Que no respondan a su nombre podría ser un elemento que diagnostique un trastorno autista más precozmente que otro tipo de pruebas.
Eso señala un estudio de la Universidad de California Davis, publicado en la revista Archives of pediatrics and adolescent medicine.
Los investigadores evaluaron dos grupos de niños: uno de control sano y otro considerado de mayor riesgo por tener antecedentes familiares.
A los 12 meses, la totalidad del grupo de control (46) contestó al ser llamado por su primer o segundo nombre, mientras que el 86 por ciento de los 101 en riesgo pasó la prueba.
Los expertos siguieron estudiando a 46 niños de este último grupo y a 25 del de control.
Al cumplir 2 años vieron que tres cuartas partes de los que fallaron la primera vez fueron diagnosticados con problemas de desarrollo. Mientras que la mitad de los diagnosticados con autismo habían fallado la prueba del nombre el año anterior.
Si un menor reprueba el test no significa que tenga autismo, pero uno que falla repetidas veces tendría mayor posibilidad de presentar algún tipo de trastorno del desarrollo.
"Desde hace unos años se sabe que este puede ser un elemento útil para sospechar de un posible trastorno de la esfera autista. Pero ahora existe más evidencia y quizá debería incorporarse la prueba en la evaluación rutinaria del pediatra a los lactantes", dice el neurólogo infantil de la Clínica Alemana, Marcos Manríquez. Es necesario que al año de vida se sumen otros elementos, como no mirar a los ojos, no compartir un objeto de interés con los padres o no indicar con el dedo.
El especialista coincide con la publicación en cuanto al aumento de la tasa de autismo. Si antes se hablaba de 5 afectados por cada 10 mil niños, la cifra ha subido a entre 3,4 y 6,7 por cada mil. Para Manríquez, no está claro si hay una mayor incidencia o si existe un mejor diagnóstico.
Según un estudio californiano, que también publica la revista, la edad avanzada de los padres (sobre 35) podría tener alguna relación. Y la explicación sería de tipo biológico: después de la pubertad, los espermatozoides se dividen cada 16 días; a los 35 años se habrán producido unas 540 divisiones celulares. La probabilidad de mutaciones genéticas, entonces, aumenta en la medida que el varón tenga más años y se acumulan con la edad. Otros factores que están en estudio son la falta de inmunidad a ciertas infecciones durante el embarazo o la falta de oxígeno durante el parto.
Tomado de www.eltiempo.com
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