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Elena y Javier fueron víctimas del 'mobbing' en sus puestos de trabajo: ella está de baja y él terminó por cambiarse de empresa Contra las cuerdas. Javier abandonó su empresa por el acoso psicológico al que fue sometido Elena y Javier saben muy bien lo que se esconde detrás del término 'mobbing', un fenómeno que afecta a doce millones de trabajadores en el mundo y que hoy y mañana reúne en el Palacio Euskalduna de Bilbao a numerosos expertos para analizar cómo combatirlo. Elena tiene 34 años, de los que 15 lleva trabajando en una empresa de plásticos como administrativa. Ahora está de baja por estrés, un término también de moda que sirvió para bautizar al estado de ansiedad e impotencia al que le abocaron los sistemáticos atropellos de su jefe. "Yo lo comparo con la tortura china de la gota que te cae sobre la cabeza. Poco a poco, pero incesante", lamenta. "Al principio, los enfrentamientos eran muy espaciados en el tiempo -recuerda-, pero luego se convirtieron en el pan de cada día". Elena enumera: "Si encendía la calefacción porque la encendía, si ponía la radio criticaba la emisora que elegía... Todo le servía para increparme. Llegué a medir todos mis movimientos por miedo a desatar su ira". En lo tocante al desarrollo de sus funciones era aún peor: "Todo lo hacía mal, pero paradójicamente cada vez me daba más trabajo, más responsabilidades. Llegó un momento en que me vi desbordada". A los enfrentamientos cara a cara se sumaban las críticas a sus espaldas: "Yo trabajaba sólo por la mañana. Por la tarde se dedicaba a ponerme verde ante mis compañeras, que como se llevaban bien conmigo me lo contaban a la mañana siguiente". Elena volvía todos los días a casa con el eco de la voz de su jefe: "'Pareces tonta', me decía a cada momento". Sus palabras comenzaron a hacer mella y el pasado mes de marzo comenzó a recibir tratamiento psicológico y a tomar antidepresivos y ansiolíticos. Cada enfrentamiento suponía una recaída. La gota que colmó el vaso llegó una fría mañana de mayo. "En la oficina hacía más frío que en la calle y yo me abrigaba todo lo que podía: pantalón de chándal, jerseys gordos... Se empezó a meter con mi manera de vestir y a decirme que menudas pintas llevaba. Yo le dije que me vestía así porque hacía frío y se puso como una fiera. Llegó a empujarme y pensé que me iba a pegar". Ese día Elena cogió la baja: "No podía más". Desde entonces no ha vuelto a saber nada de la empresa. Todavía no se ha recuperado: "Me da miedo salir sola de casa por si me lo encuentro, ya que vive muy cerca de mí". "¿Que por qué creo que la tomó conmigo? -Elena se encoge de hombros- no lo sé. Puede que me viese como una amenaza porque él mismo se daba cuenta de que el cargo de director administrativo le venía grande y que yo, como tenía mucha, experiencia trabajaba bien", explica. El caso de Javier en la cooperativa de ambulancias de la que era socio pasa por el mismo camino de frustración y desvelos. También tuvo que recibir tratamiento para combatir el insomnio que le provocaban las duras jornadas laborales teñidas del desprecio de sus compañeros, a los que el presidente de la cooperativa se encargó de poner en su contra: "Los cogía por banda uno a uno y les contaba perrerías de mí". En el caso de Javier la ojeriza del jefe tenía una explicación directa: "Yo y otros socios detectamos una irregularidad en un contrato de servicios que había firmado con una empresa y que iba en contra de nuestros intereses, y se lo dijimos. A partir de ahí se dedicó a hacernos la vida imposible". Monedas a la cara Javier recuerda una asamblea en la que se reunieron todos los socios como uno de los peores momentos de su vida: "El presidente nos amenazó con que nos iba a echar y el resto de socios nos tiraba monedas a la cara diciéndonos 'coger esto y largaros'". Al final, él, su hermano y otros tres compañeros de los ocho que habían plantado cara al presidente optaron por aceptar un despido improcedente y marcharse. Javier buscó apoyo en la Asociación Vasca contra el acoso laboral porque "ayuda mucho conocer a personas en tu misma situación". Ahora trabaja en otra empresa de ambulancias y no se arrepiente de lo que hizo. "Si volviese a detectar otra irregularidad, lo diría. No puedes ser sumiso por que sí. Al final eso conlleva hacer mal tu trabajo".
Fuente: EL CORREO DIGITAL.- Vizcaya. |
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