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lunes, 23 de junio de 2008

Ligar en la oficina

 

 

Manuel del Pozo

"¿Tomamos una caña al salir de la oficina?". Ésa es la hora de la verdad. Hasta ese momento, todo han sido miradas de complicidad, sonrisas sugerentes, gestos insinuantes, cruces por los pasillos, encuentros fortuitos en la máquina del café, e incluso cosas más prosaicas como: "preciosa, ¿me das un Post it?" o "guapo, toma mi Tippex".

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España es, junto a Grecia y Holanda, el paraíso para enamorarse en el trabajo, según un reciente estudio de la consultora americana CareerBuilder. Ingleses y alemanes, por contra, son los menos propensos a este tipo de citas. Los españoles aspiramos, además, a lo más alto, porque solemos tener más encuentros con las mujeres y hombres que ostentan altos cargos en la empresa.

Parecemos muy osados, pero también algo vergonzosos, porque un 77% de los españoles opta por mantener la relación en secreto. Y nos da vértigo el altar, ya que apenas un 17% estaría dispuesto a pasar por la vicaría. El flirteo empieza en la oficina, pero la seducción suele producirse fuera del trabajo –con la socorrida caña de cerveza en la mano–, durante la comida, y en convenciones y viajes de trabajo. Sin olvidar la cena de Navidad, que empieza con los chistes sobre el jefe y termina en un coche con los cristales empañados.

Las larguísimas jornadas laborales, las interminables reuniones, las comidas de trabajo o los viajes de negocios propician que los que en un principio son únicamente simples compañeros puedan convertirse en algo más. Si el cuarto de las fotocopias o las máquinas de café pudieran hablar...

Aunque la escritora Shere Hite, en su libro Sexo y Negocios, defiende que las relaciones de pareja en el trabajo son sanísimas y tienen una tasa de éxito superior a las mantenidas entre no colegas, a los empresarios no les hace mucha gracia los flechazos en la oficina. Y eso que a veces son muy rentables para la empresa, porque con tal de estar con su amada, hay personas que no les importa quedarse horas y horas en la oficina. Por no hablar de cuando llega una chica nueva. Los compañeros se vuelven de repente tremendamente solícitos y trabajadores para ganarse su simpatía.

Esto del enamoramiento ha provocado más de un escándalo empresarial. Ahí tenemos al ex presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz, que triplicó el sueldo a su secretaria, con la que formaba pareja, y finalmente tuvo que presentar la dimisión. O el de Harry Stonecipher, ex consejero delegado de Boeing, al que pillaron intercambiando correos electrónicos de contenido sexual con una colega. Aunque lo que hizo sonar todas las alarmas fue el affaire entre el ex presidente Bill Clinton y la becaria Monica Lewinsky.

Cuando un hombre y una mujer pasan juntos en el trabajo más horas que con sus respectivas familias es lógico que surjan amoríos. El 51% de los hombres y el 46% de las mujeres afirman haber tenido una relación sentimental con alguien de la oficina en alguna ocasión, e incluso el 13% de los españoles ha conocido a su pareja en el trabajo, según el CIS.

¿Y qué pasa cuando desaparece el amor? Las chispas saltan por toda la oficina. La ruptura sentimental entre empleados puede ser muy peligrosa para la organización, no sólo por posibles conflictos de interés, las suspicacias o el deterioro del ambiente laboral, sino por el menor rendimiento de los implicados.

El problema de regular este tipo de relaciones es que supone una intromisión de la empresa en la vida personal. Hay compañías, como General Electric, que buscan trabajo dentro de la propia empresa a los maridos de sus empleados, mientras otras, como McKinsey, prohíben las relaciones entre compañeros de distinta categoría profesional evitando así que una socia evalúe a su marido.

La oficina se ha convertido en España en el equivalente del barrio, y, por tanto, el lugar ideal para encontrar el amor.
Voy a tomarme un café a ver si pillo a alguna parejita.

Tomado de www.expansion.com

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