Por Alejandro Viedma | «Es posible que cada persona sea un individuo, pero la mayoría de los individuos funcionan como tales dentro de los confines de un grupo más extenso. En primer lugar están los estereotipos y luego están las embarazosas verdades». Matthew Rettenmund
Las ideas prejuiciosas en torno a los grupos LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y trans) parten de una base de "sistemas de creencias compartidos", donde culturalmente se los percibe como peligrosos, por ejemplo, cuando la Iglesia Católica insiste en proclamar que aquellos "atentan contra la preservación de la sociedad, ya que propician su extinción", al no haber, supuestamente, descendencia. Digo "supuestamente" en una doble vertiente: o bien la institución eclesiástica considera que todas las personas que integran las minorías sexuales son estériles, o está negando o no queriendo percatarse de todas las formaciones vinculares alternativas al matrimonio heterosexual, monogámico y con fin reproductivo, que se vienen produciendo, sobretodo, desde mediados del siglo XX.
En varios casos, los grupos LGBT están tan mal connotados que el rechazo hacia ellos es irracional y se busca apoyo cognitivo para las conductas que responden a ese sentimiento negativo, por ejemplo, cuando determinados/as padres/madres no envían a sus hijos a estudiar a establecimientos donde enseñan docentes gays, por considerarlos "pederastas", término este antecesor al de homosexual en pleno siglo decimonónico. Ello se ha arraigado en el pensamiento de algunas personas que siguen relacionando al sujeto gay con conductas sexuales que involucran a menores de edad.
Prejuicio significa "sin juicio previo", y de esta manera se evalúa, se hacen atribuciones y se orienta la conducta en base a premisas culturales. Se tiende a etiquetar a los gays de promiscuos, degenerados, superficiales, infelices y demás adjetivos gravitados por la agresión. Los prejuicios son actitudes, procesos cognitivos y afectivos, definiciones de la realidad que orientan la conducta .
Por otra parte, cuanto más grandes sean las diferencias entre lo corriente y lo "clandestino" (el plano de los prejuiciosos y el de quienes sufren los ataques), mayor será la actitud negativa hacia lo considerado extraño y distinto; por ejemplo, las travestis son "más diferentes" que el resto de los grupos sexuales minoritarios, por creer -los que las caratulan de ese modo- que se aferran a una particular modalidad de vida, a su sistema de valores y normas (que incluiría la prostitución y el provocar disturbios) que no serían los mismos del resto de la sociedad.
La legitimación de muchos de estos prejuicios forma parte de un sistema ideológico dentro del cual cobran coherencia. Forman parte de un sistema de representaciones de la realidad, "universos simbólicos" donde se legitima la discriminación . Esto explica el hacer atribuciones y actuar en consecuencia, ya que tales atribuciones mutan a estigmas del lado de los sujetos "mal" señalados y funcionan como profecía auto-cumplidora; por ejemplo, las travestis (u otro grupo discriminado) perciben el rechazo y se auto-segregan (formando un gueto) defendiéndose. Al sentirse expuestas al ataque, a veces agraden preventivamente. Así, ellas podrían comportarse de manera agresiva frente al detectar la no aceptación de su entorno y por el miedo a la agresión.
Otra modalidad de la actitud es el estereotipo, que tiene que ver con imágenes, atributos con características de fijeza, por los cuales se clasifica a los grupos; por ejemplo, se infieren categorías de personas según la vestimenta de pocas: "las lesbianas son camioneras" por considerar que "no visten a la moda ni femeninamente, sino de manera varonil y desprolija".
Aceptar o tolerar a las minorías sexuales no nace de un impulso natural; el rechazo o la discriminación compartidos (hacia estos grupos LGBT) no surgen de experiencias individuales, sino de procesos aprendidos. En este sentido, lo positivo es que pueden modificarse o re-aprenderse, ya que alguna vez se edificaron. Para ejemplificar una posible reconstrucción, un hombre en algún momento pudo aprender de su contexto social (que connotaba negativamente a los homosexuales) a rechazar a los gays, hasta que supo que su amigo lo era y, de a poco y con acercamiento e información, fue trocando ese sentimiento por aceptación.
Por otro lado, la explicación que brinda Freud para las conductas agresivas es la existencia de impulsos innatos, si bien el Psicoanálisis no deja de creer en el interjuego de factores emocionales y cognitivos cuyas raíces las hallamos en los conflictos y en las tendencias relacionadas con las primeras experiencias de vida. Por ello es importante regresar y bucear en esos estadios para trabajar terapéuticamente lo que se vivenció e incorporó en ellos, por ejemplo, esclareciendo lo que alguna vez han transmitido los progenitores (y otros/as) y más tarde se instauraron como mandatos y se los repitió inconscientemente.
En la niñez se suscitan aprendizajes de manera inconsciente y conciente a través de la interacción con "otros significativos" y se orienta la conducta de acuerdo a este esquema. Así, se sentirá atracción por ciertos objetos y desprecio por otros, lo que desencadenará la incorporación de pautas y juicios de valor que enmarquen la conducta adecuada para con estos objetos.
COMPARTIENDO EXPERIENCIAS
No perdamos de vista que el prejuicio posee una función utilitaria: permite integrarse a un grupo. Es lo que constaté el año pasado, cuando fui invitado a un colegio del conurbano bonaerense, donde se llevó a cabo un foro denominado "Problemáticas sociales de ayer, hoy y. siempre?" y en el cual tuvo un espacio un taller sobre la temática "La homosexualidad".
Por lo que vengo diciendo, no me resultó llamativo observar que al inicio de la inscripción no se había anotado, para esta jornada, ningún varón. Después esto pudo modificarse mediante la sugerencia e insistencia de algunos docentes. Cuando se manifestó este asunto dentro de la actividad, los adolescentes varones confesaron: "no queríamos que el resto del colegio piense que somos gays por participar de esto; sentíamos vergüenza y miedo al qué dirán" (se habían auto-excluido para no ser discriminados). De hecho, el único varón que formaba parte del grupo que llevó adelante esta exposición estuvo ausente el día del foro.
Los/las alumnos/as compartían lo dificultoso que les resultaba hablar sobre este tema ya que en sus casas siempre ha sido un tabú, o sus padres/madres lo trataban desde un juicio de valor negativo. Entonces, señalaban que si bien ahora tenían más información por los medios de comunicación, les era imposible hacer cambiar lo que pensaban sus familias acerca de esta temática. "¿Cómo hacemos para no seguir lo que nos inculcaron?", "¿Cómo hacerle entender a los demás que ser homosexual no es ser un enfermo?", "¿Cómo aceptar la homosexualidad cuando mi Iglesia la considera un pecado?" fueron algunas de las preguntas de los adolescentes, inquietudes con componentes cognitivos: opiniones y creencias adquiridas hacia los grupos minoritarios, sus formas de relacionarse afectiva y sexualmente, y eso los/las lleva a afirmar que dichas conductas son inmorales y los/las que las practican son pecadores/as.
Para finalizar, apelo a la reflexión personal de cada uno/a de nosotros/as:
¿Cuáles son tus prejuicios en torno a lo LGBT? ¿Y los míos? ¿En otras temáticas soy prejuicioso? ¿Y vos? ¿Por qué aspecto te sentís discriminado? ¿A quién/es discrimino? ¿Y vos? ¿En cuáles temas considerás te falta información? ¿Qué preguntarías respecto a las minorías sexuales? ¿Qué estereotipos edificaste? ¿Y yo? Porque claro. la deconstrucción empieza por un trabajo personal!
Alejandro Viedma
Tomado de www.agmagazine.com.ar
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