las examina- o que la condición pudiera ser real pero no hay nada que se pueda hacer.

Christin Veasley de Providence, en Rhode Island, dijo que la vulvodinia, que le diagnosticaron a la edad de 18 años durante su primer año en la universidad, ocasionaba que a ella le fuera imposible permanecer sentada durante el tiempo suficiente para terminar su examen semestral. Su médico le dijo que no existía alivio para su condición.

La paciente típica ve casi media docena de médicos antes de encontrar uno que reconozca que ella tiene un verdadero problema médico, incluso al tiempo que esta condición está cediendo cada vez más a una comprensión de sus causas y el desarrollo de tratamientos más efectivos.

A fin de contrarrestar el nihilismo que prevalece en el campo terapéutico, el Colegio Estadounidense de Obstetricia y Ginecología de Estados Unidos y la Academia Estadounidense de Médicos Familiares enviaron información a 150 mil de sus integrantes en 2006, alertándolos con respecto al diagnóstico indicado de la vulvodinia y las mejores formas de tratarla.

Un estudio reciente, financiado por los Institutos Nacionales de Salud y conducido por Bernard Harlow en la Universidad de Harvard, indicó que casi una de cada seis mujeres, esto es, 13 millones de mujeres estadounidenses, pudieran terminar padeciendo a causa de la vulvodinia durante su vida. Al igual que con Veasley, para 6% de las mujeres, los síntomas empiezan antes de los 25 años de edad y suelen confinarse a un dolor punzante en respuesta al contacto o presión en la abertura de la vagina.

Existe también un tipo de vulvodinia que es más generalizado. Phyllis Mate de Potomac, Maryland, la directora ejecutiva de la Asociación Nacional de Vulvodinia (www.nva.org.), dijo en una entrevista que sus propios síntomas, los cuales habían sido tenues a lo largo de 15 años, "se dispararon" a los 40 años de edad.

"Quedé incapacitada, temerosa de caminar y confinada a una cama, tomando analgésicos", relató Mate. Nada más funcionaba para ella, ni antidepresivos ni anestésicos tópicos; una biopsia -lo cual ya no se hace para esta condición médica- reveló una infección que no era tratable, solamente inflamación indeterminada.

Nuevos hallazgos

El doctor William Ledger, catedrático emérito de gineco-obstetricia por la Facultad de Medicina Weill en la Universidad de Cornell y experto en vulvodinia, dijo: "Es claro que existen subdivisiones de esta condición; no hay un solo diagnóstico que se aplique a todas".

Luego de trabajar con Steven S. Witkin, Ledger ha encontrado dos factores de predisposición genética. En uno de ellos, las mujeres producen cantidades insuficientes de una sustancia que bloquea una respuesta inflamatoria. "Reciben una respuesta inflamatoria a una infección", explicó Ledger, "pero no desaparece".

Otra aberración genética da como resultado una producción inestable de una sustancia que suele responder a una invasión de candidiasis (o cándida vulvovaginitis) o bacterias, lo cual las pone en mayor riesgo de infecciones crónicas.

Usando un instrumento dermatológico que revela dos capas de células debajo de la piel, dijo Ledger, "estamos viendo inflamación mucho más generalizada en estas pacientes de lo que percibe el ojo". Agregó que él había atendido con estrógeno o esteroides aplicados localmente a pacientes que presentaban inflamación vulvar; si bien se veían 80% mejor en la superficie, sus síntomas eran tan sólo 20% mejores, debido a que la inflamación permanecía debajo de la superficie.

Además de lo anterior, prosiguió Ledger, "existen profusa evidencia de que con la vulvodinia en general, las mujeres tienen más fibras nerviosas en la vulva y estén disparando más señales de dolor al cerebro". "Es algo similar a una fibromialgia vulvar. La mayoría de las pacientes con vulvodinia tiene glándulas muy suaves a la entrada de la vagina".

De hecho, varios estudios recientes han demostrado un aumento de diez veces en la densidad de terminaciones nerviosas en el área conocida como el vestíbulo vulvar. En algunos casos, al parecer las mujeres nacieron con una verdadera abundancia de terminaciones nerviosas. Pero, como informaron el doctor. Andrew T. Goldstein, ginecólogo de la Facultad de Medicina en la Universidad Johns Hopkins, y otros colegas en la Revista de Medicina Reproductiva, en 2006, el exceso de terminaciones nerviosas también pudiera ser causado debido a factores de crecimiento en los nervios tras una respuesta inflamatoria; o a raíz de cambios hormonales como los que son inducidos por anticonceptivos orales.

Tratamientos útiles

Veasley, actualmente esposa de 32 años de edad y es madre de dos pequeños, pasó siete años probando "una lista de tratamientos", que, destacó, "suministraron apenas alivio mínimo" a su padecimiento, conocido como vestibulitis vulvar. Poco después de haber contraído matrimonio, ella decidió intentar con una cirugía para remover la capa de tejido que contenía una abundancia excesiva de terminaciones nerviosas. Ella y su marido finalmente fueron capaces de tener relaciones sexuales, y su hija nació un año más tarde. Veasley destacó que, desde entonces, "prácticamente no he sentido dolor".

Pero con lo exitoso que fue su tratamiento, Veasley, quien trabaja como directora ejecutiva adjunta de la asociación de vulvodinia, también sabe que la cirugía no es una opción para todas las mujeres. Con base en el informe de Goldstein, tiene mayor éxito en mujeres cuyo dolor se limita al vestíbulo vulvar y en quienes no padecen de disfunción muscular extrema de la baja pelvis. Asimismo, la cirugía es más efectiva mientras más pronto se lleve a cabo, en vez de dejarlo para después, una vez que ya aparecieron síntomas que inhiben el desarrollo de la vida.

Los síntomas de Mate respondieron a otro enfoque: dos tratamientos dirigidos a inhibir la activación del nervio pudendal, mismo que enerva a los músculos más bajos de la pelvis, aunado al uso regular de un fármaco anticonvulsivo. Dicha combinación, dijo, "me permite llevar una vida razonablemente normal", aunque tanto la presión como el calor, como ocurre cuando está sentada por largo tiempo o viste pantalones entallados, ocasionan que sus síntomas empeoren.

Por su parte, Ledger destacó que las pacientes con baja producción de bloqueadores inflamatorios a menudo reciben ayuda con fármacos inhibidores Cox-2, como Celebrex (aunque Vioxx, que ya no se comercializa, tenía mejor efecto).

Otras encuentran alivio con medicamentos usados para efectos distintos a los especificados en sus etiquetas, como bajas dosis de hidroxizona o gabapentin para reducir los impulsos nerviosos de la vulva al cerebro, elevadores del estado de ánimo en bajas dosis y el relajante muscular Flexoril.

Aunado a lo anterior, los Institutos Nacionales de Salud en Estados Unidos lanzaron en fecha reciente una campaña enfocada a crear conciencia sobre la vulvodinia, en orwh.od.nih.gov/health/vulvodynia.html, la cual ofrece recursos e información. Asimismo, existe un documento profesional que es gratuito: "La Guía de la Vulvodinia", escrito por el Dra.. Hope K. Haefner, de la Universidad de Michigan, y otros 13 expertos. Está disponible en la revista de Enfermedades del Tracto Genital Inferior en Internet: www.jlgtd.com, bajo la etiqueta de archivos, en la página 40 del ejemplar de enero de 2005

 
Tomado de www.prensa.com

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