Todo el mundo quisiera resolver sus problemas con una varita mágica, olvidando que la solución muchas veces se encuentra en nosotros mismos. Un psicoterapeuta puede ayudarnos a ver lo que está oculto por telerañas de miedo que construimos desde nuestra niñez.
El camino de la psicoterapia, también conocida como terapia emocional, pretende desbloquear aquellas experiencias ocultas en el inconsciente que generalmente afectan a un individuo desde la niñez.
Algunos acontecimientos provocan que un niño (generalmente el más sensible o inteligente de una familia) se proteja con una especie de caparazón para no ver o registrar algo que le afecta directamente, como las peleas entre sus padres, la tristeza de sus abuelos o el resentimiento por pensar que quieren más a alguno de sus hermanos.
Claro está que sería todo mucho más fácil si supiéramos de antemano qué ocasionó nuestra tristeza o apatía, por qué somos demasiado groseros con mamá o la razón por la que retamos a nuestros padres o maestros.
Pero la terapia no se ocupa del "por qué" sino del "para qué", lo que se ejemplifica claramente cuando vemos que un niño hace berrinches para obtener la atención de mamá.
Si lo consigue una vez lo hará con mayor frecuencia. Todo esto, por supuesto, es a nivel inconsciente.
Todas las corrientes terapéuticas coinciden en señalar que la base para que una persona supere sus problemas se encuentra en el vínculo que se forma entre terapeuta y afectado, es decir, la relación significativa.
Así, el paciente depositará en el profesional sus frustraciones, miedos, enojos y alegrías en la medida que se establezca una confianza profunda y duradera.
De esta manera se genera un compromiso, un pacto entre ambos, donde el terapeuta, quien también ha sido paciente, confiará cien por ciento en el aquejado, lo aceptará tal y como es, y lo confrontará con sus experiencias para que vea lo que le cuesta trabajo descubrir por sí mismo.
Ese es el principio del cambio.
Sin embargo, la gente que requiere terapia deberá romper con los prejuicios que todavía existen, los cuales señalan a este método como propio de locos.
Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, llama a esta postura "resistencia", es decir, la parte de una persona que está conforme con lo conocido y no quiere cambiar, lo que se complementa con la llamada "transferencia negativa", actitud que hace que el paciente vea en el terapeuta todo aquello que odia o no acepta de sus figuras materna y paterna.
Como puede usted observar, la solución a muchos de nuestros problemas está a la vuelta de la esquina, pero requiere que seamos capaces de entender que el primer paso corre por nuestra cuenta.
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